Es cierto: no podemos escoger con qué genes nacer. Tampoco podemos eliminar aquellos que nos predisponen a sufrir algunas enfermedades.
La buena noticia es que aunque la genética es muy importante, los hábitos que ponemos en práctica cobran mayor preponderancia para prevenir los males relacionados con, al menos, el corazón.
Así lo evidencia un estudio de la Escuela de Salud Pública de la Universidad de Harvard con 3.068 costarricenses.
En otras palabras: usted pudo haber nacido con genes “malos”, asociados a enfermedades cardíacas, pero si realiza actividad física, come frutas y verduras, no fuma y mantiene un peso saludable, sus posibilidades de enfrentar un infarto bajan hasta en 350%.
Si por el contrario, usted nace con genes considerados “protectores” del corazón, pero fuma, prefiere las fritangas y no se ejercita, su riesgo de infarto sube cinco veces.
“La gente le da mucha importancia a los genes, pero este estudio demuestra que no tienen tanto peso en la salud del corazón. Un buen estilo de vida resta poder a los ‘malos genes’, y los hábitos nocivos le ganan la batalla a los ‘genes buenos’”, explicó Hannia Campos, doctora costarricense en Salud Pública, quien investiga el infarto en los ticos desde hace 30 años.
Esta investigación es de particular importancia, porque las enfermedades cardiovasculares son la principal causa de muerte en Costa Rica desde 1970. La cantidad de muertes ha bajado en los últimos años, al pasar de 41,6 muertes por cada 100.000 habitantes en el año 2000 a 20,6 por cada 10.000 habitantes en 2015.
La baja en la mortalidad se debe a mejores tratamientos y medicamentos.Por año, la Caja Costarricense de Seguro Social (CCSS) invierte más de ¢117.500 millones en atender problemas cardíacos.
Genes versus hábitos. En el estudio que arrojó estos resultados, participaron 1.534 ticos que habían tenido su primer infarto. Además, por cada uno de ellos, se escogió a una persona que no hubiera sufrido males cardíacos y que tuviera una edad similar, el mismo sexo y viviera en el mismo cantón.
A cada participante se le tomaron muestras de saliva y sangre, se le pesó, se le midió y se le preguntó si fumaba, qué comía y qué no, si consumía licor y cuánto, y si se ejercitaba.
De las muestras de sangre se hizo un análisis genético para buscar 14 alelos (variantes genéticas) que usualmente están relacionadas con infartos. Luego se analizaron a profundidad tres genes que tenían más representación en la población tica: rs4977574, rs646776 y rs501120.
Campos y su equipo vieron que quienes poseían una buena genética –es decir, no presentaban estos genes de riesgo– , pero tenían un mal estilo de vida, las posibilidades de infarto eran 5,03 más altas que en quienes tenían un buen estilo de vida y buenos genes.
En cambio, en los nacidos con genes de riesgo cardíaco y que tenían muy buenos hábitos, el riesgo solo subía 1,7 veces.
“No diga ‘de algo tengo que morirme’. La ciencia médica ha avanzado tanto que posiblemente usted no se muera, pero sí puede quedar con secuelas que le den una mala calidad de vida ”, concluyó Campos.