“Decreto III. El Congreso Constituyente del Estado de Costa Rica ha tenido a bien decretar y decreta: La Virgen de los Ángeles Madre de Dios y Señora nuestra es y será en lo sucesivo la Patrona del Estado de Costa Rica [...] Por tanto mando se guarde, cumpla y ejecute en todas sus partes. Lo tendrá entendido el secretario del despacho y hará se publique y circule. San José, septiembre 24, 1824.- Juan Mora”.
El texto anterior corresponde apenas a la tercera decisión jurídico-política que el entonces primer Congreso formal de nuestro país emitió desde su recién materializada apertura el 6 de setiembre de ese año. No fue consecuencia de lo casual o lo fortuito, sino el producto final de un intrincado y largo proceso histórico que se había originado, desde mediados del siglo XVII, en un sitio inhóspito localizado hacia las postrimerías del levante de la ciudad colonial de Cartago.
Por ello, a raíz de la celebración de los 200 años en que la venerada imagen de la Virgen de los Ángeles fue decretada como patrona del Estado costarricense, se exponen los eventos, detalles e incidencias que se concatenaron para uno de los hechos más significativos de la historia costarricense.
Punto de partida
En 1635, la entonces provincia indiana de Costa Rica se encontraba dirigida por el gobernador interino Juan de Agüero, mientras que en la ciudad de Cartago (su capital), el presbítero Baltazar de Grado no solo fungía como su cura párroco, sino que era el primer costarricense en haberse ordenado como sacerdote.
Hacia el este de la región cartaginesa existió una amplia zona agreste conocida como La Gotera, a cuyos parajes y breñales asistían los pobladores cercanos para conseguir frutos, cazar pequeños animales y, sobre todo, recoger trozos de madera para sus quehaceres ordinarios.
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Fue entonces el 2 de agosto de ese año, cuando una muchacha que apilaba leña en La Gotera, avistó una pequeña imagen tallada sobre una piedra, la cual agarró creyendo que era una especie de muñeca, guardándola luego en su casa. Al día siguiente y, en el mismo lugar, encontró una efigie idéntica, la que también llevó a su hogar, siendo grande su sorpresa cuando vio que la primera no estaba.
Al repetirse lo mencionado por tercera vez, la joven se apersonó ante el cura de Grado, quien guardó la imagen, pero, al darse de nuevo el suceso, el sacerdote la colocó en el sagrario. Al pasar lo mismo que en las ocasiones anteriores, el religioso interpretó que aquello era un mensaje para que se erigiese una ermita en ese sitio específico junto al que pasaba un abundante manantial.
Apelativos religiosos
La ermita de La Gotera se construyó en honor a la santísima Virgen María, dado que la figura la representa con un manto y una túnica sobre su cuerpo sosteniendo con su brazo izquierdo a su pequeño hijo Jesús, quien la mira amorosamente a los ojos y le coloca la mano derecha en el corazón.
Además, se le dio la advocación de Virgen de los Ángeles por el día preciso de su aparición. Ya que, a inicios del siglo IV d. C., se edificó una capilla en el poblado italiano de Asís para honrar a la Virgen María, cuya estructura, dos siglos más tarde, comenzó a ser conocida como Nuestra Señora de los Ángeles.
Para la Baja Edad Media, dicha capilla, entonces en ruinas, se le asignó como sede a la Orden de los Frailes Menores (creada en 1209), quienes la reconstruyeron bajo la guía de su fundador, el religioso Francisco Bernardone (luego convertido en San Francisco de Asís desde 1228), manteniendo invariable el apelativo que tenía desde antaño y consagrándola el 2 de agosto de 1215.
En 1216, Francisco visitó al papa Honorio III para que decretase un día de indulgencia (eximición de penas) a todo visitante de la capilla, lo cual le fue concedido, escogiendo dicho fraile al 2 de agosto de cada año para celebrar la consagración de 1215. Motivo por el que esa fecha pasó a ser conocida en el mundo como día de Nuestra Señora de los Ángeles en el calendario católico, siendo la misma fecha en que acontecieron los hechos de 1635 en Costa Rica.
Primer patronazgo
El documento más antiguo en Costa Rica sobre la ermita de la Virgen de los Ángeles data de 1639, siendo en 1651 cuando el gobernador Juan Fernández de S. ordenó a los pardos (mulatos, negros, mestizos) de Cartago que se domiciliasen en La Gotera, surgiendo así la Puebla de los Pardos como nuevo nombre del paraje.
