Llegar al estudio de Flora Sáenz de Langlois en Escazú, es llenarse de magia, es entrar a un mundo desconocido. Hablar con esta dama, que reconoce que el arte, el pintar y leer son su vida, es un deleite y todo un reto.
Siete décadas ha dedicado esta creadora de extraordinaria inventiva y técnica impecable a la vida artística y, para conmemorarlo, el Museo de Arte Costarricense (MAC, en La Sabana) presenta una selección de obras de sus más de 70 años de carrera.
El arte, la naturaleza y un mundo imaginario le dan vida a su mundo artístico lleno de metáforas y Flora Sáenz Langlois se adentra en ese mundo onírico, toma su distancia y lo mira desde adentro, convirtiéndose ella en la protagonista. Su obra bordea los límites del mundo real y el imaginario, como dice Gabriela Sáenz en un escrito para la Folliard Gallery. Su trabajo fino y meticuloso, ha sido calificado como surrealista por diversos autores.
Sus obras se sustentan en símbolos y aborda variados temas como la aceptación de la muerte y la supervivencia del alma, la regeneración o el nacimiento, pero también en ellas expresa sus estados de ánimo, la alegría, el amor, el encierro, el escape o la liberación.
En ese sentido, los elementos mágicos de los que se vale, sirven para captar la esencia de las emociones y el pensamiento simbólico; de ninguna forma es un trastorno de su conciencia, sino que es un mundo quimérico, fruto imaginario de sus sueños. Es una apuesta por la fantasía, pero muy ligado a lo espiritual.
En Costa Rica, podemos descubrir la influencia mágico-realista en algunos pintores, una de ellas es Flora Sáenz Langlois, cuyas pinturas cruzan la frontera de lo real para adentrarse al realismo mágico. Su obra está anclada en la realidad cotidiana, pero tiene matices de fantasía o maravilla. Algunos otros de estos artistas son Mario González Alvarado (1927-2012) y Disifredo Garita (1943-1997).
El profesor y crítico Seymor Menton nos comenta en su libro Historia verdadera del Realismo Mágico, que el artista que logra introducir un elemento inesperado o improbable en una obra que sea predominantemente realista, crea un efecto extraño o maravilloso y deja al espectador o al lector desconcertado o agradablemente maravillado. Él considera que el realismo mágico sigue creando confusión y que etiquetar a un artista dentro de esta corriente es difícil, a pesar de las definiciones y los estudios que se han hecho al respecto.
La naturaleza como materia prima de la pintura de Flora Sáenz
La obra de Flora Sáenz se desenvuelve como un recuento narrativo en el que incluye elementos fantásticos, fascinantes y misteriosos que invitan a la exploración y a la interpretación. La naturaleza es su materia primaria de inspiración, y a través de las plantas, los árboles y los animales evoca viajes imaginarios cargados de misticismo. Pareciera haber una unión espiritual entre la vida animal y la humana, que pregona la idea de que el ser humano y la naturaleza son una unidad. Otros temas esenciales en su obra son el proceso de nacimiento, muerte y libertad, representada ésta -en ocasiones- como un ave que emerge de la mujer.
En una entrevista que le hacen en 1995 para la revista Hommage to Earth de Wisconsin, manifiesta que pinta por la necesidad y el placer, pero que, a veces, quiere invitar al espectador a entrar en el mágico mundo de la naturaleza y experimentar con ella el amor por la tierra, ya que su trabajo es un homenaje a la Tierra.
Aborda sus obras con una técnica impecable, con gran imaginación y con una riqueza del detalle que bordea los límites del preciosismo, sobre todo en sus trabajos de las décadas de los años 70 a los 90m en los cuales rinde testimonio de su esmerado respeto por el rigor técnico propio del arte clásico.
Los motivos de sus pinturas mezclan elementos de distintos tiempos y lugares, así como referencias biográficas, fantásticas y una profunda cultura matriarcal, relacionada con la idea de la tierra, pero también con su propia historia personal, con la presencia de su madre y de otros seres cercanos. Ella misma es la representación de la Madre Tierra, la que nutre, siembra y cosecha. Flores, frutos, animales y humanos coexisten en sus pinturas de manera simbiótica y terminan siendo para el espectador elementos familiares.
