Áncora

El reino de las sombras, de Jurgen Ureña: un espacio poético de desplazamientos

En su actual exposición, Ureña lleva su mirada de cineasta hacia el acto fotográfico. Reflexiones en el contexto de la pandemia que terminaron convertidas en ‘pequeñas películas’, cuya trama debe ser interpretada por los espectadores

Esta imagen da cuenta del trabajo simbólico de Ureña con el peso simbólico de la sombra el sujeto y un espacio liminar y ominoso . (Cortesía Jurgen Ureña)

“Ayer viajé al reino de las sombras. Es una región inconcebiblemente extraña, despojada de sonidos y colores. Todo, la tierra, los árboles, las personas, el aire, el agua, está pintado en tonos grises (...) En ella reconoce uno, en una inmovilidad petrificada, automóviles, edificios y personas en diferentes poses. La vida se reduce allí a un fantasma silencioso”.

Así describe Máximo Gorki su primera experiencia del cinematógrafo en 1896. La “impresión tan compleja y singular”, en el escritor ruso, lo llevó a evocar la naturaleza del cine. Jurgen Ureña siente, vive y se apropia de esa misma textualidad, en términos de fascinación, asombro y deseo, y la desplaza con su mirada de cineasta hacia el acto fotográfico.

Ureña exhibe, en el espacio cultural F de Imagen, una muestra integrada principalmente por polípticos fotográficos que dan cuenta de un proceso creativo orgánico; construido alrededor del caminar y la observación, del movimiento y la fijación de la mirada, del intersticio entre mostrar y ocultar deliberadamente, de la experimentación con la narrativa, y de una poética visual que integra la silueta, la sombra y la transformación plástica de la imagen fotográfica.

El cineasta empezó a fotografiar al inicio de la pandemia; en ese contexto de aislamiento, incertidumbre y miedo. Caminar y mirar fueron los recursos introspectivos que devinieron en sosiego, placer y hábito del paseante. Luego, se convirtieron en espacio de pensamiento y reflexión, se materializaron en una mirada “flâneur”; en exploración de motivos fotográficos muy diversos, con teléfono en mano. Finalmente, tras muchas horas de conversaciones, sesiones de edición en torno al contenido y la narrativa de las imágenes, con el fotógrafo Adrián Arias, el recorrido terminó en la construcción de “pequeñas películas”, cuya trama debe ser interpretada por los espectadores.

En muchas de las fotografías de la exposición la mirada del cineasta juega con las atmósferas y la difusión para potenciar la experiencia del misterio y atemporalidad. (Cortesía Jurgen Ureña)

En la obra fotográfica las representaciones visuales son muy variadas. Captura lugares en diferentes latitudes y espacios exteriores e interiores. Algunos lugares son identificables; sin embargo, funcionan únicamente como referencias espaciales o escenarios para la generación de situaciones enigmáticas. Principalmente, las fotografías son de cuerpos en pose o en aparente captura fortuita. La identidad de los sujetos es negada, solo importa, principalmente, su silueta como una representación universal de lo humano. Los detalles informativos del signo fotográfico son irrelevantes, ante la potencia afectiva que le da cohesión discursiva a la exposición entera. Se entiende a los afectos como una energía que atraviesa al sujeto y lo “cose” al (su) mundo. Son un flujo de movimientos y conexiones emocionales entre sujetos, objetos y espacios.

En las imágenes fotográficas, la sombra es la protagonista como visualidad de un contraste visual superlativo. Fundamentalmente, la sombra reina por su peso discursivo. En su oscuridad y variación de densidad, es símbolo de consternación afectiva. Podría entenderse como una sutura, en la imagen misma, que evidencia el trastorno y el drama existencial humano, el surgimiento de lo ominoso y de la amenaza para el individuo y la sociedad. En ese sentido, el mismo Ureña ha calificado su trabajo fotográfico como “un testimonio histórico y notable de emociones nuevas, ubicadas en algún lugar entre el asombro y el miedo; entre la fascinación y la inevitable sensación de incertidumbre”.

