Es muy probable que la lista de regalos de sus hijos en Navidad incluyera tabletas, celulares, videojuegos o computadoras y que ahora, en vacaciones, nadie los pueda despegar de sus nuevos juguetes electrónicos.
Aunque se trata de una realidad común, el abuso de este tipo de tecnología a edades cada vez más tempranas preocupa a los expertos.
Esto, porque se ha comprobado que, en la niñez, la exposición prolongada a ciertos dispositivos sí puede modificar las conexiones cerebrales y repercutir en áreas relacionadas con el lenguaje, la socialización y la expresión de los sentimientos.
La explicación es sencilla: al estar los niños tan abstraídos con los aparatos, se estimulan en menor medida habilidades como el habla, la escucha, la observación del entorno y la empatía. Por lo tanto, se podrían presentar dificultades en esas áreas.
Un acérrimo defensor de esta tesis es el pediatra especialista en neurodesarrollo Antonio Rizzoli, jefe de la Unidad de Investigación en Neurodesarrollo del Hospital Infantil de México, quien ha estudiado el tema durante 10 años.
Según él, “el 85% del cerebro se desarrolla en los primeros tres años de vida. La primera parte que se forma es la sensorial, y para esto se necesita el constante contacto físico con los padres. El organismo humano no está diseñado para exponerse a dispositivos tecnológicos tan temprano”.
Empero, La Nación halló estudios en cuatro revistas científicas que confirman que infantes menores de tres años utilizan con frecuencia estos aparatos.
Para uno de ellos, publicado en la revista Archives of Disease in Childhood, se entrevistó a 82 padres de bebés de entre 12 y 30 meses. El 87% aceptó que les daba la tableta o el celular a sus hijos para jugar y el 62% dijo haberles descargado aplicaciones.
Aún más: el 91% de los padres indicó que los menores manipulan y cambian imágenes en la pantalla táctil; 50% reveló que su bebé desbloquea el dispositivo, y 64, que el infante busca aplicaciones e interactúa con ellas.
¿Sustitutos? Para Rizzoli, muchas veces, cuando los padres usan la tecnología como sustitutos de la crianza, el resultado es contraproducente.
Por ejemplo, se sabe que el primer año de vida es crítico para desarrollar el habla, pero si un bebé pasa conectado a la tecnología, es menos probable que practique esta habilidad, apuntó.
”Y es aún peor si los padres de un menor de tres años pasan pendientes de la tecnología y exponen al menor a ella”.
Lo mismo podría suceder con los viajes largos. Algunos papás acostumbran darles los dispositivos electrónicos a sus hijos para entretenerlos. “Si esa medida es repetitiva, los niños podrían ser menos sociables y curiosos. Lo ideal es que vean a su alrededor y compartan con los demás, no que estén concentrados en sus pantallas”, subrayó Rizzoli.
El experto sostiene que la tecnología debe verse como un medio y no como un fin. En ese sentido, hace algunas sugerencias para lograr un mejor tratamiento por grupos de edades.
Desde su óptica, los menores de dos años no deben tener acceso a tales aparatos porque para ellos son fundamentales otros estímulos. Sin embargo, si uno de los padres o seres cercanos está lejos de casa, sí se podrían grabar videos o audios para que el bebé o niño pequeño los vea o escuche.
A partir de los tres años, pueden usarse tabletas para leerles a los niños. También se les puede permitir jugar con ellas, pero con la supervisión de un adulto.
“También tienen su forma lúdica, hay aplicaciones para que niños de tres a cinco años dibujen”, aseguró el especialista.
A los seis años podría permitirse que jueguen con consolas, pero durante media hora al día.
Después de los 10 años y con los adolescentes, es preciso insistir en que los dispositivos no pueden interferir con momentos familiares o con la alimentación.
No se trata de satanizar la tecnología. Los teléfonos, tabletas y videojuegos no son riesgosos si se les da el uso correcto y una investigación del Observatorio del Videojuego de la Universidad Europea, de Madrid, comprobó, por ejemplo, que ciertos videojuegos podrían potenciar el liderazgo y agilizar la toma de decisiones.
Además, en el mercado hay aplicaciones de carácter pedagógico que pueden ser ventajosas.
Educar a los padres. Para los especialistas, es inútil educar a los hijos sin hacerlo primero con los padres. Dicha instrucción va en dos vías: para quienes desconocen la tecnología y para quienes más bien tienen una relación de dependencia con esta.
No son pocos los del primer grupo. Un estudio publicado en el 2014 en la revista Journal of Communication indicó que entre un 30% y un 40% de los padres aprenden de tecnología por sus hijos y, al desconocer los alcances de los dispositivos, tienen dificultades para ejercer la supervisión.
“Esto es más común en las mujeres jefas de hogar y en las familias de escasos recursos, donde los padres deben hacer mayores esfuerzos para estar al día”, dijo, en un comunicado de prensa, Teresa Correa, una de las autoras de ese trabajo.
Pero a Rizzoli le preocupa más el segundo grupo (los usuarios dependientes), pues tienen la tecnología tan “incorporada” que primero deben desapegarse de ella para poder educar con el ejemplo.
Entre los consejos que da a los adultos, están: deje a un lado el celular o la tableta cuando esté con sus hijos, no lleve estos dispositivos a la mesa y priorice la comunicación cara a cara.