El californiano Travis Bays se define a sí mismo como un “tingo”, es decir, una mezcla entre tico y gringo.
“El gringo ni siquiera aprende español y no sale mucho de su entorno. Mientras tanto, el ‘tingo’ aprende a hablar español con dejos ticos, va a la cancha a mejenguear; dice ‘si Dios quiere’, ‘a Dios gracias’ y ‘charita’”, afirma entre risas.
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Este antropólogo, economista y amante del surf llegó a Costa Rica en el 2005 con el Cuerpo de Paz. Su estadía original era por dos años en Bahía Ballena y Uvita, y un año más en las oficinas centrales de esa organización en Pavas, San José.
“Al principio, nunca pensé que iba a quedarme. Originalmente, en mis planes estaba ir por un par de años a Guatemala o Nicaragua, pero en el Cuerpo de Paz me enviaron aquí”, narra este oriundo de San Diego, California, Estados Unidos.
“Desde que llegué a Bahía Ballena, me enamoré de la playa, del lugar. Ahí establecí dos microempresas con los locales como parte de mi labor. Luego me fui a San José; a los ocho meses conocí a Pili (Pilar Salazar, su esposa) y nos enamoramos. Entonces, busqué qué hacer para no irme y hallé un proyecto con la Fundación Crusa, nuevamente en la zona sur; le pedí a Pili que se fuera conmigo”, recuerda.
Hoy, 11 años después de su llegada, Travis tiene dos hijas nacidas en suelo tico, da clases de surf, brinda asesorías en microempresas y posee un proyecto de yoga con su esposa. Reparte su tiempo entre las playas de la zona sur y San José.
Esta familia viaja una vez al año a EE. UU. para pasar tiempo con los padres de Travis, quienes también visitan el país.
“La naturaleza y la gente me enamoraron del país. No soy solo un residente; yo me involucro para hacer un país mejor”, aseguró.