
Así como la historia patria atesora una serie de eventos fundamentales, el movimiento teatral costarricense debiera conservar el recuerdo de acontecimientos “cumbre”, de relevancia en la formación de las nuevas generaciones de las escuelas de artes dramáticas, por lo ejemplarizantes que resultan y por el reconocimiento que significó para sus protagonistas y el movimiento teatral en sí. El montaje de la pieza de Willy Russell, Shirley Valentine, en enero de 1992, actuada por Haydée De Lev, traducida y dirigida por Daniel Gallegos Troyo y producida por David Vargas -responsable también de la escenografía y las luces-, es uno de esos hitos que no tienen parangón en la historia teatral del país. No reconocerlo y no divulgarlo sería mezquindad pura. Así de simple.
Una londinense de clase media
Russell, novelista, dramaturgo, guionista, cantante y músico, nacido en Liverpool, en 1947, tiene a su haber una serie de exitosos títulos para el teatro, entre ellos Hermanos de sangre, Al final de la carretera, Educando a Rita y, por supuesto, Shirley Valentine.
Shirley es una ama de casa londinense de clase media, cuya vida ha caído en la más absoluta rutina. Es una mujer que ha sido degradada, humillada e ignorada por su marido y por sus familiares más cercanos. Nadie la escucha, razón por la cual le conversa a la pared de su cocina, confidente y testigo de una decisión trascendental que le cambiará la vida para siempre. Shirley bien podría ser una mujer de cualquier ciudad del mundo. Ese es precisamente uno de sus méritos.
La transmutación del metal en oro
Daniel Gallegos Troyo había tenido oportunidad de conocer y trabajar con Haydée De Lev, desde 1967, cuando ella decidió hacer un “Programa de autores nacionales” con el Grupo Israelita de Teatro (apoyado por la Dirección General de Artes y Letras del Ministerio de Educación Pública), y consiguió que Gallegos Troyo lo dirigiera. Gobierno de alcoba, de Samuel Rovinski y Algo más que dos sueños, de Alberto Cañas Escalante, fueron las obras elegidas. Haydée era la protagonista en ambas y ahí se produjo la epifanía, pues al director se le reveló el ingente potencial de la actriz.

Haydée le contó que había recibido entrenamiento de manos del maestro Seki Sano y que este la había seleccionado para el papel de Evelyn, el único personaje femenino de El décimo hombre, de Paddy Chayefsky, estrenada el 14 de setiembre de 1965 en Ciudad de México, con un enorme éxito (25 funciones) y, ella concretamente, había impresionado por su “poderío escénico, encanto personal y proyección dramática envidiable”, dijo la prensa. Este trabajo le abrió las puertas de una carrera en México, que rechazó para regresar con su marido y sus hijos a Costa Rica.
Gallegos Troyo intuyó que De Lev tenía todas las condiciones requeridas para convertirse en una actriz muy completa. Su dicción, porte, disciplina y talento, su carisma, entrega y estudio, fueron algunos de los atributos que se le revelaron al maestro en ese primer encuentro teatral, los cuales lo convencieron de que, puliendo pacientemente ese “material”, podía llegar a conseguir la ansiada joya: una consumada actriz. A lo largo de su carrera, se comprueba que ella logró depurar sus técnicas actorales, mediante un proceso continuo de estudio, aprendizaje y entrenamiento que había iniciado con Seki Sano y continuado con Daniel y otros directores.
Crear una Shirley inédita: un asunto de ritmos
El Maestro explicó, que el mayor escollo que enfrentaron Haydée y él, en el proceso creativo de la Shirley que querían -una Shirley inédita, única-, no era, como podría pensarse, la sombra que podría haberles hecho la galardonada película Shirley Valentine, de 1989, dirigida por Lewis Gilbert con Pauline Collins y su reconocidísima actuación. Todo lo contrario, ambos se olvidaron del filme; el problema era un asunto de ritmos: “el ritmo de Shirley y el ritmo de Haydée”, que lograron dominar a base de ejercicios y de mucho trabajo. Confesó, por otra parte, el gozo que experimentaba al trabajar con Haydée, especialmente, cuando ella no solo alcanzaba “esa estupenda creatividad”, sino que lograba mantenerla durante toda la actuación. El resultado: más de tres meses en cartelera, a teatro lleno todas las noches, una crítica unánime sobre el extraordinario trabajo realizado, los premios a la Mejor Actriz de 1992 y el Áncora de Teatro de 1991-1992 (para el montaje) e invitaciones para presentarse fuera del país. Con Shirley Valentine ella y su director alcanzaron la gloriosa cima del arte escénico.
