“No, no se trata de decirles a los padres de los chicos: ‘Tu hijo va a leer antes de los seis años’. ¡No! Eso no se hace así, porque es un proceso. Se trata de decirles: ‘Tu hijo va a amar tanto las letras y las palabras desde pequeño que no les tendrá miedo para usarlas y formar ideas’. Recordemos que no solo se trata de juntar letras y hacerlas sonar”.
Así resume su pensamiento Malva Villalón, doctora en Psicología Evolutiva y en Educación: desde antes de los cinco años es cuando más herramientas se adquieren para la lectura. Mas esto no implica que el niño vaya a leer a esa edad, sino que no les tendrá miedo a las letras y poseerá un buen vocabulario que le permitirá, sin problemas, leer y escribir. Con esa disposición, tal vez logre este hito incluso antes de arribar a la escuela, o al menos el camino le resultará más llano.
Para esta investigadora de la Universidad Católica de Chile , autora del libro Alfabetización inicial , las habilidades relacionadas con la lectura se desarrollan muy temprano, pero estas deben fluir a un ritmo natural.
“Se ha comprobado que los niños nacen con la capacidad de escuchar la lengua materna y de distinguirla de las otras. Por eso, necesitan de adultos que les estén hablando constantemente. Si se usa un lenguaje rico en palabras y en ejemplos, a los niños les será más fácil reconocer ideas en el momento en que lean”, explicó Villalón a La Nación durante un congreso sobre Educación Preescolar, realizado en la Universidad de Harvard, en Estados Unidos.
“En el primer año de vida, los menores son capaces de darle su libro favorito a alguien para que lo lea. A los dos años, ya hacen marcas específicas y, cerca de los tres, comienzan a hacer trazos, lo que para ellos son sus primeras letras. Ellos, a esas edades, ya distinguen lo que es un dibujo de lo que son letras”, aseguró la experta.
Motivación. En su libro, Villalón es enfática en que el niño debe ser el centro del aprendizaje y que, para “enamorarlo” de la lectura, es vital hacer que las palabras “hablen”, que tengan sentido.
Es decir, los niños primero deben tener espacios para hablar mucho, interactuar con adultos y otros infantes. Esto les permitirá manejar un vocabulario amplio y luego, naturalmente comenzarán a buscar las letras. Todo esto debe hacerse siempre a manera de juego, para que el menor no lo sienta como obligación.
Para Villalón, la lectura, la escritura y el lenguaje oral son procesos que avanzan de manera interrelacionada y no secuencial, por lo que aprender a leer no es una actividad aislada, se desarrolla en un contexto donde el niño está adquiriendo otras habilidades cruciales.
La psicopedagoga costarricense Amalia Piedra es de la misma opinión: “No es que vayamos a ponerlos a leer tan pequeños, pero sí que conozcan las letras y los números para que les pierdan el miedo. Está bien tener las letras y números en las paredes y pizarras de los diferentes kínderes y en nuestras casas. Así, cuando ya se enfrenten con un proceso más serio, no las van a ver como desconocidas”, dijo.
Para las especialistas, si hay un buen ambiente para la lectura, es posible que muchos niños lean y escriban antes de los seis años, pero el reto principal es enamorarlos de la lectura.
Consejos para los padres
Proceso. Tome en cuenta que aprender a leer es un proceso. Cada menor avanzará a su propio ritmo. En algunos tardará meses, en otros, años. Es un error forzarlos. Eso los desmotiva.
Procure que el niño no vea las palabras o letras como "cosas" separadas; deben ser ideas relacionadas con un contexto o con su propio ambiente. El objetivo no es que el niño decodifique, si no que entienda y construya ideas.
Para eso, primero hay que reforzar su vocabulario, con el fin de que no lo tomen por sopresa palabras desconocidas, o bien, las descubra, se interese por ellas y comience a usarlas.
Durante todo el tiempo, recurra a los juegos, incentívelo a conversar mucho con adultos y con otros niños. Poesías, trabalenguas o cuentos son alternativas ideales.
Lea frente al niño. Nada como predicar con el ejemplo: si sus hijos lo ven leer, se motivarán a tomar un libro y tratarán de descifrar lo que este dice.
Procure que tengan libros cerca. No solo en una biblioteca, también en su cuarto, al alcance de su mano. Cuantos más lilbros haya a su alrededor, más curiosidad tendrá el menor de saber qué pasa en ellos o de inventar historias de lo que podría estar sucediendo.
