Un grupo de investigadores ha demostrado que es seguro -y viable- introducir un nuevo gen en las articulaciones de personas con artritis reumatoide y bloquear el proceso destructivo de inflamación que sufren.
Fueron médicos de la Universidad de Pittsburg, Estados Unidos, los que se aventuraron en probar esta nueva técnica en seres humanos.
Ellos inyectaron células genéticamente modificadas en los nudillos de nueve mujeres posmenopáusicas con severa artritis reumatoide, en lo que se ha converti-do en el primer ensayo clínico de terapia génica para una enfermedad que no es mortal.
Los resultados del estudio, publicados en la última edición de Proceedings of the National Academy of Sciences , han dejado en evidencia que el procedimiento es seguro para los pacientes, y señala que podría ser eficaz para esta y otras enfermedades autoinmunes -producidas por el mismo sistema inmunológico del organismo-.
Con estas pruebas en mano, ahora se abre el camino para desarrollar más pruebas que acaben en llevar la terapia génica a la práctica médica.
El estudio en detalle. La artritis reumatoide ocurre cuando células del sistema inmunológico, por una razón desconocida, empiezan a colonizar los tejidos que rodean las articulaciones.
Allí inician una 'comunicación' con las células sinoviales, las células que recubren las articulaciones. En el proceso de ese diálogo entre células se liberan proteínas (entre ellas la interleucina 1) que hacen que se active la inflamación.
Los científicos buscaron una forma de bloquear a la interleucina 1. El gen que libera la proteína antagonista de la interleucina 1 fue la respuesta correcta, pues inhibe la acción de dicha proteína.
El ensayo clínico se diseñó para comprobar la seguridad de la terapia. Por ello, en el proceso se hizo la introducción del gen en células que habían sido extraídas del cuerpo, cultivadas en el laboratorio y luego analizadas, antes de ser introducidas en las articulaciones de las nueve pacientes.
Además, las voluntarias en el estudio eran mujeres cuyo daño en las articulaciones era tal, que ya se les había programado una operación de sustitución de esas junturas de los dedos por prótesis.
Las pacientes solo conservaron sus articulaciones una semana tras ser inyectadas con las células genéticamente modificadas.
No obstante, esos siete días fueron suficientes para comprobar que el gen introducido se mantuvo en las articulaciones intervenidas y no se desplazó a otras partes del cuerpo.
Además, las pacientes mostraron mejoras en los dedos que habían recibido el gen.
El ensayo se desarrolló hace cinco años y las pacientes aún no han experimentado efectos adversos.