Cada uno de los elementos de la obra es simbólico y para ella familiar, tal vez esos elementos están escondidos en su inconsciencia. Como por ejemplo la vegetación exuberante del trópico, o las murallas de ladrillo que aparecen en algunas de sus obras y que le recuerdan el Colegio Nuestra Señora de Sión, donde estudió. También lo son las largas cabelleras de sus protagonistas que aluden a su juventud cuando le prohibían utilizar el pelo largo y ella añoraba batirlo al viento.
Para una exposición que realizó en 1989 en el The Miller Art Center en los Estados Unidos, ella contó que, desde que era joven, la naturaleza le hablaba de diferentes maneras, ya fuera en el color, en los sonidos, con los estados de ánimo o en la energía. Entonces, ella la estudiaba, la observaba, la caminaba y la exploraba.
Nos dice que la Tierra representa para ella una magia especial, misterio y misticismo y que todo lo que necesitamos, es tomar el tiempo para sentirlo y observar su armonía y las relaciones con la naturaleza que ocurren a nuestro alrededor.
La pionera en el dibujo a la punta de plata
Es pionera en Costa Rica en el dibujo a la punta de plata, también llamada stilum, que es una técnica antigua cuyos primeros registros se remontan a la Baja Edad Media y era utilizada por grandes maestros como Botticelli, Leonardo, Miguel Ángel, Rafael y Durero y que ella enriquece dándole color.
Se podía dibujar con varios los metales además de la plata: el oro, el cobre, el estaño, el plomo; sin embargo, la punta de plata era la favorita, ya que con el tiempo se oxida al formarse sulfuro de plata y toma un delicado color marrón cálido, muy valorado por los artistas.
La técnica usual de Sáenz Langlois se caracteriza por ese dibujo a la punta de plata a la que añade glaseados de témpera, acuarela, tinta o acrílico realizados sobre un panel previamente preparado. En la década de 1990 introdujo en su obra el uso de pigmentos metálicos, enriqueciendo las transparencias de sus imágenes. Su trabajo fino, meticuloso y de tono frecuentemente misterioso ha sido calificado como surrealista por diversos autores, algunos otros la ligan al realismo mágico, aunque su obra de las décadas del 70 al 90, rinden testimonio de su esmerado respeto por la armonía, la proporción y la perfección estética, muy cercano al arte clásico.
El procedimiento en sí, consiste en utilizar una varilla de metal -en este caso de plata lo más pura posible- afilada para dibujar sobre papel o pergamino, originalmente enlucidos con un preparado de polvo de huesos con agua, goma arábiga y pigmentos. Sin embargo, Flora Sáenz Langlois originalmente los enlucía a base de blanco de titanio y cola de conejo que debía cocinar y mezclar. Posteriormente pulía el sustrato con un colmillo de jabalí que le regaló su padre Adolfo Sáenz.
Desde hace ya dos décadas, ella ha preparado la superficie a la caseína utilizando paneles o papel de algodón. Sobre el papel previamente arreglado, se realiza un dibujo con líneas y para conseguir sombras, se realizan tramas ya que el metal deja partículas de plata en la superficie. El proceso de oxidación se puede acelerar tocando el dibujo con la mano. En el pasado lo iluminaban posteriormente con blanco de titanio o temple, sin embargo nuestra pintora utiliza una técnica muy propia para darle color a la superficie.
Estos dibujos a la punta de plata, que son pacientes y laboriosos trabajos, ella los enriquece con tintas, acuarelas, témperas y acrílicos. Pero en general su obra es muy demandante ya que sea cual fuere la técnica, ella pinta de manera minuciosa. Al pintar con pintura acrílica por ejemplo, lo hace con finas capas que va superponiendo y agregándole un glaze, de manera que la pintura cobre luminosidad y transparencia. Con este fin, también la artista se vale del colmillo de jabalí regalo de su padre y pule la superficie pintada al igual que pulía el sustrato.