No corte la iniciativa del menor. Si se le acerca con un libro, léaselo; si está en un idioma que no conoce, inventen una historia juntos.
Nárrele cuentos. Conviértase en un cuentacuentos. Busque libros con muchas ilustraciones. Antes de leer el cuento, ponga a los niños a ver todos los dibujos, para que ellos armen primero su propia historia con lo que creen que dicen las imágenes. Motívelos a que les pongan nombre a los personajes y a que evoquen otras historias.
Después, léales el cuento. No es necesario que sea de manera fluida e ininterrumpida. Que ellos interrumpan las veces que lo crean necesario; hágales preguntas, rételos. Explíqueles palabras que puedan ser desconocidas para ellos.
Construyan juntos. Después del cuento, pídales hacer un dibujo, hacer trazos o lo que ellos quieran, sobre lo que podría pasar después del final de la historia. Pueden, en conjunto, crear una serie de historias con base en una sola que leyeron.
Si ya conocen algunas letras o números, es posible que los utilicen en su dibujo; felicítelos y motívelos.
Si va a comprar libros, que ellos elijan el que quieren. Pregúnteles por qué les gustó; de esa manera, usted sabrá cómo motivar el juego con esa historia. Si el niño dice tener un libro favorito, busque leerlo más a menudo.
La letra especial. Desde que cumple un año, enséñele la letra con la que empieza su nombre. Esa será su "letra especial". Que aprenda a reconocerla. Puede tenerla en grande en la pared de su cuarto o en una pizarra. No se la imponga, recuérdesela con amor. Más adelante, motívelo a reconocer la letra inicial del nombre de sus papás.
Cuando son niños más grandes pueden conocer otras letras y saber cómo suenan.
Podrán, poco a poco, probar qué pasa al poner una letra a la par de la otra. Pero todo esto debe hacerse de manera lúdica (como juego).
Cerebro está más ávido de nueva información en primera infancia
Las conexiones cerebrales tienen una mayor receptividad en los primeros cinco o seis años de vida, que es cuando se forma el 95% de nuestras habilidades básicas. Por eso, el aprendizaje en estas edades es crucial.
Esto no es nuevo y varios estudios lo han señalado en los últimos años. ¿Pero qué es exactamente lo que sucede en el cerebro de los niños durante la primera infancia, que es tan vital?
Para el director del Centro de Desarrollo Infantil de la Universidad de Harvard (EE. UU.), James Cairns, este también es un asunto de supervivencia.
"En las primeras etapas de la vida, estás haciendo el establecimiento de las conexiones que tendrás en las células cerebrales, y muchas de ellas responden al ambiente. Por eso, ante lo desconocido, un bebé llora buscando la atención de un adulto. Así se comunican y, por lo tanto, es necesario que los padres, desde un inicio, les respondan. La indiferencia les hará formar otro tipo de conexiones; el cerebro entenderá que está en un ambiente más hostil y que debe ponerse a la defensiva", explicó Cairns.
"Es cierto que todos nacemos con cierto tipo de genes, pero también está ese campo –llamado epigenética– en donde se establece que nuestros genes actúan como respuesta a lo que reciben del ambiente. Un niño que desde el vientre de la madre es criado con atenciones desarrollará mejores conexiones cerebrales y potenciará más sus talentos. Antes de que el niño cumpla tres años, lo más importante es el cuidado de sus padres", añadió.
Aprendizaje. Cairns asegura que cerca de los tres años es el momento ideal para comenzar un aprendizaje que llevará, tarde o temprano, a familiarizarse con letras y números.
"Cuanto más pronto se comience a aprender, es mejor, pero esto no siempre significa que deba ser en un salón de clases. Se aprende en la casa, a partir de los juegos que se tienen con los papás y hermanos menores o mayores; todo esto les irá dando herramientas para desarrollarse. Si es en un aula de clase, lo ideal es que sea con muchos juegos alrededor", señaló el especialista.
"Los niños aprenden mucho más cuando están jugando. No importa de qué jueguen: si de construir cosas, si es con formas, si es con colores, si es salir y brincar y correr, todo eso les da diferentes habilidades que son necesarias para la vida", añadió.
El especialista recalcó la importancia de que los menores crezcan rodeados de apoyo y mucho amor. El crecer en medio de hostilidades durante los primeros seis años de vida hace al cuerpo tener que utilizar sus reservas para reaccionar y mantenerse en estado de alerta, lo que puede comprometer su aprendizaje.