
Toda mi vida me he esforzado –infructuosamente– por abandonar el proselitismo. La literatura es la que más se beneficia de esto. Sin embargo, siempre hay epifanías, como encontrar un título que reza así: El ojo castaño de nuestro amor; y resulta que uno va a la literatura como va a la religión, y uno espera encontrar en la palabra la Palabra, y va, y la encuentra. En mi caso, esa palabra es la de Mircea Cărtărescu, una de las voces más brillantes de las letras europeas contemporáneas.
En Ştefan cel Mare, una calle de Bucarest, desde una pequeña habitación, somos invitados a ingresar en el cerebro del escritor, en su galaxia: apoteósica, carnavalesca. Los textos de Cărtărescu constituyen una razón literaria como postura vital.
Quizá sin proponérselo, derriba esa necedad mercantil de moda: la autoficción. ¿Cómo lo hace? Nos dice: “Esta es mi vida, mis sueños, este soy yo, esta es Bucarest, mi ciudad; esta, la calle donde crecí; esta, la escuelita donde enseñé”. Y todo para que al leerlo nos digamos: “Imposible. No puede haber un ser humano tan gris, una ciudad tan triste; una vida como esta solo puede ser producto de una imaginación alucinada”.
Cărtărescu vuelve a sostener que la literatura es ante todo ficción, que cualquier intento por contar la propia vida –como propone en El ruletista– es estéril, pero que aun así la única empresa válida es aquella que más ilusoria nos parece. Es ahí, en ese rasgo estilístico, en esa voluntad ética y estética, donde su obra adquiere total y absoluta relevancia para nuestro mundo.
Sus textos están armados a partir de la imagen del doble, el mito del andrógino, la infancia (cuando empezamos a morir), el relato familiar, el despertar de la sexualidad, el fantaseo diurno y los sueños. La construcción de la subjetividad como una ausencia, así como el problema de la escritura y la mitología del escritor son elementos centrales.
Solenoide
Todo gran texto busca contener el universo, ser el universo mismo. Cada gran texto absorbe los anteriores. Cada cierto tiempo aparece una obra maestra de tal naturaleza. A nosotros nos corresponde la era de Solenoide.
Aparecida en el 2015, traducida magníficamente por Marian Ochoa de Eribe y publicada por Impedimenta a finales del 2017 se ha convertido en un fenómeno internacional. Ha sido incluida en la mayoría de listas de lo mejor del año pasado (usualmente en primer lugar) y ha sido elogiada unánimemente en Europa y América.
En su texto Ada-Kaleh, Ada-Kaleh, Cărtărescu nos dice: “abrid mi cráneo y contemplad mi cerebro: se deshará ante vuestros ojos como un molde de yeso. Y su polvo se mezclará inseparablemente con el polvo de las ruinas entre las que he vivido toda la vida”. Esta idea ilustra perfectamente las facetas de Solenoide: el mundo interior del personaje es una fantasmagoría y el mundo exterior un conjunto de ruinas.
Solenoide, que bien puede ser el diario de un iluminado o simplemente el de un loco, es el relato de las anomalías de un mediocre profesor de una escuela pública que fracasó como escritor. Luego de que en su juventud leyera su poema La caída frente a un grupo literario se escinde en dos personajes: uno, un autor exitoso, del cual no tenemos mayor noticia, y el otro, este profesor anónimo que solamente emborrona diarios repletos de pesadillas.

Nos enteramos así de que se le han vuelto a pegar los piojos, de las vidas anodinas o estrafalarias de sus compañeros, los profesores de la Escuela 86; de sus aventuras sexuales, de su rutinario viaje en el tranvía, todo en un deprimente escenario socialista. Luego, nos topamos con episodios sobre el cubo de Rubik, las matemáticas y una serie de libros antiguos que constituyen un tratado filosófico.
Sus visiones nocturnas y sus enfermedades conforman, asimismo, parte de una reflexión existencial en cuyo centro yace el juego del doble: un universo completo en el cráneo de su autor, quien intenta un escape surreal y metafísico hacia otra dimensión y que vive en una casa en forma de barco de habitaciones infinitas, construida sobre un solenoide, que le permite levitar y con un sillón de dentista como centro de mandos. ¿Qué más podemos pedir para saber que ingresamos en un escenario fantástico?
Estamos ante los apuntes de un profeta, un manual que explora todas las formas del fin del mundo, como le gusta a Cărtărescu referirse a su proyecto; una suerte de Dante (guiado por Virgil, el predicador y por Palamar, el bibliotecario) que aspira a alcanzar otro plano existencial, que atraviesa el infierno para alcanzar el paraíso: “Ningún libro tiene sentido si no es un Evangelio”, leemos en uno de sus pasajes, y esa frase es clave: los ecos bíblicos resuenan fuertemente. Como apunta Marius Chivu en el posfacio, estamos ante “un Apocalipsis sin Génesis”.
La historia se disecciona en dos planos: el diurno y el nocturno. El primero corresponde a la realidad y el segundo a lo onírico. Se trata de un mapa que explora la experiencia del personaje como docente, su vida amorosa y sexual y su infancia, que incluye una estadía en un hospital para tuberculosos.
