En enero de 2013, un sueco se convirtió en la primera persona en recibir una prótesis que conecta el hueso, el músculo y los nervios, que permiten ejecutar los movimientos que mecánicamente se realizan “en automático” en un brazo sano.
Esta tecnología se conoce con el nombre de osteointegración, en la que el hueso, los músculos y los nervios están integrados con la prótesis. Al paciente se le colocan electrodos que “leen” los impulsos de los nervios, para darle movimientos más precisos.
Estos electrodos (llamados óseo-integrados) están tejidos debajo de la piel. Esto permite producir retroalimentación constante entre las señales que envía el cerebro. De esta forma, ayuda a estimular nervios y a controlar mejor el brazo artificial.
“Este brazo artificial se adhiere directamente al esqueleto y esto da estabilidad mecánica. Así, el sistema de control biológico humano, es decir, nervios y músculos, está en una misma interfaz con el centro de control de la prótesis vía electrodos musculares”, especificó, en un comunicado de prensa, Max Ortiz Catalan, de la Universidad de Chalmers (Suecia) y líder de la investigación.
“Esta tecnología crea unión íntima entre el cuerpo y la máquina y entre la máquina y la mecatrónica (ciencia que estudia los sistemas que conforman las máquinas y robots)”, añadió.
Recuperación. Los investigadores debían dejar pasar, al menos, 18 meses desde la operación, para que esta pudiera ser considerada un éxito y que el usuario pudiera llevar una vida completa normal.
Hoy, 21 meses después de la implantación de su nuevo brazo, un reporte en la revista científica Science Translational Medicine , cuenta que el hombre ya lleva una vida normal y puede desempeñarse bien en su trabajo.
“El hombre tiene un trabajo muy demandante a nivel físico. Es chofer de camiones en el norte de Suecia y no solo debe afrontar caminos difíciles, parte de sus labores consiste en cargar y descargar los contenidos del camión y llevar mercadería a los clientes”, cita el documento.
Sin embargo, el informe indica que hay labores manuales muy detalladas en las que todavía cuesta mucho manejar la prótesis, como amarrarse los cordones de sus zapatos o o abotonarse una camisa.
Los científicos afirman que aún falta tiempo para que esta tecnología pueda estar de manera general en los amputados, pero señalan que es un paso importante en la búsqueda de una extremidad artificial, que ni siquiera se perciba.