La fascinación de Eunice Odio por la palabra comenzó desde pequeña. A causa del carácter díscolo e independiente de la niña, la madre no la matriculó en la escuela sino hasta los ocho años, a instancias de su madrina; pero ese fue un momento crucial: desde que aprendió a leer, se le abrieron los horizontes inagotables del conocimiento y desde entonces, comenzó su vasta formación humanística.
En su temprana juventud, comenzó a publicar sus poemas en Repertorio Americano, Mujer y Hogar y La Tribuna (1945-1947). Por esa época se relacionó con lo más distinguido de la intelectualidad costarricense: Roberto Brenes Mesén, Max Jiménez, Francisco Amighetti, Yolanda Oreamuno, Margarita Bertheau, Emilia Prieto, José Marín Cañas, Manuel González Zeledón, Max Jiménez, Manuel de la Cruz González, etc., comprometidos con los movimientos de transformación de los cánones literarios y artísticos tradicionales, influidos por las estéticas vanguardistas.
En 1947 sucedió algo que cambiaría el rumbo de la vida de Eunice: su primer poemario: Los elementos terrestres, obtuvo el Premio Centroamericano 15 de setiembre de Guatemala, y su publicación en 1948. Este poemario erótico, de gran lirismo y fuerza expresiva, marcó el inicio de la ascensión de Eunice Odio como poeta reconocida y respetada. Cuando fue a recoger el premio, Yolanda Oreamuno la convenció de quedarse en Guatemala, un país en el que encontró un ambiente propicio para la cultura y gran aprecio y admiración por su obra. Allí radicó desde enero de 1948.
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Es posible que en la decisión de quedarse en ese país también privaran razones políticas. La elección de Teodoro Picado había sido acusada de fraudulenta, y se generó una lucha por el derecho a elecciones limpias. Hubo disturbios y enfrentamientos muy serios que culminaron en la Guerra Civil, que comenzó en marzo de 1948, de modo que el clima político de Costa Rica era demasiado convulso como para regresar. Cabe aclarar que Eunice no fue una exiliada política como Carmen Lyra, Manuel Mora y otros que fueron perseguidos por sus ideas comunistas.
En 1949 obtuvo la ciudadanía guatemalteca. Trabajó en el Ministerio de Educación de Guatemala, dictó conferencias y recitales y ejerció el periodismo cultural.
En 1952 trabajó como periodista en El Salvador. Hacia finales de ese año visitó Cuba, la tierra de sus ancestros paternos y se relacionó con los intelectuales Cintio Vitier, Lezama Lima, Virgilio Piñera y Alberto Baeza Flores, entre otros.
En 1953 se publicó en Argentina Zona en territorio del alba, escrito entre 1946 y 1948. Este poemario fue seleccionado para representar a Centroamérica en la Colección Brigadas Líricas.
Se trasladó a Ciudad de México en 1954, donde vivió hasta su muerte, con excepción del periodo de 1959 a 1962, que vivió en Estados Unidos, tras la ruptura con Antonio Castillo Ledón, a quien había conocido en El Salvador.
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El tránsito de fuego
En 1954 terminó su opera magna: El tránsito de fuego, que había comenzado en 1948. Al año siguiente lo envió por correo para participar en el Certamen de Cultura de El Salvador, habiendo obtenido su publicación en 1957 de parte del Ministerio de Cultura de esa nación.
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Este extraordinario poema ha sido reconocido como una de las más perfectas y acabadas obras poéticas de todos los tiempos, al lado de las mejores creaciones de poesía mística universal. Es objeto de numerosísimos ensayos, artículos académicos, reseñas, se han hecho varias ediciones y ha sido traducido y publicado al inglés.
En 1956, Eunice sufrió dos grandes pérdidas: falleció su amado padre, don Aniceto Odio y su amiga entrañable, Yolanda Oreamuno, a quien Eunice atendió en su penosa enfermedad. Tuvo que pedirle dinero prestado a Salomón de la Selva para efectuar el entierro.
En marzo de 1963 vino a Costa Rica como corresponsal para cubrir una serie de conferencias de los mandatarios centroamericanos con el presidente estadounidense John F. Kennedy. Aunque ya había publicado sus tres grandes poemarios, su presencia en el país como poeta fue inexplicablemente ignorada.