Esa incertidumbre también se materializa mediante la técnica fotográfica de toma y procedimientos de post-producción digital. Recursos como el registro de estelas de movimiento, la sobreimpresión y fusión de imágenes, en muchas de las fotografías, potencian coherentemente el concepto del desvanecimiento. Y, junto a la silueta y la sombra, funcionan como una apología visual de lo fantasmagórico y de la desaparición.

La silueta se convirtió en fascinante de investigación que le ha permitido trabajar la intersección entre el dibujo, la pintura, la fotografía y el cine. (Cortesía Jurgen Ureña)

Estéticamente, en estas fotografías, el registro purista y la fidelidad óptica fotográfica se va desvaneciendo. Ureña deliberadamente interviene las imágenes, trabajando plásticamente la textura y la difusión de figuras. Su proceso creativo ha pretendido, en sus propias palabras, “borrar la línea divisoria entre fotografía, pintura y dibujo”. Por tanto, propicia que la certeza del signo fotográfico tradicional sucumba ante una ambigüedad mediática expresionista. Se aferra al procedimiento de connotación del “esteticismo”, del cual Barthes, menciona que se hace presente cuando el tratamiento en la fotografía, la convierte en pintura, en “composición o sustancia visual (...) para significarse a sí misma como arte”.

Las fotografías en su conjunto, tanto como obras polípticas, como la exposición en su totalidad, construyen contenido a partir de la sintaxis. Siguiendo en la línea de las ideas barthesianas, la sintaxis connotativa es cuando el mensaje surge no tanto de las imágenes vistas singularmente, sino de su encadenamiento e inscripción en un marco totalizador de sentido. El proceso de edición de contenido de la exposición de Arias y Ureña, los llevó a instrumentar la yuxtaposición de imágenes y de tiempos y de narrativas particulares en función de una colisión deliberada de significados por asociación simbólica. En concordancia con el ámbito cinematográfico, acogieron aspectos del montaje de atracciones de Eisenstein, para generar una comunicación desde lo metafórico.

Ureña fusiona su exploración de la composición fotográfica con representaciones que producen narrativas de lo inquietante. (Cortesía Jurgen Ureña)

El reino de las sombras como exposición, engloba y registra una confluencia de recorridos o desplazamientos significantes que se imbrican entre sí. El primero es el propio caminar de Ureña sobre distintas geografías físicas, mentales y afectivas. Ese recorrido, que inicialmente se entretejió con el “Caminar” de Henry David Thoreau –ensayo que propició las reflexiones conceptuales de Ureña–, fusionó las operaciones caminar/ver y sentir/fotografiar.

La mirada de Ureña como paseante se regocija en la contemplación voluptuosa de lo mirado durante sus recorridos. Luego, se da un desplazamiento en el cual lo fotografiado es transformado mediante la técnica digital. Las fotografías finales son producto de la acción de un espíritu romántico, que se manifiesta en la pulsión de reescribir la imagen capturada a iconografías que apelan a la trascendencia de la expresión artística. En esta reescritura se puede observar una poética que se desliza entre una visualidad atrayente y un contenido que evoca lo siniestro.

Las imágenes, como se mencionó anteriormente, dan cuenta de desplazamientos en el ámbito mediático. Un movimiento de lo fotográfico hacia lo pictórico en el vector de esteticismo, el cual además incluye otro deslizamiento en el eje de la técnica fotográfica. Dada la intervención digital en algunas obras, se desplaza la nitidez de imagen fotográfica digital realizada con un teléfono celular y se acoge y celebra nostálgicamente un elemento de la materialidad de la fotografía analógica: la apariencia de granularidad.

