Indudablemente, don Timothy tiene razón, excepto por un detalle: aun sin la inteligencia artificial, en Costa Rica sabemos desde hace décadas sobre los efectos del cambio climático y el comportamiento del fenómeno de El Niño.
En el mismo foro, el ingeniero Roberto Sasso relató que en 1979, cuando él ingresó a la universidad en Inglaterra, en un rótulo enorme advertían: “La inteligencia artificial siempre es mejor que la estupidez natural”.
La estupidez natural condujo al Instituto Costarricense de Electricidad (ICE) en el 2022 a exportar 773,9 gigavatios hora (GWh) de energía y en el 2023, poco más de 107 GWh.
Para lograrlo, utilizó agua principalmente del embalse Arenal, el único donde se puede guardar el líquido de un año para proveer electricidad en época seca. Por tanto, la previsión, aplicando la inteligencia natural, habría evitado los cortes de energía causados por el bajo nivel y asegurado “el servicio eléctrico continuo en los meses bastantes críticos”, como prometió el confiado presidente del ICE, Marco Acuña, en la conferencia de prensa del 19 de marzo, cuando todavía negaba los racionamientos.
El país tampoco estaría expuesto a perjudicar empresas, estudiantes, trabajadores y personas en general si el ICE jamás hubiera obligado al cierre de plantas privadas en el 2020 e impedido a particulares la producción de energía limpia para abastecerse e inyectar parte del excedente a la red. A quienes colocaron paneles solares, se les demonizó, y para darles una lección se les cobra hasta el 400% en la factura.
Si la estupidez humana no condujera a obviar el cambio climático y poner por encima del bien común el artificial desempeño del ICE, los iceístas no estarían en este momento llamando a la lluvia o suplicando “que llueva, que llueva, la virgen de la cueva”.
gmora@nacion.com
La autora es editora de Opinión de La Nación.
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