San José se convirtió en una misión personal para el arquitecto Andrés Fernández, tanto que ahora él se ha convertido en la memoria oficial de sus historias –sin título formal–, esas que la capital resguarda entre edificios, proyectos sin sentido, fragmentos olvidados, periódicos viejos y fotografías maravillosas.
Crónica a crónica, Andrés el memorioso nos ha obligado a volver a ver a San José, descubrirla con una mirada que profundiza en cómo nació tal edificio, quién lo hizo, por qué tiene ese estilo y, muchas veces, cómo desapareció y dónde estaba ubicado. El investigador, profesor y crítico volvió esa misión personal una serie de libros de crónicas sobre arquitectura histórica josefina que cumplen una década con su cuarto fruto: Ciudad en tránsito, texto publicado por la Editorial Costa Rica.
Fernández insiste, aunque sorprendido y furibundo ve cómo la ciudad se sigue perdiendo. Sin embargo, es persistente y usa su voz y su pluma para seguir recordando, seguir recordándonos.
A propósito de este cuarto libro de crónicas y de este andar por las historias de la capital, conversamos con el investigador, que siempre gusta de ir contracorriente.
–Al llegar a su cuarto libro de crónicas sobre arquitectura histórica en San José, ¿qué certezas le han quedado luego de hacer estas recopilaciones?
–Certezas, varias, y todas ellas constatan lo que ya presuponía desde el inicio de mi trabajo hace décadas ya: San José fue una ciudad en el sentido estricto de la palabra, con un centro consolidado, pleno de edificios institucionales que representaban bien al país, con un comercio impresionante y una vida social muy activa; con barrios “buenos” y “malos”... Con todos los vicios y virtudes de cualquier urbe histórica, solo que muy nuestra.
”Por otra parte, si hace 10 años, cuando se publicó Los muros cuentan –primer libro de la serie– tenía el deseo de continuar por este camino, ahora tengo la certeza de que debe seguir, de que estos libros llenan un vacío en el deseo de muchos costarricenses de saber sobre su ciudad y qué fue lo que pasó con ella. Y, conste, no lo digo yo: lo dice la Editorial Costa Rica, que debido a su demanda en el mercado debe estar reimprimiéndolos cada tanto”.
“San José fue una ciudad en el sentido estricto de la palabra, con un centro consolidado, pleno de edificios institucionales que representaban bien al país, con un comercio impresionante y una vida social muy activa; con barrios “buenos” y “malos”...”.
— Andrés Fernández, arquitecto, investigador y cronista urbano
–¿Qué versión de San José retratan en esta ocasión estos textos?
–Como en las tres ocasiones anteriores, los textos retratan fragmentos del San José liberal o, si se quiere, del San José cafetalero que va de 1848, con la fundación de la República, a 1948, con la Guerra Civil de ese año. Una vez más, el plan fue abarcar edificios, monumentos, plazas, barrios y creadores... Documentarlos muy bien, mostrarlos en fotografías y, sobre todo, contarlos, llevarlos a la gente de una manera amigable, amena, muy tica.
–Este es un ejercicio para hacer memoria sobre historia y sobre arquitectura. ¿Qué ha aprendido en ese recorrido y de qué nos quiere convencer?
–El aprendizaje es, sin duda, lo más rico para el autor de libros como los de esta serie, pues escribirlos en la actualidad es un viaje por el pasado, pero por un pasado fluido porque, al no tener las crónicas un orden cronológico, todo parece fluir alrededor mientras se indagan y se escriben. Es un poco alucinante, la verdad.
”Por eso, también, no es difícil pasar por alucinado, loco o quijotesco al seguir en ello; porque, aunque no es mi deseo convencer a nadie de nada, los libros parecen llevar un cometido de convencimiento. Algo así como: “vean, Chepe fue así o asá, pero que tenía su belleza urbana, la tenía y mucha” ... Aunque eso sea arar en el desierto”.