Ureña explica que el ensayo “Breve historia de la sombra” de Victor Stoichita (1997), le hizo notar las zonas grises o difusas y las posibilidades de transformación y ocultamiento entre retrato, autorretrato sombra y silueta. (Cortesía Jurgen Ureña)

Otro tránsito es el que se da desde lo fotográfico hacia lo cinematográfico. Sobre esto último, las imágenes/películas de Ureña se mueven del paradigma fotográfico del instante decisivo hacia una temporalidad ambigua; a un espacio liminar, enigmático y de latencia sostenida en el que se intuye que algo podría suceder. Ese espacio es un silencio que alimenta al sentido de incertidumbre. Eso que se calla interpela a los espectadores para rellenar el vacío; los desplaza también para que se muevan en un océano de asociaciones mentales. Cada fotografía y cada políptico son fragmentos de una narrativa que se debe dilucidar. Aquí cabe recordar que Omar Calabrese afirma los fragmentos siempre obligan a reimaginar una totalidad; a pensar un entero “en ausencia”.

El reino de las sombras como exposición fotográfica convoca finalmente a visualizar muy brevemente cómo se desplaza la obra de Ureña sobre una dimensión foto-histórica. En otras palabras, qué relaciones interpretativas se pueden esbozar entre la obra artística de Ureña y algunas líneas de pensamiento y estilos estrictamente fotográficos.

La exposición señala un deslizamiento, en doble vía, entre el formalismo fotográfico de la producción artística moderna y el trabajo en torno a la producción de sentido de la creación contemporánea. En la obra de Ureña, se puede reconocer la experimentación moderna con la forma y la manipulación de la imagen. Por ejemplo, en muchas imágenes, recupera el dinamismo compositivo, la imagen invertida o la sobreimpresión. Esos recursos son marcadores genéticos que se enlazan con la idea de Lazlo Moholy-Nagy de la “nueva visión”, de emplear la cámara como un nuevo ojo, en función de una nueva manera de mirar el mundo. También, permiten rastrear a la “Subjektive Fotografie” de Otto Steinert. Movimiento fotográfico de la segunda parte del siglo XX que integró forma y función; que se centró en la exploración introspectiva de estados afectivos, de visiones personales y la expresión de mundos internos.

La contemporaneidad en la fotografía no ha dejado de moverse sobre ese gran paradigma del giro subjetivo. Jurgen Ureña intenciona sus imágenes, establece una sintaxis en función de una producción de sentido que se encarna con lo afectivo. Sus registros no buscan trabajar desde la función constatativa de la fotografía, sino operar desde una visión performativa. Instrumenta, siguiendo las ideas de Andrés Foglia, “el acto fotográfico como un acto de mirada” y, por tanto, como un imperativo en el que “la fotografía crea la realidad en la medida que la mira”. Entonces, partiendo de eso, solo queda dejarse llevar por la mirada del cineasta-fotógrafo y aceptar su realidad: la de un espacio artístico donde en lugar del imperativo “hágase la luz”, se propone que “sean las sombras”.

En esta imagen, fragmento de una de las “pequeñas películas”, resuenan las palabras de Gorki sobre cómo personas, espacios y objetos se reconocen por su “inmovilidad petrificada” en el cine. (Cortesía Jurgen Ureña)

Estos temas y posturas sobre la exposición de otros invitados serán presentadas en un conversatorio de cierre que se realizará el próximo sábado 22 de julio, a las 3 pm, en F de Imagen, Barrio Amón.

El reino de las sombras

Artista: Jurgen Ureña

Lugar: F de Imagen, Piso 2. Barrio Amón

Fechas: Disponible hast a el 22 de julio

Horario: Jueves y viernes de 1 a 5:30 p. m.

Detalles: En 1896, el escritor ruso Máximo Gorki asistió por primera vez a una función del cinematógrafo. Después escribió El reino de las sombras. Con El reino de las sombras, gracias al entusiasmo y el trabajo minucioso del curador Adrián Arias, Ureña ha intentado recuperar la primera mirada de Gorki sobre el cinematógrafo; una mirada que se ubica en algún lugar entre el asombro y el miedo.

La imagen del espacio natural iluminado, en conexión con las otras imágenes, también adquiere un carácter sombrío y que le celebra lo fantasmagórico. (Cortesía Jurgen Ureña)
La mirada de lo exterior es reflejo de lo interno; del asombro y el miedo. La belleza de lo visual se torna en la imagen de la incertidumbre. (Cortesía Jurgen Ureña)

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