“Rogelio Fernández Güell está ungido por su muerte gloriosa como héroe nacional. Poeta, escritor y soldado como Martí en Cuba. Su nombre pertenece a la historia de Costa Rica por su vida intelectual y por su muerte magnífica. Su figura de relieve heroico ha de resurgir en bronce algún día”.
Tan acertadas y contundentes palabras fueron plasmadas en 1942 por el literato, jurista y catedrático Rogelio Sotela Bonilla, quien así se refirió en su libro Escritores de Costa Rica a la eximia figura de Fernández Güell, acerca del quien se proyectaba erigir un monumento casi desde el momento mismo de su muerte.
Así, hace una centuria, Costa Rica le tributó un primer homenaje público a dicho personaje, el cual tuvo como certero escenario a la principal vía de tránsito de la ciudad de San José. Hecho que, por supuesto, no fue producto del azar, sino el resultado de un concatenado cúmulo de eventos históricos previos.
Tres siglos atrás
Sobre el origen histórico más remoto de la ciudad de San José se han escrito numerosas obras, siendo lo cierto tres fechas: la orden de creación de su primer oratorio (1736), la terminación de dicha estructura (1737) y la conminación a los habitantes de sus inmediaciones para que se avecindasen allí (1755).
Por lo anterior, ya para mediados del siglo XVIII, la entonces Villa Nueva de la Boca del Monte (nombre originario de nuestra capital) era una realidad como Villa Vieja desde 1714 (Heredia) y como lo sería Villa Hermosa desde 1782 (Alajuela). Así, el novel asentamiento se ubicó en un punto equidistante entre cuatro antiguas reducciones (pueblos) aborígenes: Curriravá (Curridabat, este), Pacaqua (Pacaca, oeste), Accerri (Aserrí, sur) y Barvac (Barva, norte).
Precisamente, la vereda utilizada para trasladarse desde Curriravá hasta Pacaqua o viceversa fue la senda junto a cual se erigió la primera ermita de San José (actual tienda Scaglietti); por lo tanto, se convirtió en la primera vía de la futura capital (Fernández, Andrés, Pasado construido, 2016). Camino que luego empezó a conocerse con el apelativo colonial de Calle Real, dada no solo su estratégica posición, sino las actividades políticas y comerciales ahí desarrolladas.
Ilustre desarrollo
Cuando se elaboró el primer plano de Villa Nueva (dibujado en 1794 por Manuel de la Torre R.), el trazo de la Calle Real se mantuvo incólume desde lo que luego sería Cuesta de Moras hasta el futuro Paseo Colón.
Ya en el siglo XIX, San José recibió el título jurídico de ciudad (1813), varios de sus habitantes participaron en el proceso independentista (1821) y recibió el designio constitucional como nueva capital costarricense (1823). Hasta algunos lustros después se empezaron a tomar las primeras medidas para modernizar la incipiente Calle del Comercio o Calle Principal, apelativos que surgieron del desuso paulatino del de Calle Real, por uno más acorde a los nuevos tiempos que transitaba nuestro país.
Durante los visionarios gobiernos de Braulio Carrillo C. fue cuando se empedraron las calles josefinas, se amplió su ancho a 12 metros y se abrió un canal en el centro para el desagüe de aguas. Esto se aplicó en la Calle del Comercio, la cual, además, fue también consignada en el conocido Plano de Gallegos, cuya confección fue obra de Nicolás Gallegos (1851) como segundo mapa de nuestra capital (Quesada, Florencia, La modernización entre cafetales, 2011).
En 1868, la ciudad de San José fue dividida en cuatro distritos: Carmen, Hospital, Merced y Catedral. División que, precisamente, se realizó a partir de la conjunción entre la citada Calle del Comercio y la antigua Calle del Carmen.
Ya en el siglo XX, las autoridades municipales capitalinas adoptaron una acertada decisión. En 1904, se eliminó el uso de nombres decimonónicos y se implementó el sistema de calles y avenidas. Así, las calles partirían de la ahora Calle Central (antigua Calle del Carmen) en sentido norte-sur y tendría numeración impar hacia el este y par hacia el oeste, mientras que las avenidas comenzarían en la nueva Avenida Central (antigua Calle del Comercio) en sentido este-oeste y con numeración impar hacia el norte y par hacia el sur (Álvarez, Yanory y Gómez, Dennis, San José de antaño, 2000).
Intelectual multifacético
Desde siempre, Rogelio Fernández Güell tuvo una muy estrecha relación con la ciudad de San José; es más, cuando nació (mayo, 1883), su padre, el general Federico Fernández O., era el gobernador de la capital.
Sus primeras improntas intelectuales las desarrolló en dicha localidad, las perfeccionó en el extranjero y las completó de nuevo en San José, destacando como periodista, literato, filósofo, orador, diplomático, ensayista, funcionario, académico, polemista, diputado constituyente, revolucionario, espiritista y masón.
En San José laboró por vez primera en actividades periodísticas, publicó sus primeras obras literarias y experimentó una virulenta persecución por sus luchas políticas, lo cual lo hizo viajar a España en resguardo de su vida (1904). Para 1907 se dirigió a México, donde, además de desempeñar ostensibles cargos públicos, se convirtió en uno de los amigos más cercanos del presidente Francisco I. Madero. Empero, el ruin asesinato de dicho gobernante hizo que regresase a Costa Rica en 1913.
Una vez domiciliado de nuevo en San José, retomó sus actividades intelectivas y laborales; en 1915 fundó el afamado periódico El Imparcial, cuya sede ubicó en la confluencia de la Avenida Central y la calle 4ta. En 1917 fue electo como diputado constituyente por la provincia de San José, lo cual le resultaría muy honroso, pero sería también el origen de su trágica muerte.
Homenaje centenario
Tanto desde su curul constituyente como desde las páginas de El Imparcial, Fernández Güell fustigó con vehemencia al gobierno del general Federico Tinoco G., lo que provocó no solo el cierre de dicho medio informativo, sino el inicio de la rebelión armada del primero contra dicho mandatario (1918).
No obstante, la lucha revolucionaria de Fernández feneció de modo abrupto, por lo que optó entonces por dirigirse a Panamá para salvar su vida, acompañado por varios correligionarios. De modo ignominioso, dicho grupo fue interceptado en la localidad puntarenense de Buenos Aires; Fernández y casi todos sus compañeros fueron acribillados a balazos.
Finalizado el gobierno de Tinoco y cuando se empezó a remembrar a los líderes que habían propiciado su salida, el Consejo Municipal de San José honró la memoria de Fernández con un doble objetivo. Tanto por sus numerosas relaciones personales con la capital, como por su egregio papel revolucionario, dicho ente público decidió, ya hace 100 años exactos (diciembre, 1919), designar a su vía principal como Avenida Central Rogelio Fernández Güell. (Zeledón, Elías, Biografías costarricenses, 2013).
Lamentablemente hoy casi nadie nombra a nuestra principal vía capitalina con su nombre formal, sino de modo lacónico como la avenida central. Si bien es cierto, el homenaje estatuario que el literato Rogelio Sotela planteó para Fernández Güell todavía e inauditamente no se ha materializado, por lo menos los costarricenses debemos de honrar su memoria con la correcta referencia de la avenida que ostenta su nombre.
*El autor es director de la Cátedra de Historia del Derecho de la UCR e integrante de la Comisión Nacional de Conmemoraciones Históricas.