La sociabilidad es un elemento esencial que influye de manera significativa en la salud personal y colectiva. Los Centros para el Control de Enfermedades (CDC) de los Estados Unidos indican que las relaciones sociales positivas tienen un impacto profundo en todos los aspectos de nuestra vida: reducen el estrés negativo (distrés), incrementan la calidad de la respuesta inmune a los agentes infecciosos y mejoran la salud emocional y mental.
En conjunto, favorecen la resiliencia ante los retos cotidianos.
La Real Academia Española (RAE) define la sociabilidad como la calidad de sociable, y sus sinónimos son cordialidad, afabilidad, cortesía, gentileza, educación, simpatía. Es la tendencia natural del ser humano a disfrutar la compañía de otros.
Por su parte, la conexión social se refiere a la cantidad y calidad de las relaciones entre individuos, incluidos familiares, amigos, compañeros de trabajo y miembros de los distintos grupos a los que pertenezcamos.
Esas relaciones proveen un sentido de pertenencia, apoyo y seguridad que se traduce en una serie de beneficios para la mente y el cuerpo humanos.
La Organización Mundial de la Salud (OMS) indica que las relaciones sociales positivas disminuyen la cantidad de cortisol (hormona del estrés), que a su vez baja el riesgo de enfermedades, tales como la hipertensión arterial, las enfermedades cardiovasculares, la depresión y la demencia, entre otras.
Lucha contra la soledad
En el 2023, se puso en marcha la Comisión sobre Conexión Social, con miras a hacer frente a la soledad como una amenaza apremiante para la salud.
Los estudios independientes en que se apoya la OMS son abundantes, e indican que tener una red social sólida aumenta la esperanza de vida, pero con calidad, dados los efectos favorables en el sistema inmunitario, pues las personas tienen menos propensiones a enfermar, contrario a lo que ocurre en aquellas que permanecen más aisladas o son socialmente menos activas.
En cuanto a la salud mental, la conexión social desempeña un papel crucial en la prevención de trastornos como la depresión, la ansiedad, la soledad y los disturbios del sueño. Las relaciones sociales positivas proveen alegría y satisfacción en la vida, mayor felicidad y bienestar emocional.
Se puede afirmar que hay una retroalimentación beneficiosa entre la personalidad, las habilidades sociales, el entorno y las experiencias de vida con la sociabilidad y la conexión exterior de una persona, que produce un círculo virtuoso, esto es, una red de apoyo sólida que ayuda a superar desafíos y adversidades, proporciona sentido de seguridad y produce estabilidad emocional.
Asimismo, se ha documentado que relaciones cercanas fuertes y cargadas de afecto estimulan la producción de hormonas relacionadas con la sensación de bienestar: endorfinas, oxitocina, serotonina y dopamina, conocidas como el cuarteto de la felicidad.
En un mundo tendente a insanos estilos de vida, la conexión social funciona como contrapeso, porque estimula la adopción de comportamientos salubres, por ejemplo, una dieta equilibrada, realizar ejercicio en forma regular y visitas más frecuentes al médico, incluidas las de tipo profiláctico.
La influencia suele incentivar el cuidado de sí mismo, contribuye a la prevención de patologías y al esfuerzo de procurar un organismo en buen estado a lo largo de la vida. No cabe duda de que en grupo hay más aceptación y adherencia a las prácticas preventivas y terapéuticas.
Cabe destacar que la conexión social no se limita a las interacciones en persona, sino también a través de las tecnologías de la comunicación, como las redes sociales.
Estas herramientas facilitan la interacción y el contacto con otros, especialmente en situaciones en que la distancia es un obstáculo.
En la era digital, los dispositivos cumplen un papel en la promoción de las relaciones entre las personas y en la facilitación de lazos significativos. La pandemia de covid-19 es un buen ejemplo. No obstante, el equilibrio entre la interacción virtual y la presencial es fundamental, ya que los encuentros cara a cara proveen beneficios únicos en términos de empatía, comprensión y sostén emocional.
Hay que recordar que el contacto físico es terapéutico y que un abrazo fuerte y extenso estimula de forma considerable el cuarteto de la felicidad.
Comunidades unidas
Asimismo, se ha determinado que la sociabilidad fortalece los vínculos y establece redes de apoyo que producen comunidades con una mayor capacidad para adaptarse, enfrentar desafíos y recuperarse después de eventos disruptivos.
En un barrio donde los residentes promueven objetivos compartidos se desarrolla el sentimiento de arraigo; además, la colaboración y el intercambio de recursos y conocimientos es mucho más fácil.
En el lado opuesto, el aislamiento es caldo de cultivo para el surgimiento de grupos sin sentido de sociedad y, por ende, se incrementan las probabilidades de reducir las condiciones de bienestar individual y comunitario.
Así, comunidades donde impera el espíritu de apoyo tienden a organizarse de forma eficiente en pos de mejores servicios públicos, como agua potable, educación y atención de la salud. También surge la motivación para el mantenimiento de la vivienda en buen estado y las áreas comunitarias.
La evidencia apunta a que la interacción social desempeña también un papel cardinal en el desarrollo cognitivo y emocional de las personas.
Quien participa en conversaciones significativas, comparte experiencias y recibe apoyo emocional estimula más y mejor su cerebro y mejora la capacidad de aprendizaje y de resolución de problemas.
La conexión con los otros nos brinda la oportunidad de ampliar nuestras perspectivas, aumentar nuestra empatía y comprensión hacia diferentes culturas y puntos de vista.
Fomentar la conexión social y cultivar relaciones significativas y positivas, ya sea en persona o a través de la tecnología, es esencial para la calidad de vida y promover la salud y el bienestar a lo largo de toda la vida.
Quizá aquello de que “cada uno en su casa y Dios en la de todos” no sea una estrategia adecuada para enfrentar la vida en sociedad.
El autor es médico veterinario, profesor de Epidemiología en la UNA y la UCR. Ha publicado aproximadamente 140 artículos científicos en revistas especializadas.