“¿Cuándo le parece a usted que podría decirse arte o literatura costarricense? Yo, Dios me lo perdone, me imagino que nunca […] nuestro pueblo es sandio, sin gracia alguna, desprovisto de toda poesía y originalidad que puedan dar nacimiento siquiera a una pobre sensación artística”.
Aunque parezca inverosímil, tales estulticias fueron emitidas por el afamado historiador Ricardo Fernández Guardia, como respuesta a un artículo del reconocido literato Carlos Gagini, quien lo fustigó por el contenido europeizante de su libro Hojarasca (1894). Por lo que Gagini le ripostó: “En cuanto a la afirmación de usted de que nunca habrá una literatura costarricense […] llegaremos a tenerla, no lo dude usted, cuando tengamos verdaderos artistas que interpreten el espíritu nacional”
Con ello, Gagini se erigió en el primer autor costarricense en defender la temática autóctona como fuente de inspiración literaria, en lo cual fue pionero con Chamarasca (1898). Su vida y sus obras fueron el punto de partida de los trabajos que emprendería, desde 1959, la entonces recién fundada Editorial Costa Rica.
Antecedentes
Las primeras producciones literarias en suelo costarricense se dieron con el jurista y político nicaragüense Rafael F. Osejo E., quien arribó a nuestro país en 1815 para regentar la Casa de Enseñanza de Santo Tomás. Así, tras la llegada a San José de la pionera Imprenta de la Paz (1830), Osejo publicó los tres primeros libros de nuestra historia: Breves lecciones de aritmética; La igualdad en acción y Lecciones de geografía en forma de catecismo (Goodman, Chester, El bachiller Osejo, 1971).
Fue entonces durante el siglo decimonónico, cuando surgieron otras imprentas y librerías privadas dedicadas al quehacer editorial, a lo cual se sumó la creación, en 1835, de la entonces llamada Imprenta del Estado (actual Imprenta Nacional), cuya producción, casi total, consistía en documentos oficiales y normativos. Circunstancia inalterable en los primeros decenios del siglo XX.
Ahora bien, a raíz de la fundación de la Universidad de Costa Rica (1940), se creó la Editorial Universitaria (1947), la cual se erigió en la primera entidad de ese tipo patrocinada por el Estado. Empero, la difusión de su catalogo, aunque público, estuvo casi siempre circunscrito al ámbito universitario, por lo que cada vez se hacía más imperioso el contar con un ente editorial de alcance nacional.
Primeros derroteros
Tras arduas gestiones de un selecto grupo de intelectuales para que el Estado costarricense fundase un sello editorial propio, las cuales incluyeron un viaje a México para recibir asesoría especializada del renombrado escritor Alfonso Reyes (Chavarría, David, Historia de la Editorial Costa Rica, 2017), fue en octubre de 1958 cuando el literato, jurista, diplomático y entonces diputado Fernando Volio Jiménez, presentó un proyecto de ley al respecto.
Propuesta que fue aprobada en mayo de 1959 bajo el nombre de Ley de la Editorial Nacional (N.° 2366) y que entró en vigencia en junio siguiente luego del aval del presidente Mario Echandi. En el primer artículo de esa norma, el nuevo ente fue nombrado como Editorial Costa Rica (en adelante ECR).
Para mayo de 1960, la sesión inaugural del primer Consejo Directivo de la novel editorial se verificó en el Teatro Nacional con la presencia de Enrique Macaya (presidente), Lilia Ramos (secretaria) y Alfonso Ulloa, Arturo Echeverría, Gonzalo Dobles, Fernando Centeno Güell e Isaac Felipe Azofeifa (directores).
Casi de seguido se creó su primera colección editorial a la que se tituló Biblioteca de Autores Costarricenses, siendo dividida en seis categorías temáticas divididas por colores: biografía y ensayo (azul), novela, cuento y crónica (rojo), teatro (verde), poesía (anaranjado), arte (negro) y ciencia (morado).
Obras pioneras
El artículo 2° de la ley N.° 2366 establecía: “La Editorial tiene como fin principal el fomento de la cultura del país mediante la edición de obras literarias, artísticas y científicas de costarricenses”.
Fue entonces bajo ese objetivo, cuando el Consejo Directivo de la ECR se avocó a buscar la obra idónea que se convirtiese en la primera que ostentase su sello editorial. Decisión que recayó en un manuscrito titulado Al través de mi vida, el cual se los había remitido, en octubre de 1960, por la señora Marta Vargas Gagini, quien fuese sobrina del ya citado Carlos Gagini.
Tras la valoración respectiva, el escrito inédito fue aprobado unánimemente; aquella era una autobiografía que Gagini había redactado sobre los episodios de su vida acaecidos entre su nacimiento (1865) y su labor como director del Liceo de Heredia (1914). Con ello, la ECR no solo cumplió con el fin de su ley constitutiva, sino que rindió un certero homenaje al primer gran defensor de la identidad literaria costarricense.
Poco tiempo después (1961), la primera edición de A través de mi vida (1.500 copias) salió a la venta con un precio de ¢5 y fue formalmente presentada en un acto realizado en la Universidad de Costa Rica.
A esto siguió la publicación de la primera obra de una autora costarricense, pues fue también en 1961 cuando apareció A lo largo del corto camino, una recopilación de escritos y poemas de la conocida literata Yolanda Oreamuno Unger (Editorial Costa Rica, Memoria conmemorativa, 2009).
El quehacer de los años
Con la idea de contar con una viñeta distintiva, la ECR abrió un concurso para que dibujantes o diseñadores presentasen sus bocetos. Certamen ganado en 1961 por Carlos M. Poveda Q., quien confeccionó un águila de inspiración chorotega con las alas izadas en curva sobre su cabeza y dentro de ellas las tres siglas de la editorial. Ícono que se mantiene hasta el presente.
Para 1962, la ECR volvió a erigirse en una entidad pionera, pues la ya referida escritora Lilia Ramos resultó electa como segunda presidente de su Consejo Directivo. Hecho que la convirtió en la primera mujer en desempeñar un puesto de esa naturaleza en un ente descentralizado. De seguido, fue en 1963 cuando se creó la revista Pórtico, la cual, a pesar de su corta existencia (pues se acabó en 1964), se convirtió en un destacado medio informativo que la ECR puso a disposición del quehacer cultural de aquella coyuntura. En la actualidad y desde 2011, tal revista se publica bajo el nombre de Pórtico 21.
En 1973 se dispuso que un integrante de la ECR fuese parte de la Junta Administrativa de la Imprenta Nacional; además, al año siguiente se estableció que el presidente de la ECR integrase la Comisión Nacional de Conmemoraciones Históricas. Funciones ambas cuales se mantienen incólumes.
Finalmente y como estímulo para antiguos y nuevos autores, la ECR instauró el Premio Editorial Costa Rica (1971), el Premio Carmen Lyra de literatura infantil y juvenil (1972), el Premio Joven Creación (1972), el Premio Eunice Odio de Poesía (2012) y el Premio Juan Manuel Sánchez de Ilustración (2015). Estos galardones han recibido algunas de las más afamadas figuras literarias del país.
Así, al conmemorarse en este 2019 el sexagésimo aniversario de fundación de la ECR, sirva esta reseña para reconocer el brillante derrotero que dicha institución pública ha protagonizado en el realce de uno de los acápites más valiosos de la cultura costarricense: nuestro ilustre acervo literario.
*El autor es presidente del Consejo Directivo de la Editorial Costa Rica.