El año pasado, tanto en setiembre como en octubre, celebramos los 200 años de la Independencia. Teniendo en cuenta que la Patria, al igual que las personas cumplimos fechas importantes cada año, en este 2022 no es la excepción.
Específicamente, en el 2021, recordamos lo sucedido en 1821, cuando en Costa Rica y en Centroamérica culminó la etapa de la sujeción al Imperio español para dar paso a la contemporaneidad de América. De ser súbditos pasamos a la condición de ciudadanos. De tener autoridades nombradas afuera a darnos nuestro propio gobierno. De ser parte de un sistema de gobierno monárquico hereditario a uno representativo en el que a través de elecciones populares se eligen las autoridades principales.
En este 2022 se debe recordar que, en 1822, se produjo en Costa Rica la vigencia del gobierno propio establecido por el Pacto Fundamental interino de Costa Rica, aprobado en Cartago el 1.° de diciembre de 1821. Una Junta Superior Gubernativa ejercería el poder por un año, es así que, en ese año, Costa Rica fue dirigida constitucionalmente en los términos del liberalismo político.
El 6 de enero de 1822 se instaló en Cartago la Junta Electoral, órgano que revisó y reformó el Pacto de Concordia, y que luego eligió a los miembros de la Junta que inició funciones el 10 de ese mes, con asiento en la ciudad de Cartago. Dicho sea, para más veracidad, integraron ese órgano las siguientes personas: Rafael Barrueta Presidente, José María Peralta Vicepresidente, Juan Mora Fernández Secretario, Santiago Bonilla, José Rafael de Gallegos y Joaquín de Iglesias. Todos los miembros de esa Junta eran personas distinguidas en Cartago y San José, tuvieron participación en los pasos de la independencia y prestaron valiosos servicios. Juan Mora y Gallegos, por su parte, fueron jefes de Estado.
El año 1822, además, fue fundamental para establecer la nueva forma de gobierno, pues heredó las vicisitudes que generó Guatemala al proclamar su independencia el 15 de setiembre de 1821. Ese hecho dejó a Centroamérica en ascuas y abrió un portillo sorpresivo que, en el momento, las provincias no sabían como cerrar.
Guatemala no sólo era la hermana mayor, sino que fue por varios siglos cabeza del gobierno en Centro América, por lo que las gentes consideraron que quedaban huérfanas y acéfalas de gobierno. Quedaba entonces, en perspectiva, una solución: en 1822 debían reunirse diputados de las provincias para proceder de acuerdo con lo establecido en el Acta de Guatemala, dirimir entre todas lo referente a la independencia y su forma de gobierno. Pero en 1822 la situación tomó otro rumbo, los hechos de México repercutían en Centro América, Agustín Itrubide presionó a Gabino Gainza y junto a él a las demás provincias de Centro América para que formarán con ellos una unión política fuerte, con más territorio, recursos y habitantes que prometían mejor futuro, pues con ellos tendrían capacidad para defenderse de peligros externos. Iturbide perturbó a Centroamérica, ocasionó enconadas discusiones entre rivales y desvió las esperanzas de resolver ellas solas la situación de la independencia y su futuro político.
Yo considero a 1822 “año aciago” por la afectación que causó la posibilidad de unión con México, o la marcha de una Centroamérica sin depender de otros. La situación subsiguiente agitó más a El Salvador, Honduras y Nicaragua. Costa Rica fue sumida en la incertidumbre que se volvió casi penosa en ese año y funesta en el 1823. En el primer caso, fue el enfrentamiento entre las facciones anexionistas y las republicanas y en el segundo el choque entre Cartago y San José y con ello la “escaramuza de Ochomogo”. Además, fue aciago por el terremoto del 7 de mayo y otros hechos.
En enero de 1822 Miguel González Saravia, Jefe Político de Nicaragua, sin razón legal pedía explicaciones a Costa Rica por haber creado y puesto a funcionar la Junta de Gobierno. Este órgano dio la siguiente respuesta: “ya en Costa Rica se consideraban independientes, con derecho a darse su propio gobierno y actuar sin ataduras, que aquí se evitaba caer en la anarquía, que se buscaba salvaguardar la paz y tranquilidad de la provincia”.
Fue esta Junta la que recibió tiempo después la noticia de otro suceso en Guatemala: la Junta Consultiva había acordado la anexión a México el 5 de enero de ese año, hecho que dejó en la cuerda floja lo establecido en el artículo 2° del Acta de Guatemala de setiembre de 1821. Ese hecho agitó más las discrepancias existentes entre Guatemala, El Salvador y Nicaragua, a la vez atizó la polémica en Costa Rica con respecto a la anexión a México, pues en San José la propaganda en contra de la anexión era fuerte. En Cartago, por su parte, por un lado había partidarios a la unión, a la vez adversarios, Osejo y otras personas organizaban tertulias patrióticas a favor de leyes liberales y gobierno propio, mientras que en Alajuela actuaron grupos a favor y otros en contra que aceptaban más las propuestas de San José. En Heredia, desde el primer momento, se adhirieron a la corriente seguida por León de Nicaragua, rechazaron el Pacto de Concordia, se inclinaban por la corriente imperialista y actuaban a espaldas de Cartago.
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En la provincia fue creciendo el temor a una posible invasión de Nicaragua, las amenazas de González Saravia se difundían y creaban miedo entre los habitantes. Costa Rica reclamaba a Nicaragua el pago de las remezas de cacao que estaban pendientes y León entorpecía el comercio, lo que ocasionaba una preocupación económica. El comercio con Panamá si funcionaba, se procuraba mantenerlo, defendían su relación con ellos para afirmar su posición. De hecho, en ese mismo año, Costa Rica declaró la libertad de comercio con todo el continente americano.
