La cercanía con los padres en temas cotidianos y una amplia comunicación a diario hacen que los adolescentes tengan un consumo activo de marihuana un 38% menor que quienes no tienen esta relación con sus progenitores.
Esta es una de las conclusiones de la IV Encuesta de Consumo de Drogas en Colegiales, realizada por el Instituto de Alcoholismo y Farmacodependencia (IAFA) con 5.800 estudiantes de sétimo a duodécimo año, en 50 colegios de todo el país.
“El tener padres que los apoyen y dialoguen con ellos, no solo en los temas de drogas sino en todo en general, tiene un efecto protector en el consumo de marihuana”, dijo, al presentar la encuesta, Luis Eduardo Sandí, psiquiatra especialista en adicciones y director del IAFA.
“Se ve tanto en la gente que la ha probado una vez en su vida, y aumenta para quienes han consumido en el último año, y aún más en quienes tienen consumo activo o adicción”, añadió.
La Nación conversó con un joven de 17 años que da fe de eso. Su peor etapa de consumo fue a partir de los 14 años, cuando sus padres lo echaron de la casa al enterarse de que fumaba marihuana. Hoy está internado en el Centro de Atención Integral para Personas Menores de Edad (Caipme) en el IAFA, y es precisamente ese apoyo de sus padres su principal motivación.
“Cuando me echaron yo necesitaba sobrevivir. Yo conocía a la persona que distribuía, la droga era fácil de conseguir. Me ofrecí ser su ‘perro’ y distribuirle dentro del colegio. Yo compraba una onza en ¢10.000, me dejaba una parte para consumir yo y vendía el resto. Mucha gente llegaba a buscarme para más cantidades y yo se las buscaba. Eso me dio de comer y me vistió, pero también fue cuando más consumí”, afirma este muchacho, quien estudió en un colegio de Desamparados.
Ahora, tras dos meses y medio de internamiento, sus padres son el mayor aliento: “Ellos vieron que ya cambié. No pienso ver más a esa gente con la que yo fumaba. No puedo quitar las drogas del mundo, es muy fácil conseguirla. No puedo quitar del mundo a la gente que las consume, pero sí puedo alejarme”, aseveró.
Los datos. La encuesta señala que el 18,2% de los jóvenes con padres poco involucrados había probado la marihuana, en contraste con el 12,9% de quienes sí tienen padres involucrados en su crianza.Pero el mayor cambio se dio en quienes tienen un consumo activo (en el último mes). En quienes tienen una relación cercana, la ingesta activa fue del 3,9%, pero en quienes no tienen esa relación cercana fue del 6,2%.
En las mujeres esa influencia es todavía más fuerte. Si se toma en cuenta solamente el género femenino, el consumo activo en quienes sí tienen una relación de cercanía es de 3,5%, mientras que en quienes no tienen ese vínculo tan fuerte es casi del doble: 6%.
Su consumo se ha mantenido estable dentro de la población adolescente, pero un descenso en el tabaco la hace la segunda droga favorita entre los colegios, superada solamente por el licor.
¿A qué se debe? Para Osvaldo Aguirre, director del Caipme, la moda juega un papel fuerte.
“El tabaco está pasado de moda entre los jóvenes. Ya hasta rechazo se siente por el tabaco. Con la marihuana pasa lo contrario, está de moda, el creer que es más natural y no causa adicción es lo que atrae a muchos de los que vienen aquí”, manifestó Aguirre.
Compañía. Para Aguirre, un buen acompañamiento solo es posible si los padres conocen los riesgos de las drogas en la juventud.
“Hay que informarse, saber qué es la marihuana, dónde se consigue, cuánto cuesta y, sobre todo, los daños que se producen en un cerebro adolescente que todavía no ha completado su desarrollo y por eso es más vulnerable”, enfatizó el especialista.
Para el muchacho con quien La Nación conversó, la curiosidad fue lo que le impulsó, pero pudo haberla aplacado si se hubiera conocido más los efectos.
“Yo empecé por pura curiosidad. A los nueve años quería saber a qué sabía un cigarro, a los 13 quería saber a qué sabía la marihuana. Yo era de los que con la marihuana decía ‘esto es natural y no me va a hacer adicto’, pero eso no fue cierto; yo no sabía eso y por eso ‘me fui con todo’. No se dejen llevar por la curiosidad. A mí casi me mata, como al gato”, concluyó.
Cerebro joven sufre más. Los efectos de la marihuana en la salud física y mental de una persona son mucho mayores en quienes comenzaron a consumirla cuando adolescentes.
El cerebro joven tiene más riesgo de desarrollar dependencia, tener episodios psicóticos y problemas de memoria. Esto es así porque el cerebro no se termina de desarrollar si no hasta los 25 años, y la última zona en estar "completa" es la relacionada con autocontrol y manejo de impulsos. Además, las posibilidades de enfermedades respiratorias son mayores.