En una entrada al lado de la carretera hacia Sierpe de Osa, hay un camino que conduce al pasado; es decir, a los orígenes de lo que somos hoy los costarricenses.
Hasta hace poco, el visitante que ingresaba a Finca 6 –en Palmar Sur de Osa– se topaba con un extenso campo abierto rodeado de escasa vegetación.
La amplia alfombra de zacate se extiende uniformemente por 10 hectáreas, interrumpida en algunos tramos por unas protuberancias grisáceas y redondas que “brotan” de la tierra.
Algunos rótulos y carteles ayudaban a los curiosos a ubicarse en aquel paraje vasto y misterioso: el parque de las esferas.
Pero, a partir del 7 de diciembre, quienes se aventuren a conocer nuestro pasado precolombino en ese lugar, tendrán un centro de visitantes que les a ayudará orientarse y a comprender los pormenores del parque arqueológico en Finca 6.
Ese lugar resguarda el único museo precolombino de sitio en Costa Rica; esto es, solo en Finca 6 se pueden apreciar las esferas de piedra en su alineación original.
Secretos redondos. Construido sobre pilotes de concreto –antigua solución arquitectónica para evitar los efectos de las inundaciones en época lluviosa–, el centro de visitantes alberga, en sus 300 metros cuadrados, una boletería, servicios sanitarios y la exposición Dí Crí: cacicazgos en el delta del Diquís .
Según informó el ministro de Cultura, Manuel Obregón, se invirtieron ¢130 millones en la construcción del edificio, los cuales fueron aportados por el Instituto Costarricense de Turismo, mientras que para el diseño y el montaje del guion se destinaron ¢25 millones provenientes del Museo Nacional.
La exhibición trae al presente el modo de vida de las sociedades precolombinas que habitaron de la zona denominada delta del Diquís; es decir, el territorio comprendido entre los ríos Grande de Térraba y Sierpe, ambos con desembocaduras en el océano Pacífico.
En la actualidad, esa área se ubica entre los distritos Palmar, Cortés y Sierpe, del cantón de Osa, en la provincia de Puntarenas.
Ahí se establecieron sociedades cacicales que tuvieron su momento de gloria en el periodo entre el 800 y el 1.500 d. C. Fueron esos grupos –antecesores de los borucas– quienes fabricaron las enigmáticas esferas de piedra que todavía hoy despiertan cientos de preguntas. “A pesar de su belleza estética, las esferas son mucho más que objetos escultóricos. Estas piezas deben comprenderse en su contexto sociocultural. Tenemos que conocer quiénes eran y cómo vivían las personas que las fabricaron”, explicó el arqueólogo Francisco Corrales, del Museo Nacional.
Por su parte, el curador de la exposición, Minor Castro, explicó que el título de la exposición Dí Crí, se refiere al nombre que les dan los indígenas borucas al río Térraba y que significa agua grande.
Una vez en el recinto, varios paneles didácticos con textos, fotografías, mapas e ilustraciones. le cuentan al visitante lo que las investigaciones arqueológicas han podido descifrar hasta el momento sobre nuestros ancestros precolombinos en esa región: ¿cómo era el entorno natural que los rodeaba?, ¿qué tipo de sociedad era? ¿cuáles eran sus actividades comerciales?, ¿cómo eran sus prácticas ceremoniales?, ¿qué uso y significado tenían las esferas y las otras piezas que fabricaban?
También se exhiben cuatro piezas originales: una esfera, una estatua de base de espiga, una escultura de un felino y una piedra de moler (metate) ceremonial.