Un niño menor de siete años no solo vive una vida de juegos, sonrisas, compartir y buen humor.
En estas edades, las emociones también se pueden enfermar. La depresión, aunque no es un mal mayor en estas edades, sí se ve cada vez con más frecuencia.
Aún más, los niños que viven este trastorno, en estas edades, tienen 2,5 veces más de posibilidades de experimentarla en la adolescencia y vida adulta.
Estas son las conclusiones de un estudio realizado por el Programa de Desarrollo Emocional Temprano de la Universidad de Washington, EE. UU.
El reporte, publicado esta semana en la revista American Journal of Psychiatry , alertó que en estas edades la depresión se maneja diferente a otras edades, pues el menor no es consciente de lo que le ocurre y tenderá a aislarse más o hacer más rabietas.
Además, difícilmente disfrutará de otras actividades populares en los niños, como juegos.
Sin embargo, sí hay similitudes con este mal a otras edades: es una enfermedad crónica y recurrente, como se observa en los adolescentes adultos.
El estudio. Para llegar a estas conclusiones, primero desarrollaron un instrumento llamado “Lista de sentimientos en preescolar”, con el que midieron la estabilidad emocional de 246 menores, entre los tres años y los cinco años.
Esta evaluación se volvió a hacer cuando los niños tuvieron entre siete y nueve años y, posteriormente, cuando tenían entre 10 y 12.
Además, se les preguntó a los padres y maestros por los comportamientos de tristeza, irritabilidad, culpa, sueño, apetito y actitud ante el juego.
Por otra parte, se vio la interacción de los niños con sus padres a través de una ventana, en donde los menores no se sabían observados.
Al comienzo del estudio, 74 preescolares fueron diagnosticados con depresión, en la siguiente evaluación fueron 79.
Más del 51% de los 74 menores diagnosticados originalmente tuvieron los criterios de depresión en la segunda evaluación, contra el 24% de quienes no registraron problemas emocionales en la primer prueba.
“Es la misma mala noticia que ya hemos escuchado sobre depresión, solo que en otra edad: es un desorden crónico y recurrente”, afirmó en un comunicado de prensa Joan Luby, directora del estudio.
“Pero las buenas noticias son que si la depresión se identifica temprano, tal vez tengamos una ventana de oportunidad para tratarla de mejor forma y potencialmente cambiar la trayectoria de la enfermedad y que sea menos crónica y menos recurrente”, añadió.
Los investigadores ahora se dieron a la tarea de probar posibles terapias que acompañan la interacción y apoyo de los padres en las actividades.
No obstante, aseguran que falta mucho tiempo para tener resultados definitivos y pueda hacerse una terapia más universal.