Los domingos y tras capturar con su lente los partidos de fútbol, Mario Roa llegaba al hogar, disponía los químicos para revelar sus creaciones y se sentaba a almorzar.
Su hija Floria, de 10 años, entonces aprovechaba para colarse al cuarto oscuro de la casa y se aprestaba a disfrutar de su momento de máxima relajación: revelar fotos, cambiando de cuando en cuando el químico para hacer saltar las imágenes capturadas.
Años después, aunque ni ella, ni sus hermanos Vilma, Rolando, Mario y Federico siguieron los pasos de su padre, aún conservan la prolífica obra del reconocido fotoperiodista y estuvieron de acuerdo en recopilar en un libro, los inicios de su progenitor.
Floria, quien reconoce en ella rasgos de su papá como el gusto de enseñar a otros y pasar su tiempo en laboratorios similares a aquel cuarto oscuro, hoy es profesora y directora de la Escuela de Química del Instituto Tecnológico de Costa Rica y aprovechó sus ratos libres para dar vida a Las fotos de mi tata Mario Roa: Costa Rica 1936-1946.
La titánica labor de escoger poco más de 200 fotografías, de entre 4.000 capturadas por Roa en el periodo mencionado, la emprendió al lado de Alejandra Chaverri, una fotógrafa y diseñadora tica que radica desde 1988 en Palo Alto, California, Estados Unidos, dedicada más recientemente a la curaduría de documentos de interés histórico.
Ella, además de restaurar algunos de las imágenes, castigadas por el paso del tiempo, se enfrentó también al principal reto: seleccionar “entre los miles de negativos, la secuencia de las fotografías, y finalmente, decidir acerca de la leyenda que se puso a cada foto”, recordó la artista.
El resultado, tras cinco años de selección y trabajo, es un libro de 232 páginas, publicado por la Editorial Tecnológica del ITCR.
Legado
Lejos de ser solo un ejercicio familiar, la obra es también histórica, pues retrata la Costa Rica de la época y, sobre todo, capta la esencia de las personas que la habitaron.
Floria Roa explicó que trataron de recopilar en el libro el tipo de imágenes que a su papá le agradaban: “Él tenía una sensibilidad social; le gustaba usar la expresión de las personas, más que el evento en sí”.
Mientras que la fotógrafa Alejandra Chaverri destacó que los primeros años de trabajo de Mario Roa “cubren esta Costa Rica en periodo de transición industrial, a la vez en crisis económica, y en medio del entretejido de la Guerra Civil española y la Segunda Guerra Mundial”.
Sin embargo, las fotografías contenidas en el libro son apenas una pequeña muestra de la labor del fotoperiodista de La Nación y el Diario de Costa Rica , quien falleció en febrero del 2004, a los 87 años.
Roa también se dedicó a retratar hombres y mujeres costarricenses practicando deportes tales como el baloncesto, o la experimentación con cultivos como el algodón por parte de empresas japonesas.
Chaverri destaca que las fotos que más le tocaron de estos primeros años de carrera de Roa son: “Las que muestran niños, trabajando, participando en actividades de rutina, pero que permiten ver el contraste social de la época”. También combinó “magistralmente varias clases sociales en una misma imagen, con una honestidad y elemento casual únicos”.
La obra
El libro cuesta ¢8.000. y se vende en las editoriales de la Universidad Nacional, en su sede central en Heredia. Asimismo, en la de la Universidad de Costa Rica en San Pedro de Montes de Oca en la Biblioteca del Centro Académico del ITCR en barrio Amón y en Fundatec en Zapote.
¿Por qué comprarlo? “Porque él siempre trataba de captar la esencia de las personas, y lo logró muy bien”, dijo su hija Floria Roa.