“Por ahí de 1991, salí de Argentina a hacer un recorrido por tierra. Primero, estuve por todo mi país y luego pasé por otros lugares de Suramérica. Hubo naciones en las que me quedé poco tiempo porque eran inseguros, había problemas políticos o con la guerrilla. Pero con solo cruzar la frontera con Costa Rica, el ambiente era otro, invitaba a quedarse”, rememora el artista y ambientalista Carlos Hiller.
Al poco tiempo, decidió regresar a su patria, solo para decirles a sus padres: “Me voy a vivir a Costa Rica”.
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Ha estado por todo el país, pero asegura que Guanacaste terminó de atrapar su corazón. Así, se afincó primero en Liberia y ahora entre Playa Hermosa y playas del Coco. Ya han pasado casi 25 años.
“Costa Rica tiene algo que le arruina a uno las ganas de salir a conocer otros países. Aquí yo sigo descubriendo todo tipo de cosas y lugares. También encontré el lugar que me permite desarrollar la pasión de bucear, estar en contacto con el ambiente marino y hacer arte”, sostiene.
Aunque afirma que muchas cosas han cambiado, dice que siempre hay personas comprometidas con el cuidado y la defensa de la naturaleza.