Los 51 capítulos en cuatro partes y sus casi 800 páginas no son lineales: empezamos con los piojos que vuelven a azotar la escuela y saltamos, a través de los recuerdos y los diarios, con las pesadillas del personaje. En medio, se intersecan también sus exploraciones al mundo subterráneo y ruinoso de Bucarest, a sus encuentros con la secta de los piquetistas –un grupo que está en contra de la muerte–, a su investigación sobre el manuscrito Voynich y a la huida última de un mundo caótico e incomprensible.
La descripción de la casa nos remite a Borges; los problemas teóricos, a la cuarta dimensión; el final, a Cien años de soledad; algunos pasajes, a Kafka; lo voluminoso y demorado de las descripciones, a Proust; la historia del hospital, a La montaña mágica, pero, sobre todo, la luminosidad que surge de la oscuridad total parece venir directamente del mejor Dostoievski.
Sin embargo, flaco favor hacemos al citar las referencias. En manos de Cărtărescu, los materiales son siempre originales y novedosos, tanto que resulta casi imposible describir todo lo que acontece en esta novela barroca e hiperbólica.
Si Gregorio Samsa amanecía convertido en un insecto, este profesor rumano desciende aún más y se transforma en un ácaro, que, a su vez, termina siendo un redentor del submundo. Los piojos son la primera metáfora de la humanidad, los parásitos copan el relato. En un momento, todos los seres se reúnen frente a la estatua de la Condena en un rito purificador, con tintes del romanticismo y de la literatura maldita.
Un evangelio pagano
Solenoide es una avalancha verbal, un poema épico en prosa que nos deja abrumados y exhaustos. Como toda construcción de tales proporciones, también trastabilla y cae, tan solo para levantarse de nuevo, imponente. Estamos ante un prodigio literario.
Pero ¿cómo puede uno leer un libro en el que cada frase es un himno, una revelación, una proeza estética? Este evangelio pagano contiene todas las preguntas y su respuesta es la vida. Nuestro anónimo profesor ha despreciado el éxito literario y ha escogido salvarse junto a sus congéneres.
Cuánta verdad adquiere la admonición de Rilke, aquella que sugiere que la belleza es apenas el grado de lo terrible que aún podemos soportar. Como los textos sagrados, quizá una obra como Solenoide no sea aún para nosotros.
Acerca de Mircea Cărtărescu: breve biografía

Nace en Bucarest, Rumanía, el 1 de junio de 1956. Su hermano gemelo, Víctor, muere apenas un año después, pérdida que recorre toda su obra de manera obsesiva, con el tema del desdoblamiento subjetivo.
Inicia su carrera a finales de los setenta y adquiere mayor notoriedad y reconocimiento a partir de 1993, con Nostalgia.
Ha escrito poesía, narrativa y ensayo. Formó parte del Cenáculo de los Lunes y de la generación de los 80 (o de los jeans).
Doctor en literatura rumana, se ha especializado en la posmodernidad y actualmente es conferencista en la universidad de su ciudad natal y está casado con la escritora Ioana Nicolaie, con quien tiene un hijo: Gabriel. Además, tiene una hija de su primer matrimonio, Ioana.
Cărtărescu es considerado el autor rumano actual más importante, ya de estatura mundial, y carga con el lastre de ser uno de los eternos candidatos al Nobel.
Ha obtenido los premios de la Academia Rumana, el ASPRO y el Europeo de Literatura, entre muchos otros. Ha sido traducido a varios idiomas, entre ellos español, catalán, inglés, francés, italiano, polaco y húngaro.
Obras más destacadas
Enrique Redel es el editor abanderado de Cărtărescu en español. Empezó con el sello Funambulista, el cual lanzó el volumen de prosas varias Por qué nos gustan las mujeres (2006). Este mismo sello publicó el primer tomo de Cegador (2010), trilogía sobre la infancia y adolescencia de su narrador.
Posteriormente, Redel fundó Impedimenta, y durante los últimos siete años ha editado siete textos, todos con la titánica y sobresaliente traducción de Marian Ochoa de Eribe.
- Lulu (2011), originalmente titulada Travesti, hermosa e inquietante novela sobre el despertar sexual de un joven en un campamento colegial, luego de que un compañero vestido de mujer se le insinúa.
- Nostalgia (2012), volumen que reúne cinco relatos y que le abrirá las puertas internacionales. Destaca El ruletista (publicado también de forma independiente, 2010), cuento fabuloso sobre un hombre sin suerte que termina ganándolo todo en la ruleta rusa.
- El Levante (2015), epopeya tragicómica en 12 cantos, que combina verso y prosa. Un texto posmoderno que a la vez niega la posmodernidad. Una historia de piratas, un viaje fantástico, una aventura filosófica.
- Las Bellas Extranjeras (2015), parodia de los mundillos literarios con sus mezquindades y avatares; ofrece tres relatos irónicos: uno sobre la paranoia después del 11 de setiembre y dos más sobre las peripecias de un escritor rumano en Francia y en el interior de su país.
- El ojo castaño de nuestro amor (2016) compila 20 textos diversos, entre cuentos, ensayos y crónicas, en los cuales aparecen todos los asuntos que recorren su universo literario y sus reflexiones descarnadas sobre el significado de ser escritor.