Sofía Ruiz, pintora costarricense de 42 años, aceptó hacer el retrato del expresidente Carlos Alvarado Quesada como un reto artístico, técnico y personal. La artista usualmente hace mucho retrato femenino e infantil, pero muy poco retrato masculino, y sabía que tendría que lidiar con las expectativas no solo del político, sino de mucha gente. En su trabajo artístico, le gusta siempre aprender y no parar de estudiar, así que aceptó el desafío múltiple.
Lo primero fue aprovechar una visita del exmandatario a Costa Rica en enero del 2023 para que Erick Matamoros le hiciera una sesión de fotos y tener suficientes imágenes para escoger la mejor como base para el retrato. Luego, mensajes iban y venían hasta escoger a la ganadora.
El politólogo y periodista, quien trabaja en Estados Unidos como profesor universitario desde que terminó su administración, tenía claro que quería un retrato sobrio que también recuerde en qué época le tocó gobernar a Costa Rica.
Las pinturas de los exmandatarios forman parte del Salón de Jefes de Estado, Presidentes y Presidentas de la República que se exhibe en la Asamblea Legislativa. Creada en 1833, esta galería exhibe 50 retratos de quienes han conducido las riendas de Costa Rica.
Por su parte, la artista, siempre perfeccionista, se planteó que el retrato se pareciera a él no solo físicamente. “A veces vemos un retrato o una foto de alguien, pero no es su expresión. Quería que tuviera una expresión característica de él”, aportó la artista, que cuenta con más de una treintena de exposiciones colectivas y supera la docena de muestras individuales.
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Ruiz le habló de incluir algún objeto simbólico, más personal quizá, y Alvarado no lo dudó: una mascarilla, tan característica del período de pandemia en el que Alvarado fue presidente, así que la acomodaron como una especie de pañuelo en la bolsa del saco. Además, sugirió incorporar la imagen de su hijo.
“Pensé que en el futuro va a ser muy difícil para la gente entender lo que fue una pandemia. Es una forma de enviar un mensaje al futuro. Y Gabriel siempre ha representado no solo mi amor cómo padre, sino también mi amor por Costa Rica; por eso, quería que me acompañara de alguna forma en el retrato”, explicó el expresidente en su reciente visita al país. Gabriel quedó como un pequeño retrato en el pin que usó en la solapa del saco.
El retrato debería estar listo unos cuatro meses después, lo cual implicaba que la creadora debía correr porque el óleo permite muchas texturas, pero también requiere bastante tiempo de secado. “Uno arma un plan con base en el tiempo disponible”, detalla en su taller en San Lorenzo de Flores, rodeada por un gentío que no se mueve de los cuadros, que solo habla con la mirada.
Antes de empezar a trabajar la pintura investigó bastante acerca de la pinacoteca de la Asamblea Legislativa, en especial para trabajar la composición ideal que tomara en cuenta el gran marco dorado neoclásico de los retratos. “Quería que hubiese una línea con los otros retratos; hay buenos retratos allí”, cuenta.
Mientras iba pintando, Ruiz le enviaba sus avances a don Carlos. Hablaron de luces, de sombras, de detallitos. “Fue un proceso tranquilo”, asegura la egresada de grabado y pintura de la Escuela de Artes Plásticas de la Universidad de Costa Rica.
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Para quien fue el 48.° presidente de la República fue una bonita relación de trabajo. “No lo sabía de antemano, pero resultó que Camilo (el esposo de Sofía) fue el bajista de Evolución, una de las bandas que me gustaban de más joven; eso me ayudó a sentirme muy cómodo, como en familia”, afirmó Alvarado, quien se decidió por Sofía porque su arte muestra gran calidad, detalle y enorme sensibilidad.
El retrato estuvo listo hace un año, esperando el momento justo. Ella considera que la pintura quedó bien, aunque siempre lidia con lo difícil que es saber cuándo una obra está terminada. “Más tiempo, pudo ser más texturas. Sin embargo, a veces mucho más tampoco es bueno”, reflexiona.
Por su parte, el expresidente quedó satisfecho y está consciente de que la rueda inclemente del tiempo se encargará de juzgar. “En el arte como en la política, el veredicto final es de la historia”, sentenció.
El retrato de Carlos Alvarado se unió al famoso Salón de Jefes de Estado, Presidentes y Presidentas de la República el pasado miércoles 17 de abril, siguiendo los pasos del resto de buena parte de los gobernantes desde 1833.