Declaró su posición adversa al estalinismo y al castrismo en artículos como “Fidel Castro, viejo bailador de la danza soviética” o “Lo que quiere Moscú y defiende Sartre” y otros que tuvieron como resultado la marginación de poderosos sectores de la izquierda comunista de aquel entonces, que controlaban gran parte de la actividad cultural y artística de México, hasta el extremo de que se vio obligada a firmar con un seudónimo sus artículos, a fin de que fueran publicados.
En México trabajó en periodismo cultural, como crítica de arte y como traductora de libros y documentos del inglés al español. Publicó cuentos, poemas, ensayos, reseñas y crítica en periódicos y revistas especializadas de arte y literatura.
Fenómenos extrasensoriales, desengaños y rupturas
En octubre de 1966 contrajo matrimonio con el pintor Rodolfo Zanabria, a quien había conocido en 1964. Ella le ayudó a conseguir una beca para que se fuera a París. Trabajó exhaustivamente para enviarle algún dinero y para ahorrar con miras a encontrarse con él en esa ciudad. Durante tres años mantuvieron una correspondencia bastante desigual: tierna y amorosa de parte de Eunice, evasiva y poco comprometida de parte de Zanabria. Este acabó la relación en 1970 sin grandes explicaciones, dejándola devastada y muy lastimada afectivamente.
Desde 1964 hasta su muerte, Eunice publicó en la prestigiosa revista Zona Franca, gracias al apoyo de Juan Liscano. La correspondencia que sostuvo con este humanista venezolano mitigó la inmensa soledad en que vivió los últimos años.
En 1967 ingresó a la Orden Rosacruz, en búsqueda de una explicación para algunos fenómenos luminosos y otras experiencias extrasensoriales que había venido experimentado. Allí alcanzó el Segundo Grado Superior del Templo, a finales de 1968.
No obtuvo la ciudadanía mexicana sino hasta 1972, por lo que cada año tenía que renovar permisos de trabajo especiales. La pobreza, la soledad y el desengaño amoroso la sumieron en el alcoholismo en la última etapa de su vida.
Una muerte prematura e inesperada
Eunice Odio falleció en la Ciudad de México, el 15 de mayo de 1974, según el testimonio de primera mano de Asunción Lascorreta, aunque por errores consecutivos se han consignado otras fechas. Su cuerpo fue encontrado 10 días después de su fallecimiento. El acta de defunción consigna como la causa de la muerte una “congestión visceral” y un paro cardíaco.
Fue sepultada en el Panteón San Lorenzo Tezonco, ubicado en Iztapalapa, que es un cementerio donde se les da entierro temporal a los pobres; los restos de la poeta fueron exhumados e incinerados siete años después de su entierro y entregados a Antonio Castillo Ledón. Cuando él murió, las cenizas de Eunice Odio fueron depositadas en la tumba de la familia Castillo Ledón.
Con encomiables esfuerzos, Alfonso Chase logró publicar Territorio del alba y otros poemas en 1974, el cual, desdichadamente, salió cuando acababa de fallecer la autora.
Una personalidad “reservada, solitaria y retraída”
Los amigos de Eunice la describen como una mujer reservada, solitaria y retraída. En Costa Rica en seis espejos, Stefan Baciu afirma que era “una de las personalidades más discretas e introvertidas y menos dispuestas a participar en la así llamada vida literaria. De la cual siempre huyó, buscando el silencio y la soledad”.
El poeta chileno Humberto Díaz Casanueva perfiló los rasgos generales de su personalidad: “Pasó por el mundo, mínima, con sus grandes ojos de verde esperanza, frágil, pero soberbia, llena de sueños, amores, desventuras, retraída, sin otra charla que aquella dedicada a las más profundas expresiones interiores del hombre, al misterio de su existencia y al milagro de su imaginación. Rebelde, inevitable, perdida en sí misma, atormentada como si hubiera querido dominar el extremo horrible del miedo con el extremo de una fuerza absoluta y propicia. Y murió solitaria, encogida, asesinada por el agua, sin una mano amiga que la detuviera en su implacable descenso”.