Voces que opinaron
Todos los asistentes a este montaje se rindieron a los pies de Haydée. Por ejemplo, César Valverde, señaló acerca de Haydée y Daniel, que “en una memorable labor de conjunto, nos hacen reír y llorar durante una hora y cuarenta y cinco minutos”, por lo que resultó “muy merecida la ovación que de pie le brindó el público”. Alberto Cañas, anotó: “Yo no sabría decir si alguna vez he visto a Haydée De Lev en un trabajo mejor y más complejo que este, ni manejando mejor a su público. […] Un gran director y una gran actriz se han unido en un momento estelar de sus respectivas carreras, para darnos un espectáculo teatral como muy pocas veces se ha visto en San José. Agrego: como muy pocas veces se puede ver en ciudades más, mucho más grandes que la nuestra. SHIRLEY VALENTINE es gran teatro. Y el poder asistir a disfrutar de ella, un privilegio”. Mario Madrigal comentó: “[Haydée] logra ese punto tan difícil de alcanzar, en el cual la actriz y el personaje se funden en un solo ser, y lo que vemos en el escenario no es una actuación, sino la vida misma”. Y Gaetano Pandolfo, dijo: “¡Cómo nos hiciste reír, llorar, entenderte, comprenderte, amarte, gracias a esa actuación impecable, nítida, increíble, que te hizo volver al escenario una y otra vez, a escuchar el aplauso de un público que no se cansó de alabarte!”.
Shirley se va de viaje por varios países
En julio de 1992, esta obra se presentó en el Teatro Nacional de la capital panameña, para responder a una solicitud de la Corporación de Actores y Directores de Teatro. La taquilla estaba destinada al fondo pro mejoras de ese mismo teatro.

También, Haydée fue invitada para que exhibiera este exitoso montaje en el Festival Nacional del Monólogo, en Cuba, en 1993, en el escenario del Teatro Rita Montaner, una sala para doscientos espectadores, donde el público, que tiene fama de exigente, aplaudió su extraordinario trabajo. Ese Festival es uno de los acontecimientos más importantes de ese país y reúne a los más destacados actores y actrices; pero Haydée no competía por ningún premio, porque era una invitada especial, quien aparte de ese montaje, asistió a un conversatorio en la Facultad de Artes Escénicas del Instituto Superior de Arte, centro formador de actores y actrices y tuvo entrevistas con figuras destacadas del mundo de las artes escénicas.
Finalmente, esta obra se presentó en el Teatro Nacional de El Salvador, en el marco del III Festival Centroamericano de Teatro, celebrado en 1995. En el festival esperaban a Haydée y a Shirley con expectación y ninguna de las dos defraudó: Haydée con su estupenda interpretación; y Shirley porque logró romper sus cadenas e irse detrás de la vida. La Prensa Gráfica de ese país, destacó, con profusión de imágenes, distintos momentos de la obra en escena y el periodista Héctor Silva señaló: “Gracias a la frescura de la interpretación, a la capacidad que tiene Haydée para convertir las líneas del parlamento en imágenes, Shirley llega limpia, sin ningún pero, a su público pared”.
A modo de cierre
“Valoro mucho esta obra por lo que significa para mí como mujer y como actriz […] Yo como actriz, debo entregarle la vida entera al personaje que represento”, dijo Haydée. Por su formidable actuación en esta pieza de Russell -al igual que lo hizo en otras obras, como por ejemplo, Emily, de William Luce, que presentó en Guatemala y en el XVI Festival Cervantino de Guanajuato, donde la sala entera la aplaudió de pie-, en mi opinión, De Lev alcanzó la más alta cumbre del Everest de la actuación, como no se ha dado en ningún otro momento. Ella y el maestro Daniel Gallegos Troyo, por sus reconocidísimas carreras, tienen un lugar de privilegio en la historia teatral de Costa Rica. De eso no cabe la menor duda.
