Áncora

El país de las cosas perdidas: Nueva novela regresa a una tierra y una dimensión paralela

José Francisco Correa presenta su primera novela, ‘El lago de la memoria’, una narrativa de retorno que, como suele ocurrir en el género, revela que nunca se puede volver a casa.

El lago de la memoria (2025), la primera novela escrita por Francisco Correa, cuenta la odisea de Victoria, una exguerrillera que regresa a Nicaragua, tras treinta años de exilio. Una tarde, a orillas del lago Cocibolca, Victoria queda atrapada junto con su nieta en una dimensión paralela que está poblada por todo tipo de objetos animados: cajas de fósforos, encendedores, cucharitas de té, argollas, monedas, cartas que no fueron enviadas y un larguísimo etcétera.

El lago de la memoria presenta un mundo barroco y aparatoso, en el sentido más amplio del término. Los antagonistas del relato son Smith y Wesson: dos revólveres que no por casualidad llevan el nombre del mayor fabricante de armas de fuego cortas de los Estados Unidos. A su lado aparecen otras celebridades bélicas como Excalibur, la espada del Rey Arturo, o la catana perdida del herrero japonés Masamune Ozaki.

Tal como hacía Lewis Carroll en Las aventuras de Alicia en el país de las maravillas (1863), Correa hace de su novela un espejo social que ha devenido en espejismo. Además, reconfigura la noción de realidad mediante el absurdo y nos adentra en un paisaje conformado por sitios como el Acantilado del Abandono, el Puente de los Recuerdos, el Valle de la Distancia y el Camino de las Negligencias.

Francisco Correa (Granada, Nicaragua, 1964) es publicista y profesor de la Universidad de Costa Rica
Francisco Correa (Granada, Nicaragua, 1964) es publicista y profesor de la Universidad de Costa Rica (PAULARAGON/Cortesía de Paul Aragón)

En un texto titulado Patas arriba (1998), Eduardo Galeano comentaba que, si la Alicia del país de las maravillas renaciera en nuestros días, “no necesitaría atravesar un espejo para descubrir el mundo al revés: le bastaría con asomarse a la ventana”. De manera análoga, Francisco Correa nos invita a atravesar un portal que conduce al corazón de la Nicaragua contemporánea. Una Nicaragua que puede ser interpretada como advertencia de excesos y ambiciones totalitarias en la región centroamericana.

Si la mayoría de los personajes imaginados por Lewis Carroll son un reflejo caricaturesco de la Inglaterra victoriana del siglo XIX, El lago de la memoria produce una crítica social mediante el retrato de una legión de tiranos, guardaespaldas, súbditos e informantes. Este compendio de personajes permite la reflexión sobre temas como el ansia de poder, la injusticia y los límites de la libertad, al tiempo que se sirve de un procedimiento muy apreciado en la tradición fantástica: la creación de universos paralelos.

¿Existe una puerta dimensional hacia un mejor país? ¿Es posible encontrarla y atravesarla? Correa propone esas y algunas otras preguntas en la trama de su texto y ubica ese portal junto a las laderas de los volcanes Concepción, Madera y Mombacho. Ese es el punto de partida de una odisea que se desarrolla como la proyección del deseo colectivo, tal como ocurría en La trama celeste: el cuento publicado por Adolfo Bioy Casares en 1984.

En ese cuento, tras un accidente aéreo, el aviador Ireneo Morris entra en un universo paralelo a la Argentina de su época. En tiempos de crisis que parecen hoy el estado permanente de las cosas, ¿quién no desearía vivir, aunque sea accidentalmente, en una realidad distinta de la suya? ¿Es posible la vida entre dos realidades: la deseada y la impuesta?

Varios siglos antes de que la serie Stranger Things (2016) nos mostrara una realidad escindida entre el mundo y el inframundo, nuestros pueblos originarios habían dado cuenta de esa diferencia esencial en sus cosmogonías, entre los mundos que habitamos los seres vivos y los espíritus. El lago de la memoria extiende su brazo largo y nos conecta con ese saber ancestral, tan valioso como olvidado.

En un poema titulado El Estrecho Dudoso (1966), Ernesto Cardenal imaginó junto al lago Cocibolca una conversación entre el explorador español Gil González Dávila y el cacique Nicarao, pautada por una pregunta insidiosa sobre la avaricia de los conquistadores: “¿Y para qué tan pocos hombres querían tanto oro?”

Cuatro siglos antes, en 1522, González Dávila había creído encontrar en ese lago el paso que comunicaría el océano Pacífico con el mar Caribe. La consideración del Lago Cocibolca como territorio de tránsito, que conduce de un continente a otro, no es un asunto menor en El Estrecho Dudoso de Ernesto Cardenal. Tampoco lo es la referencia a la avaricia de los conquistadores.