Debemos señalar que su práctica artística ha sido diversa, y ha incursionado en el dibujo con una técnica muy depurada, de textura suave y muchos detalles, en el caso de la punta de plata o punta de oro. Del mismo modo trabajó por varias décadas con plumilla, tanto para hacer bocetos como para realizar trabajos más terminados. El grabado en sus diferentes manifestaciones fue una práctica usual en sus años de estudiante y posteriormente en sus primeros pasos como artista.
La escultura la ha acompañado toda la vida. Relata que estando niña, aprendió la talla de su padre, Adolfo Sáenz quién fue un experimentado tallista. Así que, en sus tiempos libres, sobre todo en invierno, ella se ponía frente a la chimenea, con una manta en los regazos y tallaba pájaros y diferentes animales en ramas de naranjo y otras maderas semiduras. Éstas le resultaban muy cómodas porque son lo suficientemente suaves para trabajar con pequeñas gubias y a su vez son firmes.
Tenemos que destacar que en sus años mozos fue precursora en Costa Rica en la pintura y esmalte al fuego como el Vía Crucis pintado para la iglesia de Barrio Cuba o los murales de la capilla de su tío, Mario González Feo.
En los últimos años ella se ha dedicado a pintar obras de pequeño formato a la pintura acrílica que realiza en paneles previamente acondicionados.
De sus trabajos preparatorios, los sketch books que utiliza, están colmados de esos dibujos que realiza constantemente y de los cuales se vale, en algunos casos, para realizar sus obras, en otros recurre a plantas o semillas que recolecta para tenerlas más cerca a la hora de realizar la pintura, lo que hace de su estudio un pequeño museo de historia natural. En esas páginas plasmaba la naturaleza de Door County, Wisconsin, en donde vivía, pero también estudiaba y hacía bocetos de la flora y fauna de Costa Rica cada vez que venía al país.
Al comenzar una obra prepara muy bien el soporte, pero sin embargo no hace un boceto previo muy elaborado, sino que a la composición general va agregando elementos que tiene pensados y que cambian conforme la obra progresa.
La artista ha sido muy disciplinada en su trabajo ya que desde joven pinta todos los días y en horarios fijos, oyendo música clásica y “pintando con luz de norte”. Eso le ha valido ser muy prolífica y que haya podido realizar una obra muy consistente.
Flora Sáenz, una artista en una familia de artistas
Flora Sáenz de Langlois –como le gusta que le llamen– es una artista nacida en Costa Rica, proveniente de una familia de artistas e intelectuales. Sin embargo, ella se ha labrado un camino en el mundo del arte y brilla por sí sola.
Nacida Flora María Sáenz González en San José en 1927, ha desarrollado su carrera en Costa Rica y en Wisconsin, Estados Unidos, donde se instaló en 1953. Recibió su primera instrucción artística de manos de su madre, la artista Luisa González, y de su padre, el empresario, artesano y artista Adolfo Sáenz.
Cursó sus estudios secundarios en el Colegio Nuestra Señora de Sión, y en 1944 se trasladó a Los Ángeles, California, para continuar su educación secundaria. En 1948 regresó temporalmente a Costa Rica.
Su primera exposición de acuarelas y dibujos en el Centro Cultural Costarricense Norteamericano la realizó en 1951 y posteriormente viajó de nuevo a los Estados Unidos en 1953. Se instaló en esa fecha en la ciudad de Milwaukee, donde siguió estudios formales en artes plásticas en la Layton Art School, aunque desde años antes ejercía su actividad artística.
En 1954 contrajo matrimonio con el psiquiatra Leslie George Langlois Nieuchner en esta misma ciudad, y adoptó como artista el apellido Langlois. La pareja tuvo un hijo al que llamaron Jeffrey.
Entre 1955 y 1957, la artista cursó su grado en ciencias y artes en la Universidad de Wisconsin-Madison. Por dos años realizó numerosas ilustraciones de tarjetas postales para la empresa Norcross, con sede en Nueva York.
La temprana muerte de su marido en 1964, a los 38 años, hizo que la artista ejerciera como profesora de dibujo, pintura, artes gráficas y escultura en escuelas secundarias y universitarias de Wisconsin. Su labor docente fue intensa y a ella dedicó largos años de su vida en los Estados Unidos a esa labor.