Ya en 1653 se creó la cofradía de Nuestra Señora de los Ángeles, cuyos miembros seglares comenzaron a propalar su culto, respeto y devoción en Cartago, así como en territorios circunvecinos. Hasta que, para 1739, se declaró al 2 de agosto como día de festividad religiosa en dicha capital.
Sin embargo, ocurrió algo inesperado. Debido a los recurrentes escándalos y desórdenes que la festividad del 2 de agosto venía produciendo, monseñor Esteban L. Tristán (obispo de Nicaragua y Costa Rica) ordenó, en abril de 1782, la suspensión temporal de la misma, así como el inmediato traslado de la imagen de la virgen a la iglesia central de Cartago, lo cual causó gran pesadumbre y aflicción.
Como acto de enmienda, el 14 de agosto del mismo año, las autoridades religiosas y civiles de Cartago decretaron a la Virgen de los Ángeles como patrona de esa metrópoli. Empero, Tristán dispuso que, cada 2 de agosto y por un mes, la imagen sería llevada a la parroquia cartaginesa como recordación de lo sucedido, naciendo así la tradición anual de la “pasada”.
Oprobio y honor
Un trienio después de nuestra Independencia, el 2 de agosto de 1824, la efigie de la Virgen de los Ángeles fue robada, lo cual suscitó un ostensible estupor, pues, incluso, se sospechó que dicho delito podía deberse a las pugnas localistas políticas que se habían desatado por la Guerra de Ochomogo de 1823.
No obstante, apenas dos días después, apareció en el convento cartaginés de San Francisco, cuando el cura de Curridabat, fray Juan Padró, la entregó por habérsela dado quien la sustrajo tras arrepentirse en confesión y, aunque se abrió un proceso para descubrir al delincuente, nunca logró identificársele.
Fue así como desagravio, cuando nuestro entonces primer Congreso permanente decretó de forma unánime y por moción de su primer presidente, el abogado guatemalteco Agustín Gutiérrez de L., el ya descrito patronazgo de la Virgen de los Ángeles respecto del Estado de Costa Rica (23 de setiembre), lo cual fue luego refrendado por el maestro Juan Mora Fernández en su calidad de primer Jefe de Estado de nuestra historia (24 de setiembre).
Como resultado de lo anterior, en diciembre de 1826, el presbítero, político y poeta Miguel Bonilla y Laya B. publicó la obra Discurso poético apologético, el cual se convirtió en el primer libro sobre la Virgen de los Ángeles, pues, bajo el formato de octavas, narró los detalles de su aparición y primeras ermitas.
Primer centenario
En noviembre de 1888, varios ladrones ingresaron a la iglesia de la Virgen de los Ángeles y la despojaron de todas las joyas que la adornaban, no sufriendo la imagen daño físico alguno. Mas, a pesar de las averiguaciones iniciadas y al igual a lo sucedido en 1824, no se logró localizar a los perpetradores.
Así fue hasta el siglo siguiente cuando un hecho produjo gran dolor a nivel general, pues en mayo de 1910 el fortísimo terremoto de Santa Mónica arrasó con Cartago y destruyó la iglesia de la Virgen de los Ángeles. Razón por la que, mientras se reconstruía, sus actividades religiosas se oficiaron en una capilla provisional ubicada al costado norte de dicha estructura derruida.
Por lo anterior, fue en setiembre de 1912 cuando el entonces obispo diocesano, monseñor Juan G. Stork W., colocó la primera piedra de la nueva iglesia, cuyos planos fueron obra del arquitecto catalán Luis Llach Ll. En 1914, la sagrada imagen se volvió a colocar en la estructura semierigida.
Para setiembre de 1924 y por el centenario de su patronazgo nacional, el Congreso de la República conmemoró dicho evento, a lo que siguió, en abril de 1926 y con la aquiescencia del papa Pio XI, el acto de nuestro primer arzobispo, monseñor Rafael O. Castro J., cuando coronó a la Virgen de los Ángeles como Reina de Costa Rica con una pieza elaborada por la joyería del orfebre cartaginés Enrique Ortiz R. La nueva iglesia en su honor fue inaugurada en 1930.