Estos elementos son retomados por Francisco Correa en El lago de la memoria, al punto de convertirlos en ejes fundamentales de su narrativa. En la novela, los déspotas y ambiciosos Smith y Wesson no solo figuran como herederos de la avidez española, sino que parecen haberla superado con creces mediante el impulso poderoso e inagotable del sistema capitalista.

“Vivimos el tiempo de los objetos. Con esto quiero decir que vivimos a su ritmo y según su incesante sucesión.”, comentaba en un ensayo titulado La sociedad de consumo (1970) el filósofo Jean Baudrillard. Sucesión incesante. Proliferación. Acumulación de objetos que representan riqueza, que se utiliza para conseguir nuevos objetos. Esas son las grandes consignas de nuestros días.

Smith y Wesson no sólo tienen demasiado, sino que ansían mucho más. Siempre más. Viven en una guarida cargada de objetos de inmenso valor —como la cueva de Alí Babá y los cuarenta ladrones— y en su lista interminable de deseos figuran el Arca de la Alianza que contenía las tablas de los Diez Mandamientos, las estatuas que adornaban la Fuente del Zodiaco del Antiguo Palacio de Verano de Pekín y la mesa redonda del rey Arturo.

Así, conforme El lago de la memoria da cuenta de la inmensa cantidad de objetos que obsesiona a sus protagonistas, comprendemos que somos poseídos por nuestras posesiones y que nuestra cueva de los tesoros es también, ante todo, nuestra cárcel. ¿Recuerdan la prisión que aparecía en los cómics y en las películas de Superman, que convertía a los criminales cautivos en figuras espectrales, desconectadas de la realidad? Pues eso.

En 2005 Francisco Correa publicó el libro de cuentos titulado Alguien singular, también con la editorial Perro Azul
En 2005 Francisco Correa publicó el libro de cuentos titulado Alguien singular, también con la editorial Perro Azul (PAULARAGON/Cortesía de Paul Aragón)

El lago de la memoria cita algunas batallas memorables como las de los atenienses en las Termópilas, Sandino en Bramadero y Toro Sentado en Little Bighorn. Se trata de batallas desproporcionadas, que conducirían inevitablemente a la derrota, a no ser por la confianza en las causas perdidas. Así, mediante un ingenioso salto del lenguaje, Correa vincula el país de las cosas perdidas con el de las causas perdidas. Un país añorado en el que, por fin, vencen los ideales.

Por otra parte, los ideales de juventud y la precipitada huida de Victoria se enfrentan, años después, con el reclamo de su hija. “¿Mamá, por qué decidiste irte? ¡Hubiera preferido estar con vos!” Ese momento clave de la novela ofrece una mirada comprensiva sobre los traumas familiares producidos por la revolución sandinista y la complejidad de las relaciones entre madre e hija. Esos temas aparecen también en la más reciente novela de la nicaragüense Gioconda Belli, titulada, significativamente, Un silencio lleno de murmullos (2024).

En El lago de la memoria se dan cita otros eventos significativos en la historia de Centroamérica y el Caribe, como el hundimiento del galeón San José, que naufragó en 1708 frente a las costas del Caribe colombiano, la invasión a Panamá por parte de los Estados Unidos o las protestas de 2018 en Nicaragua. Estos eventos conforman una arquitectura laberíntica, un edificio fabuloso y de entramado complejo en el que conviven el juego, la melancolía y el humor.

¿Cómo se habita esta novela? ¿Cómo se emprende el camino de regreso del país las cosas perdidas? ¿Cómo definir un texto que entrelaza los ideales revolucionarios y el trauma familiar con el mundo desbordado de los objetos? ¿Es esta novela un lugar, un juguete rabioso, o la confluencia de todos los lugares, como ocurría en El Aleph (1949) de Jorge Luis Borges? A falta de mejores definiciones, podríamos afirmar que El lago de la memoria es un objeto literario no identificado. Un OLNI deslumbrante. Pasen, lean y disfruten el vuelo.

‘El lago de la memoria’ puede comprarse a través de la página web de Ediciones Perro Azul y está disponible además en las librerías Internacional, Duluoz, Andante y Patio Abierto.

'Wager's Action off Cartagena, 28 May 1708' (circa 1772), pintura de Samuel Scott.
'Wager's Action off Cartagena, 28 May 1708' (circa 1772), pintura de Samuel Scott. (National Maritime Museum/Dominio Público)

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