–¿De verdad piensa que es un ejercicio anacrónico? En todo caso, a usted le gusta ir contracorriente…
–¡Ja, ja, ja, ja! Pues sí. Anacrónico porque es a destiempo, primero. También, y ante todo, porque mi trabajo trata de una ciudad que yo no conocí, que no viví; una ciudad de otra época, pues. En ese sentido, estoy claro de que toda crónica es de por sí anacrónica porque jamás los tiempos de escritura van a coincidir con los de lectura, pero, en este caso, el anacronismo es absoluto... Y sí es parte de mi llevarle la contraria al mundo que me tocó vivir (Vuelve a reír).
–El título habla de una ciudad en tránsito y usted ha sido muy crítico sobre ese tránsito en la actualidad. ¿Cuál es su principal preocupación acerca de la arquitectura histórica de San José ahora y en general de la capital?
–Como lo anoto en el prólogo, personalmente no pienso que nuestra ciudad capital vaya para ninguna parte. Si para algún lado va, ese lado será el que decidan los ciudadanos –conste que no digo sus habitantes–. Al respecto, mi escepticismo es crónico: sin remedio.
”En cuanto a cuál es mi principal preocupación sobre la arquitectura histórica de San José desde la perspectiva de Ciudad en tránsito, pues le diré que es la misma que ha alimentado los tomos anteriores y la que guía mi trabajo: lo que está detrás de ella, es decir, no la arquitectura en sí, sino quiénes, cuándo y por qué la hicieron; por qué se levantaron esas casas y quiénes las habitaron, por qué están aquí y no allá, en este barrio o en el otro...
”Mi preocupación no es, pues, cómo está hoy o qué le pasa a esa arquitectura capitalina, si no quiénes somos nosotros, los josefinos y los costarricenses hoy, qué nos pasa que poco nos interesa el pasado, corto pero glorioso, de nuestra patria... Porque así como se destruyeron y se destruyen los edificios que hicieron nuestros antepasados, me parece, así estamos destruyendo o dejando que otros destruyan la patria que también construyeron ellos”.
–Se confiesa cronista de una ciudad que dejó una conversación interrumpida. ¿Definiría a San José como una ciudad fallida?
–Bueno: es que es una ciudad fallida. A ver: casi nadie vive en su centro y, de los que viven ahí, muchos son migrantes, extranjeros... Porque la ciudad, no lo olvidemos, tiene una dimensión construida, hoy en ruinas; pero, por lo dicho, más ruinosa aún está su dimensión humana, social. Y no hablemos ya de sus barriadas, cada vez menos pobladas de josefinos con arraigo...
”La conversación histórica de una ciudad, su diálogo y su dialéctica, solo son posibles cuando aquellas dos dimensiones están vivas y dialogantes. No en balde, los romanos llamaban a la ciudad construida urbs y a la ciudad política civitas: juntas, eran la ciudad viva de su universo imperial, universo en constante construcción”.
–Dice que a los josefinos y a los costarricenses nos interesa poco “el pasado, corto pero glorioso, de nuestra patria”... ¿Cuáles son los efectos en la ciudad y en la memoria de ese desinterés? ¿Cómo nos pasó esto?
–Los efectos en la ciudad son evidentes: lo que no sé conoce, y no se conoce porque no se recuerda, se desprecia e infravalora. El resultado de ello, es una destrucción del patrimonio histórico arquitectónico como la sucedida en San José: irresponsable e impune.
“En la memoria, el resultado es vivir en un eterno presente, sin trascendencia alguna”.
“La memoria es histórica y, por lo tanto, urbana; un país de gente que en su mayoría no es urbana, civilizada, porque la suya fue una ciudad fallida, es un país desmemoriado. Por eso nos pasó, nos pasa y nos seguirá pasando lo que vivimos hoy”.
