Al principio fue la lluvia. La primera vez que el teatro Raventós –ahora Melico Salazar– tuvo un atraso, la primerísima vez, fue por un aguacero en el Caribe.
El tren donde viajaba la vedette mexicana que debía inaugurar el teatro debió refugiarse en Siquirres, atormentado por el agua que caía, y arribó a la capital un día tarde. Por eso, aunque los carteles anunciaban la gala para el 12 de octubre, la inauguración del Raventós se atrasó un día.
Han pasado 85 años desde aquella presentación tardía que ofreció la compañía de Esperanza Iris –el 13 de octubre de 1928– y, todavía la propiedad en la esquina sureste del parque Central sigue siendo sinónimo de entretenimiento popular.
Quien tuvo la idea de instalar ahí un teatro fue José Raventós, un emigrante español que sintió añoranza por las zarzuelas de su tierra. Compró un terreno donde se ubicó la Escuela Juan Rafael Mora hasta que la botó un terremoto –es cierto, al principio fue la tierra– y mandó a construir un teatro.
El espectáculo de Iris dio inicio a una corta etapa de oro. Pronto, la crisis económica de 1929 golpeó la escena tica, las compañías extranjeras dejaron de hacer tours y el Raventós tomó otro rumbo: el cine.
Con aforo para 2.250 personas, era el teatro más grande de Centroamérica y, cuando le instalaron el equipo necesario, fue el cine más espacioso de la región. En el Raventós se proyectó la primera película sonora en llegar al país: The Singing Fool (El cantante de jazz).
La crisis obligó a los Raventós a diversificar operaciones y, en los altos del Teatro, operó un tiempo el Club Nocturno Palais Royal. Unos años después, la familia se mudó a vivir al inmueble y los siete hijos de la familia vivían entre rollos de cine y telones.
Renovación. Al año 39 de su inauguración llegó el fuego. La noche del 23 de abril de 1967 se estrenó la película “Drácula, el príncipe de las tinieblas” en el Raventós. Unas horas después, durante la madrugada, un incendio consumió parte de este inmueble.
La familia no pudo pagar los arreglos para poner a funcionar el Teatro y por ello, el Raventós estuvo casi una década en abandono. El Teatro pasó a manos de un inversionista venezolano que tenía intención de demolerlo para construir un hotel, por lo que el Ministerio de Cultura optó por intervenir.
“La familia le aceptó al Gobierno las condiciones y se compró en ¢6,7 millones o algo por ahí; el pago se hizo en dólares”, apuntó Guido Sáenz, quien impulsó la idea.
Entre la limpieza de escombros, desahucio de los pájaros que lo habían tomado y la remodelación total que requirió, el trabajo tardó varios años.
Una inauguración parcial se hizo en diciembre de 1981, cuando ya estaba por despedirse Rodrigo Carazo de la presidencia. En esa ocasión se presentó la ópera Carmen , de Bizet, y se debieron trasladar sillas del Teatro Nacional para albergar a los espectadores.
Entonces fue abierto con otro nombre: Teatro Popular Melico Salazar, aprobado por la Asamblea Legislativa para honrar al tenor costarricense que vivió entre 1887 y 1950. “El señor Raventós le regaló al país ese Teatro y luego le cambiaron de nombre. Es una idiotez que solo diputados son capaces de hacer”, recuerda Alberto Cañas, quien estuvo ligado al proceso de reconstrucción.
Durante los próximos cinco años el lugar estuvo cerrado hasta que se inauguró por tercera vez –esta vez sin agua y superado el fuego–, el 6 de marzo de 1985. La gran diferencia fue el aforo: los más de 2.000 espectadores que albergaba el Raventós en 1927 se redujeron a solo 1.091 en el actual centro.
Para el 85° aniversario del Melico Salazar, el Ministerio de Cultura organizó una semana de actividades que concluye mañana con un concierto de la Orquesta Filarmónica de Costa Rica.