De chiquillo, Humberto González no podía quedarse quieto. Desarmaba y armaba cuanto objeto caía en sus manos. "Yo era un constructor. Imagínese que hacía ruedas de Chicago con el motor de la máquina de coser de mami y por supuesto que me regañaba", recordó entre risas.
Asistió a la Escuela Joaquín García Monge, en Desamparados, donde las aulas eran estrechas y en ellas, una maestra debía hacerse cargo de 40 estudiantes.
"La dinámica era estar siempre sentado. En esa escuela, las aulas eran pequeñas, estaban saturadas y no había ni campo para moverse. Un chiquito imperativo, como yo, sufría mucho y la escuela nunca supo incentivarme esa faceta de constructor que yo tenía.
Con 30 años de carrera docente, González recibió este martes el premio Mauro Fernández Acuña, el cual lo reconoce como el mejor educador del 2016. Este galardón es otorgado por el Ministerio de Educación Pública (MEP).
Esta es la máxima distinción que recibe un educador por su labor en el país. Se elige luego de que las 27 direcciones regionales del MEP nominan a sus candidatos.
En el caso de González, los 37 directores del circuito 03 de la Dirección Regional de Desamparados lo postularon de manera unánime por su mística y entrega en pro de los estudiantes.
Aparte de una medalla de oro, el "maestro del año" tiene derecho a un año sabático. González, lejos de quedarse quieto, ya sabe en qué invertirá ese tiempo.
"Recibir este premio me hace feliz porque pienso dedicarme durante el período sabático a un trabajo de voluntariado que realizo los fines de semana en 22 escuelas de Talamanca, con la Asociación Corredor Biológico de Talamanca. Ahí desarrollo talleres de canto y poesía para empoderar a las poblaciones vulnerables por medio de valores", manifestó.
El "pro" de Jocotal
González, con 60 años, labora en la escuela unidocente de Jocotal Abajo, ubicada en Vuelta de Jorco de Aserrí, desde hace 23 años. Es decir, aparte de enseñar, le toca asumir labores administrativas de director, pero también barrer y limpiar los baños, preparar los alimentos cuando se enferma la cocinera y curar raspones o entablillar brazos o piernas si algún chiquillo se accidenta.
Cuando empezó, en 1993, tenía 29 alumnos. Actualmente imparte lecciones a tres: Jessie Manuel Mejía, Jael Vanessa Villalobos y Moisés Jafet Villalobos.
Los tres alumnos coincidieron en que las clases con el "pro", como le dicen, son divertidas. Historia es su materia favorita y, cuando estudiaron el tema del descubrimiento de América, maestro y estudiantes se dieron a la tarea de construir las carabelas como si estas fueran maquetas.
"Hicimos los barcos con anclas y todo. Eso fue muy chiva", manifestó Moisés Jafet Villalobos.
"La verdad es que es muy bonito recibir clases con él. Hacemos muchos proyectos, cosas con cartulinas y plasticina", comentó Jael Vanessa Villalobos.
"Hacemos collages y maquetas. Dibujamos mucho", agregó Jessie Manuel Mejía.
"Hasta nos enseñó a sacar las luz y la sombra de los dibujos", añadió Jael Vanessa Villalobos.
¿Qué diferencia a González de otros educadores? Como maestro, comulga con la corriente constructivista, la cual fue impulsada por Jean Piaget y Lev Vygotski.
Esta corriente postula que el conocimiento se construye y los niños lo incorporan a su vida a partir de sus propias experiencias. El proceso, lejos de ser estatático, es interactivo.
"Me adelanté 30 años a los programas del MEP. Ahora los nuevos programas contemplan el enfoque constructivista", admitió González.
En sus clases, el maestro saca a relucir su faceta como cantautor y poeta, también aprovecha las artes plásticas y la literatura como estratégica pedagógica. Estudió en el Taller Nacional de Teatro (TNT) y ese conocimiento lo utiliza en sus clases.
"Este año leímos a Federico García Lorca, todos juntos y un pedacito cada día. El niño se autoevalúa, lo evalúan los compañeros y lo evalúo yo. Viera que se han vuelto muy lectores", aseguró con orgullo.
Precisamente, esa característica de su pedagogía lo impulsó a convertirse en maestro unidocente. "Lo hice porque estas son las escuelas con pocas oportunidades y yo quería ser un puente para el desarrollo de los niños. Además podía aplicar el enfoque constructivista, cosa que hubiera sido difícil en las escuelas del centro", dijo.
Unidocencia
Cuando llegó a la Escuela de Jocotal Abajo, González se enfrentó al reto de educar en una zona donde los padres preferían enviar a sus hijos a trabajar en el campo, en vez de estudiar.
"Un niño de cuarto grado me dijo: nosotros somos tontos, el colegio es para gente inteligente de San José", rememoró el docente.
En ese momento, el maestro hizo una promesa a sus alumnos: él se quedaría el tiempo que fuese necesario con tal de verlos graduarse de la universidad.
En 1995, el primer estudiante de González asistió al colegio. En 23 años, ha visto a 64 estudiantes terminar la primaria. De estos, 41 continuaron con la educación secundaria y 23 de ellos se matricularon en la universidad.
De esos 23, 10 están prontos a concluir sus estudios universitarios y 13 ya son profesionales con una o dos carreras universitarias a su haber en áreas como topografía, ingeniería, economía, educación y psicología, entre otras.
"Viera que bonito, casi nadie ha migrado. Los muchachos han vuelto a su pueblo ya convertidos en profesionales", comentó González.
El educador ha rechazado ofertas laborales en centros educativos de la Gran Área Metropolitana (GAM), universidades e institutos en el extranjero, fiel a aquella promesa de quedarse en el pueblo el tiempo que fuera necesario para ver a los niños crecer como profesionales.
"Más que un premio para mí, este galardón pone en vitrina a la Escuela de Jocotal Abajo y reinvindica al maestro unidocente por su entrega y abnegación", enfatizó.