Al realizar una maestría en educación artística en la Universidad de Wisconsin, Milwaukee (1969-1974) se convierte así en una de las primeras artistas costarricenses en obtener un grado de maestría. Sus profesores Alfred Sessler y John Wilde se convirtieron en importantes influencias durante el desarrollo de su técnica. Langlois se especializó en el grabado en metal, y realizó su tesis a propósito de la historia de la punta de plata, ya que Wilde la introdujo en esa técnica.
En 1980 se mudó a Door County, condado en la Península de Door, sobre el Lago Michigan. Su nuevo contexto fue determinante en el desarrollo de su obra de madurez, donde predominan los motivos naturales, abordados con un delicado misticismo personal.
Sus obras han participado en numerosas exposiciones individuales y colectivas. En 1963 realizó una exposición de dibujos y grabados en el Instituto Costarricense de Cultura Hispánica y participó en el Salón de Artistas de América, patrocinado por el Ministerio de Educación. Expone obras en la exposición retrospectiva de pintura costarricense realizada en el Museo Nacional en 1970. En 1980 celebró una muestra de dibujos a la punta de plata en la Sala Julián Marchena en la Biblioteca Nacional, entonces administrada por el Museo de Arte Costarricense. En 1984, ese mismo museo le dedicó una exposición individual en su sede central, en La Sabana. En 1986 obtuvo la Medalla de Oro en el concurso de arte de la Universidad de Wisconsin - Milwaukee. Desde inicios de la década de 1980, ha exhibido sus obras en las Edgewood Orchard Galleries, instancia que ha organizado varias exposiciones suyas, como la notable muestra Little things that matter, en 1997.
En 1993 se inauguró su muestra personal Costa-Rican Rainforest en Milwaukee, y en 1994, Retrospective en el Miller Art Center con una selección de obras de un período de 40 años de su carrera. También en 1993 recibió el premio del concurso anual Women in the Arts de Wisconsin. En 1997 participó en la VIII Bienal de Vida Silvestre del Miller Art Center, y adicionalmente se celebró la exposición Imaginations en el Neville Museum de Green Bay, Wisconsin, dedicada a Flora Langlois y Nancy Mladenoff. En 1998 Langlois participó en la muestra colectiva Portraits in the Beholder’s Eye, en la Peltz Gallery; y la Tory Folliard Gallery le dedicó la muestra Flora Langlois, Magic Realism, que recibió una cálida crítica de James Auer en The Milwaukee Journal.
En 2010 regresó definitivamente a Costa Rica, en donde continúa produciendo activamente y muchas de sus obras se venden en la Galería Tory Folliard de Milwaukee.
Para hacerle honor a la insigne artista costarricense Flora Sáenz Langlois, me di a la tarea, junto al Museo de Arte Costarricense, de organizar una exposición en la que hemos decidido presentar una conjunto de obras que representan sus 70 años de carrera artística. La Sala de Temporales del MAC va a acoger sus pinturas, casi todas ellas de pequeño formato, agrupándolas en cinco ejes temáticos y que engloban así una ínfima parte de su obra que ha sido copiosa.
Debemos celebrar el hecho de que esta creadora de espíritu gentil, con mucha fuerza de carácter, de imaginación muy fértil y un estilo estilísticamente único, llegó a fuerza de trabajo constante, a convertirse en un paradigma en el contexto de la pintura costarricense.
Su vida ha girado en torno al arte desde que era niña y le cachaba lápices y pinceles a su madre, hasta hoy, en que cada día, se arma de lápices, pinceles y tubos acrílicos para pintar en su apacible estudio bañado de luz del norte.
Exposición en La Sabana
¿Qué? El mundo onírico de Flora Sáenz Langlois compuesto por 60 obras de la artista desde la década de los años 60 hasta la actualidad.
¿Dónde? Sala de exhibiciones temporales del Museo de Arte Costarricense, ubicado en el parque metropolitano La Sabana.
¿Cuándo? La inauguración será el 30 de noviembre a las 7 p. m.
Horario: De martes a domingo de 9 a. m. a 4 p. m.
Entrada gratuita.