Algunas películas nacen en medio del peligro. Mohammad Rasoulof lo sabe, pues su carrera ha sido de alta tensión desde hace años, ante la represión del gobierno de Irán. La semilla del fruto sagrado (2024) estaba predispuesta al escándalo por el mero hecho de exisitir. Que ya la podamos ver en salas de Costa Rica es casi un milagro.
La distribuidora Pacífica Grey trae al país esta cinta nominada al Óscar como mejor película internacional y ganador del Premio Especial del Jurado en Cannes, donde se estrenó en mayo del 2024. Justo por entonces surgió el escándalo: el director fue condenado a ocho años de prisión. De alguna manera logró fugarse del país y llegar al estreno en la alfombra roja, en medio de protesta internacional por su libertad.
El fruto del título se refiere a una especie de higo que se enreda en torno a otro árbol hasta estrangularlo; es considerado un símbolo de la teocracia iraní. La película transcurre en el contexto de la represión hacia las mujeres y miles de manifestantes entre 2022 y 2023, que atrajeron admiración y temor alrededor del mundo.
Iman es un juez de la corte revolucionaria, que procura mantenerse fuerte de peligro. Pero el ambiente es de paranoia total, extendida por todos los recovecos por la violencia represiva que se cierne sobre todos los ciudadanos que se atreven a manifestarse. Desaparecer su pistola. ¿Fueron sus hijas? ¿Su esposa? En nadie se puede confiar.
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La película se filmó en la clandestinidad, durante los festejos de año nuevo. Rasoulof, ganador del Oso de Oro por There Is No Evil (2020), sabía de su condena y produjo la cinta mientras se confirmaba la sentencia. Al final, cuando todo se desmoronó, tuvo dos horas para decidir si se quedaba en Irán o huía. Dejó todos sus dispositivos en casa y cruzó la frontera a pie. Varios miembros del elenco y de su equipo tuvieron que exiliarse también. La tensión de la vida real traspasa la pantalla en una película tensa, abrumadora y por ratos hasta lacerante.
¿Cómo cuenta la película lo que sucede en Irán?
Para entender Irán no nos podemos quedar ni con lo que dicen quienes siguen allí ni con lo que dice la diáspora, dice Rasoulof. Es una situación particular que deberán resolver los iraníes.
“Hay toda una generación de jóvenes artistas y cineastas en Irán que se encuentra en una situación sin precedentes, en una situación muy específica: sus cuerpos son tomados como rehenes dentro de un sistema extremadamente opresivo en el que no son libres en cuanto a sus movimientos, su producción, su pensamiento y su expresión. Pero sus cabezas, sus mentes, están en un nivel completamente diferente”, afirma el realizador.
“Se nutren del contexto de toda la producción mundial y producen, crean e intercambian obras que tienen que ver con ese mundo exterior al que realmente pertenecen, un mundo mucho más grande que aquel en el que están atrapados. Eso es lo que extraño”, dijo en una entrevista con The Hollywood Reporter.
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En La semilla del fruto sagrado, apreciamos esa tensión incluso en la textura de las imágenes. Si bien pasamos mucho tiempo con la familia en su casa (donde las mujeres no portan hijab), la vida exterior empieza a filtrarse por sus teléfonos, y lo que vemos con ellas es el registro de las protestas masivas. Imágenes que quizás vimos nosotros mismos en nuestros celulares las asedian a ellas también.
Pronto aquello se manifiesta en un personaje, una mujer herida que también debe protegerse de la mirada del padre, del juez, del hombre. Hay mucho de alegórico en la película, que se mueve como una pieza clásica, pero la suciedad del mundo real, las astillas y el humo de la calle revientan el orden y la forma.
Quizás algún día la película se muestre en Irán, pero no tenemos forma de saberlo. “Una gran diferencia con la nueva generación es que lucha por la libertad, lucha por la vida, glorifica la vida y valora el acto de luchar por la vida, no por la muerte”, dijo Rasoulof en una entrevista.
“Por eso, su percepción y comprensión de la vida son muy diferentes de las de las generaciones anteriores. La nueva generación tiene una comunicación muy amplia con el mundo que la rodea y se ve a sí misma como parte de ese mundo, gracias, por supuesto, a las redes sociales”, dijo a Script.
Que veamos La semilla del fruto sagrado en las salas de cine también nos hace partícipes, aunque sea en mínimo grado, de esta historia.
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