En búsqueda de la Belleza, “una forma de Dios”
La ética y compromiso de Eunice Odio con la poesía, con el mundo y consigo misma eran uno y la misma cosa: una búsqueda incesante de la Belleza: “No hay cosa que no dé por la Belleza que es una forma de Dios; la más próxima a Su Naturaleza.”
Para Eunice, el poema se convierte en una especie de transmisor o ejecutante de la palabra, y el poeta en un demiurgo que interpreta y plasma el código secreto. Esta concepción comprende operaciones intelectivas, espirituales y estéticas, ya que implica el conocimiento de una sabiduría universal de orden superior que está fundamentado en la conciencia de un principio cósmico de origen divino:
Ya que confiere a las cosas su ser y naturaleza, el poema no es un conjunto de ideas y palabras sino un orden substancial. Un poema es la acción del Verbo.
El universo poético de Eunice Odio tiene dos grandes vertientes: la mística judeocristiana y el erotismo. La primera implica la noción de una visión trascendental, que se ubica en el orden de lo metafísico, del Logos, como ya se ha mencionado. El referente de la segunda, a veces matizado con elementos bíblicos, es el amor, la carnalidad, la pasión, de lo cual habló abiertamente, destruyendo el paradigma de mujer fundamentado en el modelo patriarcal. Al cantar con una voz clara, audaz y desinhibida la sexualidad, propició formas expresivas innovadoras en la poesía hispanoamericana, dando paso a otras voces femeninas en las cuales todavía resuena el eco de sus palabras. Ambas vertientes gravitan en torno a un solo eje: la Belleza.
Quizás lo esencial es comprender que, para Eunice Odio, el mundo de las ideas y de las formas se encontraban estrechamente entrelazados con la función suprema de crear, con su capacidad de imaginar, cuya originalidad consiste en esa aprehensión nueva y fresca de una expresión inédita, una mirada de múltiples dimensiones, pues su creación artística es, sobre todo, una función de contenido espiritual.
Poseía una sólida cultura literaria, artística, estética y metafísica. Sus ensayos sobre arte se enfocan especialmente en la pintura y la literatura; se caracterizan por la precisión del lenguaje, la penetración del fenómeno estético, la sinceridad de sus juicios y extensos conocimientos en la materia. Además incursionó con mucha seguridad en el ensayo político, en que se observa una gran rigurosidad y exigencia expresivas, aunadas a la aguda percepción de sus juicios, no carentes de mordacidad e ironía.
Una cosecha tardía pero prolífica
Aunque en vida no fue todo lo celebrada que merecía, después de su fallecimiento Eunice Odio ha sido objeto de múltiples reconocimientos. Es citada en antologías de Europa, Norteamérica y América Latina y es objeto de recitales, congresos, conferencias, homenajes, simposios, festivales y talleres de poesía, artículos, tesis, obras de arte: pictóricas, escultóricas, teatrales, musicales.
En su honor, la Editorial Costa Rica creó el Premio Eunice Odio. La EUNA y la EUCR publicaron sus Obras Completas, que han alcanzado una segunda edición, corregida y aumentada, efectuada por la EUCR. Sus libros se han publicado en España, Chile, Argentina, Brasil, Italia, Estados Unidos y Costa Rica. Ha sido traducida al inglés, francés, italiano, portugués, rumano.
Lil Picado le dedicó Trópico euniciano y Monthia Sancho, El rastro de la grulla, entre muchos otros poemas de reconocidos creadores. Aparece en dos novelas de Roberto Bolaño y en una de Sergio Ramírez, en donde la poeta es caricaturizada. José Ricardo Chaves escribió Tránsito de Eunice, una novela biográfica.
Los compositores Benjamín Gutiérrez y Manuel Matarrita han compuesto sendas obras musicales sobre su obra y la cantautora Natalia Esquivel ha musicalizado muchos de sus poemas. María Bonilla acaba de presentar una magnífica dramaturgia escénica: Soy como soy… y no hay remedio, sobre su vida y obra. Varios grupos de danza han hecho representaciones de sus poemas, así como pintores nacionales e internacionales. Es indiscutible que, a 50 años de su fallecimiento, Eunice Odio está más viva que nunca, para orgullo de la Patria y regocijo de quienes tanto la admiramos.
*La autora es catedrática jubilada de la Universidad de Costa Rica.