Después de las varias alternancias de enero de 1822, la Junta encausó su acción en el gobierno y desarrollo interno. Al lado de ella los ayuntamientos colaboraban con la administración de los pueblos.
La tierra se movió
Fuera de la inquietud generada por los sucesos de México, el año avanzaba con pocas alternativas y la paz y tranquilidad que se buscaba fue sacudida por la naturaleza, pues en la madrugada del 7 de mayo se produjo un fuerte terremoto. Este evento provocó un enjambre de sismos que duró un año, intranquilizando a los habitantes, en especial los del Valle Central y la costa del Caribe.
En el registro histórico, en Cartago el terremoto ocasionó daños en edificios y casas. Afectó al edificio del Ayuntamiento, al cuartel y el endeble templo de la Virgen de los Ángeles quedó en ruinas. En San José también hubo daños, incluso, el edificio de la Factoría de Tabaco -que era de las mejores edificaciones- fue afectado.
En menor grado fueron afectadas Heredia y Alajuela. Por los datos que trascienden, el sismo tuvo su epicentro en Punta Mona, al sur de Limón, afectando toda la costa y la región de Talamanca. Un comerciante extranjero, originario de Escocia se encontraba en esa zona y aseguró que a los indígenas del lugar los afectó mucho el terremoto. Agregó que su espanto fue enorme por la gran sacudida y describió que la tierra trepidaba, los árboles se bamboleaban, los animales corrían asustados, sus alaridos eran angustiantes, las aves despertaron y revoloteaban desaforadamente, los monos aullaban. En la zona de los indígenas los ranchos quedaron torcidos y quebrantados.
En la costa el suelo se levantaba, la tierra se agrietó, la arena de la playa quedó amontonada hacía afuera formando surcos, el mar se agitó con fuerza, una laguna en donde estaban amarradas unas lanchas quedó seca. El movimiento telúrico se sintió también en el Istmo de Panamá. Se puede especular que el evento responde a las fallas de la región tectónica Costa Rica–Panamá. En Matina se sabe que el temblor sembró el pánico y ahuyentó a los pocos vecinos que habitaban allí, quien abandonaron el lugar y corrieron hacía Cartago, dando cuenta del fenómeno natural.
A consecuencia del sismo se apaciguaron los ánimos, los arrestos de enfrentamiento entre anexionistas y patriotas amainaron. La Municipalidad de Cartago buscó establecer la paz y fraternidad con la Junta de Gobierno. El Ayuntamiento de San José se reunió en Cabildo abierto y se declaró que: “La misericordia de Dios pedía detener la discordia, evitar una lucha más agria, que ese evento natural conminaba a los pueblos a mantener los sentimientos de paz, unión y armonía”. Por medio de cartas, los ayuntamientos y la Junta de Gobierno procuraron mantener la mejor relación. Algunas personas consideraron que ese sismo fue “un castigo divino por haberse separado de España”
En general, lo pendiente era la decisión de rendir juramento a las autoridades mexicanas, hecho que no se producía por que en realidad la anexión era indecisa. Una futileza impedía realizar la sumisión, pues el acto de juramento a Iturbide o al Imperio era aclamado por algunos individuos y por el Ayuntamiento de Cartago, pero en cambio no había interés en la junta por tal paso, menos en San José y Alajuela. Precisamente, la Junta elaboró un manifiesto que sería enviado a México, en él daban cuenta de la situación política en Costa Rica, las vicisitudes existentes que impedían dar el paso para consumar la anexión y aprovecharon para notificar sobre el terremoto, las secuelas que dejó, la urgencia de reparar los daños y la falta de recursos. En esa misma línea, pedían el auxilio económico al poderoso país del norte para mitigar los daños y esperaban la ayuda. No hay noticia de la respuesta; en México la situación política era crítica y la económica no andaba bien por los trastornos que ocasionó la larga guerra, situación aún no resuelta. En México Iturbide había sido proclamado Emperador en mayo de 1822 y en junio tropas mexicanas invadieron Guatemala.
En 1822, bastante se discurrió sobre la ocurrencia estampada en el Acta del 29 de octubre y la anexión a México estuvo en un impase; se establecieron condiciones para dar el paso y eran tales las peticiones que más parece era una excusa para no realizar tal unión. El 2 de setiembre se reunieron en San José representantes de los ayuntamientos y una larga discusión llevó a plantear alternativas más centroamericanistas, en donde la supeditación a México estaba más alejada. Por un lado, no había acuerdo sobre la fórmula para realizar el juramento, por otro, la Junta buscaba todos los recursos para impedir tal acto. A la vez, la situación en México no era pacífica, Iturbide después de mucho jaleo había sido proclamado Emperador en mayo de 1822 ante presión militar y de una turba.
Agustín I, ya en el poder, sufrió la oposición del Congreso mexicano, al no ponerse de acuerdo sobre aspectos del gobierno y la aprobación de la constitución. En octubre de ese año, el Emperador dispersó a los miembros del Congreso, gobernó sin constitución en forma dictatorial y la agitación fue tal que, en Veracruz, militares y políticos proclamaron la República.
Sin tener alternativa, Iturbide abdicó el 19 de marzo de 1823. El Emperador apenas gobernó 10 meses, sufrió exilio y luego la muerte. La asonada de Ochomogo en Costa Rica fue en abril de ese año, dos semanas después de la debacle imperial mexicana. Finalizó ese episodio y ya no era necesaria la anexión. México no gobernó a Costa Rica y la ocurrencia del 29 de octubre quedó en el papel. Tras los hechos los costarricenses se aprestaron a enfrentar su propio destino, herencia que llega hasta hoy.