Nuevos hitos
Lo sucedido en 1824 produjo otro evento jurídico, pues en 1932 el Congreso dispuso: Que la Asamblea Constituyente de Costa Rica, en 1824, declaró Patrona de la República a la Virgen de los Ángeles [...] Declárese feriado el dos de agosto de cada año, día en que la Iglesia Católica celebra la fiesta de la Virgen de los Ángeles.
Evento seguido, en 1935, del tricentenario de su aparición y la declaratoria, como basílica, que el pontífice Pio XI le dio a la iglesia de la Virgen de los Ángeles. Fue hasta 1943 y con la emisión del pionero Código de Trabajo, durante la presidencia de Rafael Ángel Calderón Guardia, que el feriado de 1932 fue incluido en su artículo 148.
Además, en 1944, monseñor Víctor M. Sanabria Martínez (segundo arzobispo de nuestra nación) convirtió a la iglesia de la Virgen de los Ángeles en parroquia, asignándole a su altar mayor, construido con madera laminada en oro en 1777, la condición de altar privilegiado perpetuo.
Lamentablemente, el 13 de mayo de 1950, la Virgen de los Ángeles sufrió un tercer ataque cuando dos delincuentes asesinaron al custodio Manuel Solano T. para robar las joyas de la imagen, la cual desapareció. Coyuntura en la que el mandatario Otilio Ulate B. emitió el Decreto N.º 8 declarando tres días de duelo nacional y se ofreció ¢50.000 por su devolución, hasta que el 20 de mayo Claudio Aguilar (trabajador de la basílica) la encontró oculta en el púlpito.
Época finisecular
Al celebrarse en 1985 los 350 años de la aparición, se realizó la primera película sobre ello con el título de: La Negrita, el milagro de Nuestra Señora de los Ángeles. Se trató de una producción filmada en escenarios de Costa Rica y los Estados Unidos que contó en su elenco con actores de ambos países y México.
Una década más tarde y tras varios meses de intensos trabajos, se inauguró, en 1995, la gran plaza ubicada al frente de la basílica, cuyo director de obras fue el ingeniero Lindbergh Blanco, colocándose una estatua del ya referido monseñor Sanabria M. a su costado oeste, elaborada por el escultor Gerardo Martí R.
Por su parte, el aspecto normativo volvió a presentarse dado que, en 1990 y por el Decreto N.º 20036, la Basílica de los Ángeles fue declarada como Patrimonio Nacional, mientras que, en 1999 y por el Decreto N.º 28248-C, se le dio la categoría de Patrimonio Cultural. Asimismo, en el 2001 y por la Ley N.º 14349 recibió la condición de Monumento Nacional.
Con la anuencia del papa Francisco, el 26 de abril del 2014, una copia de la Virgen de los Ángeles fue colocada en la Iglesia de Santa Ana en el Vaticano tras una ceremonia presidida por el cardenal Ángelo Comastri. Además, este prelado dispuso que se conmemore a Nuestra Señora de los Ángeles el 26 de abril de cada año en esa sede religiosa.
Tres distinciones
Lejos de lo comúnmente creído, el nombre de Juana Pereira como el de la muchacha que localizó a la Virgen de los Ángeles en 1635 no es el histórico, pues no existe constancia documental alguna sobre dicho apelativo, el cual le fue asignado por monseñor Sanabria M., tres siglos más tarde, en razón de la gran cantidad de mujeres que lo poseían para la época en que aconteció la aparición.
La Romería (visita por antonomasia a la Virgen de los Ángeles) debe su nombre a los romeros, es decir, a quienes iban a la ciudad de Roma para una visita religiosa. En el caso de Costa Rica, dicha tradición comenzó a finales del siglo XIX, interrumpiéndose solo dos veces (2009 y 2020) por pandemias.
Finalmente, el músico y cantautor Tino López Guerra compuso en el siglo XX la afamada melodía Linda Costa Rica, cuya primera estrofa dice: “Tan linda es mi Costa Rica, que la Virgen de los Ángeles bajo, y cuando la vio tan bonita, al cielo jamás regresó”. Frase que, en efecto, representa un ostensible sentimiento de orgullo y distinción para la mayoría de la población costarricense que honra a la Negrita.
El autor es profesor de la Cátedra de Historia del Derecho (UCR) e integrante de la Comisión Nacional de Conmemoraciones Históricas.