¿Cómo recuerdan esta experiencia otros expresidentes de la República?
Laura Chinchilla Miranda, Luis Guillermo Solís y Miguel Ángel Rodríguez ya habían transitado por esta experiencia: dejar el retrato que los recordaría en el poder, en su mandado, incluso siglos después.
A la presidenta de la República entre el 2010 y el 2014 le hablaron varias veces de la dichosa pintura, pero ella no pudo ponerles mucha atención. “Cuando uno está en el gobierno, todo es tan vertiginoso, hay tanto que hacer”, recuerda ahora.
Durante su administración, a la primera presidenta de la República en la historia patria la acompañaron en su oficina dos retratos: el de Juan Rafael Mora y el de Pancha Carrasco, ambos del mismo pintor: Gonzalo Morales Suárez -conocido como Gonzalo Morales hijo-. “Era un pintor muy connotado; tenía mucha experiencia”, explica la politóloga de 65 años. Así que optó por Morales.
El artista necesitaba una fotografía de ella para trabajar, así que doña Laura recurrió a su hermano, Rafael, para que le hiciera unas fotos en que apareciera “presidenciable”. “Nunca fui de hacerme fotografía; yo no estaba en eso”, agrega.
Se puso el traje blanco que usó en el Traspaso de Poderes y la banda presidencial. No era su foto oficial (no hubo tal, afirma), pero le servía. Con eso, Morales creó el bosquejo del retrato y luego de terminar el gobierno, ella tuvo tiempo para ir a ver al artista y sentarse a tomar un café en paz con él. “Luego se hicieron unos pocos ajustes. Su pincel de una captó lo que quería”, recuerda.
Cuando el artista le preguntó qué quería de aquella pintura, Chinchilla Miranda le dijo quería que se notara que había una presidenta. “La visibilidad me parece a mí que es uno de nuestros grandes problemas. A la mujer le cuesta más hacerse visible… El hecho de que rescatara los colores del Traspaso ayudó a que la gente se diera cuenta de que hay una mujer en el Salón”, comenta.
Y es que efectivamente, los colores que predominan en la galería son oscuros y ella más bien llama la atención con el blanco.
A pesar de lo crítica que es con su propia imagen, la expresidenta quedó “eternamente agradecida” con el pintor y considera que hizo “una excelente pintura”.
Una docena de años antes, Miguel Ángel Rodríguez Echeverría, presidente de la República entre 1998 y el 2002, también había optado por el mismo pintor, cuyo trabajo conocía muy bien. “Él nos había hecho una pintura que es muy valiosa para nosotros de nuestro hijo mayor Miguel Alberto, después de su muy dolorosa muerte a los 15 años, bajando una montaña en la región de Cañas en Guanacaste”, rememora el economista y empresario.
Morales Suárez trabajó basado en una imagen de don Miguel Ángel que le tomó la fotógrafa Gloria Calderón Bejarano, hija del expresidente Rafael Ángel Calderón Fournier y la primera dama Gloria Bejarano.
Rodríguez sigue orgulloso del retrato que le entregaron. “No cambiaría nada. Envuelve mi unión con nuestro amado Miguel Alberto y mi relación amistosa con Gloria y política con su familia”, afirma.
El 25 de abril del 2019 se develó el retrato de Luis Guillermo Solís Rivera, mandatario entre el 2014 y el 2018. Esa fue la primera vez que él vio la pintura realizada por el artista costarricense Miguel Casafont.
Según cuenta el expresidente, la escogencia del retratista incluyó varios meses escuchar ideas, ver referencias, revisar obras realizadas por los artistas, así como conversar con ellos y valorar su disponibilidad. Así optó por Casafont.
Solís Rivera, historiador y politólogo, no quería un retrato frío o neutro. “Quería un retrato que fuera lo más fiel posible a mi imagen al finalizar el mandato presidencial. También quería un retrato que ‘capturara’ mi carácter en la vida pública nacional”, afirma.
¿Cuán satisfecho quedó Solís con el resultado en ese momento y ahora pasado el tiempo? “Siempre un retratado podría desear algún cambio menor en la obra, pero en este caso la misma no puede modificarse. Por lo tanto, habiendo estado satisfecho con ella en el momento de su develación (no la conocí antes de su presentación), lo sigo estando ahora con mi gratitud hacia el maestro Casafont”, contó el académico universitario, de 66 años.
Todas son de esas pinturas que hablan y hacen historia.