
Muchos evitamos llorar en público. Algunos intentamos no hacerlo del todo. Las razones varían, pero en mi caso, recuerdo ocasiones en las que mis amistades me han regañado por no dejarles verme llorar: “eso enferma” o “va a hacerme explotar un día”, dicen. Aunque siempre concuerdo con los comentarios, he descubierto que necesito más que la razón para dejar ir las enseñanzas de mis años de crianza.
Lágrimas, una actividad del 20 de marzo en Espacio Informal (San Pedro de Montes de Oca), planteó reflexiones alrededor del llanto. ¿Por qué lloramos? ¿Cómo nos consolamos? ¿Por qué intentamos esconder nuestras lágrimas? Tales fueron algunas de las preguntas en busca de respuestas durante una noche de colectividad. Las 12 participantes pelaron cebollas alrededor de una mesa mientras intentaban encontrar respuestas a los cuestionamientos. Al final de las tres horas de trabajo, el grupo compartió una sopa de cebolla.
La actividad ocurrió por primera vez en Alemania y fue dirigida por las artistas Jana Mila Lippitz y Sophie Meuresch. En su reinterpretación en Costa Rica, la dinámica fue dirigida por Mia Meister y Sina Stolp.
Llorar es de las primeras formas de interacción a las que recurrimos cuando nacemos. Usamos las lágrimas y los gritos para avisar que estamos vivos. Con el paso del tiempo, perdemos poco a poco la confianza en nuestro llanto y nos empezamos a preocupar por cómo nos vemos mientras lloramos, los sonidos que hacemos, qué piensan quienes nos ven y si tenemos una razón que pese lo suficiente para validar nuestra reacción.
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No solo somos víctimas de lo anterior. Basta con recordar alguna ocasión en la que hayamos visto a alguien llorar en público y nuestra reacción para percatarnos de que probablemente hemos sido culpables también de ser cómplices de la cultura “anti-llanto” que nos rodea.
El proyecto en Espacio Informal ofreció una posibilidad muy bella de conversar en medio de un momento en el que las personas participantes pudieron, genuina y desinteresadamente, ponerse en el lugar de alguien más para entender y consolar. De esta manera, la propuesta le hizo frente al contexto de una sociedad que nos impide llorar en espacios públicos sin ser víctima de juicios.
Este encuentro procuró permitirles a sus participantes un rato en el que su llanto pudiera fluir libre de incomodidades internas y externas. Posiblemente surgieron, como es común en actividades grupales, muchas más dudas que al inicio, pero esto solo indica que también hubo una voluntad general por querer apoyar lágrimas ajenas.
Cuando vemos a alguien bostezar decimos que nos lo pegaron e imitamos a la persona. Tenemos el instinto de empatizar con las emociones que se manifiestan en el cuerpo de otras personas. Si alguien se ríe mucho nos contagia la risa, si nos gritan nos enojamos de vuelta y si alguien está triste nuestro ánimo baja, lo que vemos, intentamos imitar de manera instintiva.
Cortar cebollas nos fuerza a vulnerabilizarnos. Primero salen las lágrimas causadas por los gases. Después, entre miradas húmedas y narices que moquean, empiezan a salir otro tipo de lágrimas causadas por los fantasmas de nuestras emociones. Para este punto de la conversación llega el producto final: una cena sazonada con emociones que termina de manifestar la ternura que implica soltar una que otra lágrima en compañía.
¿Qué es Espacio Informal?
Espacio Informal se encuentra en el corazón de San Pedro, al costado norte de Plaza Roosevelt (o Plaza Máximo Fernández, formalmente). Es una casa convertida en cuatro estudios de cuatro artistas: Valiente Pastel, Forajido, Flower Thief y Carlo Daque. Pero el lugar no se limita a ser un conjunto de estudios. Cada cierto tiempo, se transforma en la sede de ferias, exposiciones, actividades culturales y dinámicas que permiten a su público conocerlo.
