New York Times
Diseminados en todo México y Centroamérica hay estanques donde el agua aflora desde redes de cuevas subterráneas, que los antiguos mayas consideraban pasajes al inframundo. Los biólogos ahora han descubierto que estos cuerpos de agua también cobijan una misteriosa criatura del mundo real: el primer crustáceo venenoso que conoce la ciencia.
El crustáceo en cuestión, Speleonectes tulumensis, pertenece a los remipedes, un grupo descrito por primera vez en 1981. Ha sido difícil observar estos pálidos animalitos ciegos en su hábitat natural porque viven en redes laberínticas de cuevas que son tan difíciles de navegar para los buzos como peligrosas. Sin embargo, biólogos como Björn von Reumont y Ronald Jenner, ambos del Museo de Historia Natural de Londres, descubrieron remipedes deshaciéndose de exoesqueletos vacíos de camarones, presumiblemente luego de haberse alimentado con ellos.
En 2007 los investigadores descubrieron, en las garras delanteras de estos animales, estructuras semejantes a agujas hipodérmicas, alimentando especulaciones de que pudieran inyectar algo a sus presas. Esa idea ahora está resultando cierta, tal como lo informan Von Reumont y Jenner en Biología y Evolución Molecular . Los investigadores descubrieron que cavidades adyacentes a las estructuras tipo agujas están rodeadas por músculos que pueden bombear fluido a través de las agujas. Además, encontraron glándulas en el centro del cuerpo del remipede que producen veneno y que están conectadas a las cavidades.
Von Reumont y Jenner también descubrieron que el veneno de los crustáceos está compuesto predominantemente de peptidasas, enzimas que juegan un papel en la digestión y que también se encuentran en el veneno de la cascabel, donde ayudan a digerir la presa. El veneno del crustáceo también contiene una toxina casi idéntica a una neurotoxina inductora de parálisis descrita por primera vez en arañas, en 2010.
“Pensamos que la neurotoxina impide que sus presas se escapen y que las peptidasas permiten que los remipedes se beban a su presa como malteada”, dice Jenner.
Aunque el veneno es común en artrópodos como las arañas, los escorpiones, los ciempiés y las avispas, nunca se había visto en alguno de los 70,000 crustáceos conocidos, un subgrupo de artrópodos que incluye a los camarones y a los cangrejos. Por qué es tan raro en este subgrupo sigue siendo una pregunta abierta.
Jenner sospecha que la causa es que la dieta de los crustáceos es mucho más variada que la de los depredadores venenosos. Marshall McCue, fisiólogo comparativo y experto en venenos de la Universidad de St. Mary, en San Antonio, Texas, coincide: “Como adeptos carroñeros y alimentadores con filtros, los crustáceos pudieron no haber estado sujetos a las mismas presiones que otros artrópodos para desarrollar un veneno de depredador tipo arma”, considera.
Se desconoce si el veneno tiene efecto sobre los humanos. “A menudo oímos de buzos de cuevas que mueren bajo condiciones misteriosas”, indica Jenner. “Me pregunto si los remipedes son los responsables”, cuestiona. De ser así, tal vez los mayas tenían razón después de todo.