Una lengua se mantiene “viva” cuando existe quien la hable, y en Costa Rica son cada vez menos las personas que conocen los idiomas autóctonos, los practican y transmiten. Por tal razón, los siete idiomas indocostarricenses están en peligro de desaparecer.
“Están amenazados pues sus esferas de uso continúan reduciéndose, y su transmisión intergeneracional ha cesado por completo o muestra signos de haber disminuido drásticamente”, destacó Carlos Sánchez, investigador en Lingüística de la Universidad de Costa Rica (UCR) en un estudio publicado en la revista Káñina .
En ese estudio, Sánchez hizo una revisión de investigaciones realizadas a la fecha para así determinar el estado de las lenguas indocostarricenses.
En ese sentido, se sabe que en Costa Rica aún se hablan bribri, buglere, brunca (o boruca), cabécar, malecu (o guatuso), ngöbe (o guaymí) y teribe (o térraba).
Sin embargo, todos los idiomas sufren pérdida de hablantes y poco uso, ya que quienes los hablan utilizan el español para resolver asuntos cotidianos como transacciones comerciales, acceder a servicios públicos y recibir educación.
En ese sentido, el país tiene dos idiomas ya considerados extintos (chorotega y huetar), y otros dos en estado de obsolescencia (boruca y térraba), la etapa previa a la extinción.
Pocos hablantes. El censo poblacional del 2011 brinda explicaciones; por ejemplo, en Costa Rica vivían entonces 104.143 indígenas, apenas el 2,4% de la población.
De ese total, el 34,5% aún vive en los 24 territorios indígenas, un 14,4% habita en las periferias de estos y el 51% en el resto del país.
“Si se analiza el porcentaje de indígenas que habla algún idioma autóctono, cuanto más cerca se está del territorio indígena, mayor práctica hay del idioma”, detalló Eugenio Fuentes en su ponencia Características demográficas y socioeconómicas de las poblaciones indígenas de Costa Rica , realizada a partir de los datos del censo del 2011.
En ese sentido, los números serían: 60% de las personas que habitan en los territorios hablan el idioma autóctono, así como el 26,7% de quienes residen en la periferia y el 11,5% de los que viven en el resto del país.
Las personas identificadas como bribris, cabécares y guaymíes son quienes más hablan su lengua autóctona, independientemente de donde vivan. Lo contario pasa con los malecus.
Analizando los territorios, el censo evidencia que los guaymíes y los cabécares son los que más practican su idioma (algunos grupos, por encima del 80%).
En cuanto a cantones, los pobladores que hablan alguna lengua indocostarricense por encima del 50% se ubican en Talamanca, Matina, Coto Brus, Guatuso, Tarrazú y León Cortés.
Estado actual. El Atlas de las lenguas es una iniciativa de la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (Unesco), y su última edición data del 2010.
Según ese informe, los idiomas boruca, térraba y chorotega están críticamente amenazados, mientras que al malecu y el guaymí se les considera en peligro de extinción, y al bribri se le cataloga de vulnerable.
No obstante, este atlas podría estar subdiagnosticando el estado actual de las lenguas nativas. Por ejemplo, y según Sánchez, el chorotega y huetar llevan extintos más de 100 años.
“Se extinguieron desde el siglo XVIII o inicios del XIX a más tardar”, detalló el investigador en un artículo incluido en la revista Estudios de Lingüística Chibcha .
En ese estudio, Sánchez utilizó la terminología ideada por el estadounidense James Bauman para señalar la fase en la que se encuentra un idioma: florecimiento, resistencia, declinación, obsolescencia y extinción.
En ese sentido, el guaymí se halla en estado de resistencia, mientras que el cabécar, el bribri, el malecu y el buglere se encuentran en declinación.
“Los bribris, los cabécares, los malecus y los bugleres se ubicaban, hasta hace poco tiempo, en regiones de difícil acceso o aisladas; pero, en el presente, la reducción de la cantidad de hablantes nativos y el avance del bilingüismo constituyen el resultado de la pérdida de tierras y la emigración desde los territorios originales. Estas cuatro lenguas se usan en tres esferas: la familiar, la ceremonial y la de la tradición oral”, destacó Sánchez en su estudio.
El malecu es un idioma en declinación; muchos lo entienden y pueden hablarlo, pero no siempre lo utilizan. De hecho, solo se emplea en las casas donde residen ancianos y en algunos encuentros culturales.
“La situación se ha agravado pues el desplazamiento se generalizó a todas las comunidades, y la transmisión intergeneracional casi ha cesado por completo, si bien el malecu todavía conserva dominios de uso y las actitudes parecen ser predominantemente favorables”, manifestó Sánchez.
En cuanto al boruca y el térraba, estas son lenguas en obsolescencia; son idiomas que carecen de hablantes, y el grupo de quienes lo entienden o recuerdan algunas palabras es pequeño.
Según Sánchez, el boruca no se habla en ninguna esfera (pública, familiar o festiva), a no ser por un uso residual limitado a festividades tradicionales.
“El desplazamiento de ambos idiomas se debe a su localización en tierras de fácil acceso, especialmente para los campesinos hispanocostarricenses, y al proceso de aculturación promovido por el sistema educativo nacional”, enfatizó Sánchez.
Desde hace 20 años, el estado del térraba es de obsolescencia, “hecho que no solo se revelaba en el escasísimo número de hablantes fluidos y semifluidos (todos ellos ancianos), sino también en la práctica inexistencia de esferas de uso”, añadió Sánchez.
Si bien estos estudios alertan sobre la desaparición de los idiomas indocostarricenses, su análisis es más profundo y multifactorial, ya que existen influencias demográficas, culturales y educativas.