“No solo la ciudad de Nueva York tiene ocho millones de historias, como dice Pedro Navaja –“la vida te da sorpresas”, dice también–, y San José es sorprendente en cuanto a eso de contarnos historias, anécdotas, chismes y chistes por medio de sus edificios y sus parques, de sus muros y calzadas”.
–Es un autor muy prolífico. ¿De dónde surgen tantos temas sobre arquitectura histórica josefina? ¿Cómo ha logrado que sea una veta tan rica?
–Lo que sucede es que no solo la ciudad de Nueva York tiene ocho millones de historias, como dice Pedro Navaja –“la vida te da sorpresas”, dice también–, y San José es sorprendente en cuanto a eso de contarnos historias, anécdotas, chismes y chistes por medio de sus edificios y sus parques, de sus muros y calzadas. Chepe es en sí misma una veta muy rica para contar; eso es lo que he venido haciendo y haré mientras el Señor me dé fuerzas para ello.
”Lo que sucede, a mi juicio, es que la memoria del costarricense en general y del josefino en particular es muy corta, pero la arquitectura permanece y nos habla. De verdad que los muros cuentan cuando se sabe preguntarles, entrarles, como decimos los ticos... Y se sueltan a contar un pasado que resulta fascinante”.
–¿Qué temas le faltan por abordar en este tipo de crónicas? ¿Cuáles son, a su juicio, los grandes vacíos que le falta llenar?
–Muchos, muchísimos porque esta es una tarea. Suelo decir que, como la de Tito Livio, el historiador romano, esta es una labor enorme y que apenas se llenará con unos 10 o 12 tomos similares a este de Ciudad en tránsito y a los demás.
”En alguna ocasión, conversando al respecto, me decía el maestro y amigo don Felo García, que aún siendo esa cantidad de tomos, cuidado si no me quedaba corto... Es tanto lo que hay que contar, que decir de San José desde su arte, su arquitectura y su urbanismo, que ya veremos. Yo más que vacíos, veo retos, oportunidades para mi curiosidad urbana”.
”Este 2023 se cumplen 10 años de crónicas publicadas en los tomos dichos, 20 de mi primer libro (’Un país, tres arquitecturas’. Editorial Tecnológica, 2003), 25 de colaborar con la revista ‘Áncora’ del periódico ‘La Nación’, donde se han publicado casi todas las crónicas... ¡Diay! Yo siento que apenas estoy empezando con Chepe”
–Lo suyo con San José es pasión de la más genuina. ¿Qué otros proyectos están por nacer de ese amor tan fecundo?
–Aparte de seguir adelante con las crónicas y sus libros, vienen y vendrán otros proyectos editoriales que empiezan a cocerse ya, a documentarse, y para los cuales hay esquemas, notas, fotografías, recortes de periódico, entrevistas y mucho material en archivo.
”Este 2023 se cumplen 10 años de crónicas publicadas en los tomos dichos, 20 de mi primer libro (Un país, tres arquitecturas. Editorial Tecnológica, 2003), 25 de colaborar con la revista Áncora del periódico La Nación, donde se han publicado casi todas las crónicas... ¡Diay! Yo siento que apenas estoy empezando con Chepe”.
10 preguntas y respuestas breves
Mercado Central de San José: “Los almuercitos de repollo de la sodita San Bosco”.
Art Decó: “El San José de las décadas de 1930 y 1940″.
El edificio más fabuloso de San José: “El Sagrario de la Catedral... y eso que no es el original”.
Bar La Bohemia: “El mejor lugar de la capital para pasarla bien”.
Personaje histórico y personaje actual favoritos: “Ricardo Jiménez Oreamuno y yo”.
Cristo Rey: “El barrio de infancia de mi padre”.
Barrio Amón: “Muchos y buenos amigos”.
El peor defecto de San José: “Sus aceras... si así pueden llamarse”.
Lo más hermoso de San José: “La poca gente que le queda(mos)”.
La pérdida más dolorosa de la ciudad: “La de su gente, a partir de 1960″.