“Hay talento, hay artistas, hay pensamiento. Lo que no hay es suficiente apoyo”, comenta la curadora tica Elena Ketelsen González cuando se le pregunta sobre el estado del ecosistema artístico en Costa Rica.
En una visita a San José para ultimar los detalles de la exposición del artista Federico Herrero en la galería Windsor de Florida, Elena tuvo la oportunidad de empaparse acerca de la escena actual. Proyectos como cero uno, Abra espacio, TEOR/ética o Satis.FACTORY dan muestra de un panorama donde la autogestión es clave. Los mismos artistas son curadores, encargados de montar las exhibiciones y gestores de los espacios.
Movimiento, hay. “Costa Rica siempre ha sido líder en cuanto al arte contemporáneo”, menciona Ketelsen González. “Hay muchas personas moviéndose, pero faltan fondos, galerías comerciales y cultura de coleccionismo”. Es por ello que, desde su posición como curadora asistente en el museo MoMA PS1 de Nueva York, dirige su foco hacia la creación de conexiones: “Me interesa mucho la curaduría de hacer puentes”, detalla.
Nacida en Costa Rica, de madre tica y padre estadounidense, Ketelsen González forma parte de la diáspora costarricense en Nueva York “pero siempre con un pie adentro”, dice sonriendo.
Se siente privilegiada de poder viajar a Costa Rica a menudo. “Muchos migrantes se van solo con el billete de ida”, comenta; sin embargo, ella vuelve cada año a pasar el verano en Cristo Rey, el barrio de su madre y su abuela al sur de San José.
Quiere aprovechar el privilegio de estos viajes para trabajar con artistas y crear proyectos transfronterizos, prácticas desde Estados Unidos que permitan visibilizar discursos más allá de un contexto de museo tradicional.
“Muchas veces a la hora de trabajar con un artista, el discurso se queda en Estados Unidos; no se mira ni se investiga la situación en su país, por qué se tuvo que marchar, o cómo es el arte de su región”, afirma ella. “Existe esta creencia de que para ser un artista exitoso hay que estar en Nueva York, y no creo que sea cierto. Hay mucho pasando en Costa Rica, en Latinoamérica en general, y quiero crear vínculos donde artistas que están acá puedan ir allá y viceversa”, agrega.
Ketelsen González nunca pensó en ser curadora; de hecho, siempre se vio como abogada o haciendo cualquier trabajo que tuviese que ver con derechos humanos. Además, la apreciación por el arte no le vino por vivir en Estados Unidos, si no por las visitas a los primos de Costa Rica que estudiaban música y artes visuales. “En California no tenía acceso al arte, crecí en un pueblo bastante pequeño. Siempre pensé que en Estados Unidos nadie podría llegar a un museo o una galería si no era ya parte de ese mundo”, cuenta.
Durante sus estudios de filosofía y museología en Colorado College (Colorado, Estados Unidos) trabajó para la pequeña galería de la universidad y fue ahí cuando decidió que quería dedicarse a la curaduría. Más adelante, ella fue educadora bilingüe en escuelas de Nueva York y, tras ahorrar dinero, se lanzó a trabajos independientes en museos como el Whitney o el de la Ciudad de Nueva York, instituciones donde todavía costaba encontrar presencia y representación latina. “Creo que de las educadoras que estaban en el museo, yo era la única latina hispanohablante, y hablamos del año 2016 en el Museo de la Ciudad de Nueva York, que está en El Barrio”, recuerda.
A la vez, por esa época, empezó a organizar exhibiciones en el salón de su casa. “No tengo un máster en estudios curatoriales o historia del arte, pero tengo comunidad, tengo artistas, tengo amigos y tengo una sala”, pensó. Así nació La Salita, un proyecto curatorial independiente situado en el Lower East Side de Nueva York, dedicado a destacar el trabajo de artistas inmigrantes y latinos que crean desde Estados Unidos, así como el de artistas emergentes y establecidos que trabajan desde Latinoamérica.
Todas estas experiencias previas las ha trasladado al MoMA PS1 —gran museo dedicado al arte contemporáneo, ubicado en Queens, Nueva York—, donde lleva cuatro años trabajando y donde sabe que puede utilizar el poder de la institución para facilitar la visibilidad y el contacto con la comunidad. “Me interesa tanto hacer exhibiciones donde tengo la autoridad curatorial, como hacer un show donde se cuestiona esa autoridad y la comparto. (...) ¿De qué me sirve poner una obra que retrata a un migrante trabajador sin que esa persona se sienta acogida en un museo?”, explica.
Más allá de ofrecer talleres o tours, la estrategia ha sido crear en conjunto con la comunidad. El museo se plantea ser un aliado y ofrecer espacios donde haya un proceso curatorial cooperativo, entendiendo cómo las luchas sociales en la ciudad se vinculan con el arte.
Gracias a esta visión, se consiguió que el propio MoMA PS1 inaugurase en 2021 un programa de exhibiciones temporales que sigue activo y que celebra el trabajo de colectivos, organizaciones, artistas y activistas. Ketelsen González recuerda de manera especial la muestra Nuevayorkinos, que rindió homenaje a la cultura y el trabajo de los migrantes de la ciudad mediante un amplio programa de actividades públicas, y en el que trabajó mano a mano con esa población.
Cuando un museo se pregunta cómo atraer e incorporar a una comunidad más amplia, Ketelsen González opina que todo es un proceso mutuo y de reciprocidad, en el que las personas que forman parte de las instituciones deben acercarse a esas comunidades. “La mayor estrategia es crear con la comunidad. Muchos museos hacen talleres y tours, pero es siempre desde la posición de “vamos a educarte”. (...) Para mí, es mejor preguntarles: ¿cuáles son sus preocupaciones?, ¿cómo puede ser el museo un aliado para ustedes?”.
En abril, viajará por primera vez como parte del MoMA PS1 a la Bienal de Venecia con la beca A&L Berg Early Stage Arts Professional Fellowship. Fue nominada por otras curadoras establecidas debido a su trayectoria y formará parte de los seis curadores jóvenes de América Latina residentes en Estados Unidos que recibirán mentoría durante esta edición. “Este es un apoyo muy necesario porque no hay muchos recursos para nosotros sobre cómo crecer en el campo. Tengo mucho que aprender y crecer”, expresa emocionada.
Se trata de otro impulso profesional que ayudará a Elena a continuar con una práctica curatorial enfocada en explorar las intersecciones a través de la tierra natal y las diásporas. Ella lo describe como un proceso de retorno, de mirada a la raíz. “Siempre ha sido muy aspiracional mirar hacia el norte o hacia Europa, pero tenemos que mirar a nuestro alrededor, mirar hacia el sur. Creo que es lo que los curadores de la región estamos haciendo”, asegura.
Justo ahí, en un bonito viaje de vuelta es donde se encuentra ahora. “Siempre he extrañado a mi familia y a Costa Rica. Volver allí y ver cómo hacer vínculos mediante el arte está siendo muy lindo para mí”, confiesa.