Al finalizar el siglo XX, entre setiembre y diciembre de 1999, se realizó en el Museo de Arte Costarricense (MAC) una exposición retrospectiva de Max Jiménez Huete (1900-1947), a quien se reconoce como uno de los grandes artistas costarricenses, habiéndose destacado en dibujo, escultura, grabado, literatura y pintura. La exposición cubrió su obra pictórica, escultórica y gráfica.
La curaduría estuvo a cargo de Alina González y la museografía a cargo de Ana Gabriela Sáenz. También se expusieron fragmentos de su literatura, objetos de trabajo y documentos varios. Se publicó un excelente catálogo titulado Max Jiménez, un artista del siglo, con una presentación de la directora del MAC de ese entonces, Amalia Chaverri, y un texto de González, una descripción de los catálogos de las exposiciones individuales del artista en el período 1924 – 1974 y, por supuesto, el catálogo de la exposición retrospectiva de 1999 en el MAC, incluyendo las imágenes de sus pinturas y esculturas.
El catálogo menciona 46 pinturas, 11 esculturas y 32 dibujos, siendo esta exposición de 1999 la más grande que se ha realizado. También documenta 11 exposiciones previas y una presentación, en 1944, de un documento que edita Max Jiménez y que contiene ensayos de intelectuales sobre su obra.
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Paralelamente a la exposición en el MAC, la Editorial de la Universidad de Costa Rica publicó, en 1999, el libro Max Jiménez, de Floria Alexandra Barrionuevo y María Enriqueta Guardia, en el que se recoge toda la obra plástica de Max Jiménez, así como el libro Max Jiménez. Aproximaciones críticas, compilado por Álvaro Quesada Soto.
En esta compilación, Quesada incluyó como anexo el documento editado por Max Jiménez en 1944, con ensayos sobre su obra de intelectuales de la época: Jorge Mañach, Gilberto González y Contreras, Rafael Suárez Solís, David Alfaro Siqueiros, José Gómez Sicre, Juan Bosch, Heriberto Portell Vila y Ramón Guirao. También se debe mencionar que, en 1973, el Ministerio de Cultura, Juventud y Deportes publicó el libro Max Jiménez, del escritor Alfonso Chase.
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El número de obras exhibidas en sus exposiciones en el período 1924-1943, realizadas en París, Nueva York y La Habana, no pasó de 15. En Costa Rica, a partir de 1945, se realizaron varias exposiciones, siendo las más amplias: la realizada en julio de 1948 (Galería Max Jiménez, realizada en el Teatro Nacional, exhibiendo 48 pinturas, 6 esculturas, dibujos y xilografías), con una presentación de Flora Luján y organizada por Margarita Bertheau con la ayuda de varios intelectuales; la realizada del 21 de marzo al 7 de abril de 1974 en el Museo Nacional (con 44 pinturas, 2 esculturas y dibujos) y la mencionada de setiembre-diciembre de 1999 en el MAC. Del 6 de diciembre de 1945 al 15 de enero de 1946, estando en vida Max Jiménez, se realizó en la Galería de Arte L’Atelier en San José, una exposición con 21 pinturas.
Posteriormente a lo mencionado, tuvo lugar una actividad que no es tan conocida como las anteriores en el año 2000, pero sí de gran relevancia. Se realizó una exposición de Max Jiménez en el prestigioso Museo Rufino Tamayo de México en enero del 2000, empezando el siglo XXI y muy cerca del centenario del nacimiento del artista.
La exposición Max Jiménez. Un artista del siglo fue inaugurada el 11 de enero del 2000 por los presidentes de México, Ernesto Zedillo, y de Costa Rica, Miguel Ángel Rodríguez, y permaneció hasta el 30 de enero de ese año. La curaduría en México fue realizada por Ricardo Méndez. Estuvo basada en la exposición previa en Costa Rica. Se exhibieron 23 pinturas, 13 dibujos y una xilografía. De las obras mostradas en Costa Rica no todas se pudieron llevar a México, principalmente por logística de traslado, entre otros factores.
Además, la exposición tuvo lugar para complementar la visita oficial del presidente Rodríguez a México y, por eso se organizó con poco tiempo, tuvo corta duración y no hubo catálogo. Tania Gómez, en un artículo en el periódico Reforma de México del 13 de enero del 2000, menciona que Rafael Tovar y de Teresa, quien en ese entonces era presidente del Consejo Nacional para la Cultura y las Artes de México, expresó que “esta muestra es un impulsor de diálogo con las grandes corrientes internacionales y la asimilación de sus más valiosas enseñanzas como la mejor forma de plasmar la más profunda tradición cultural latinoamericana en un lenguaje eminentemente universal”.
Por su parte, Raquel Tibol, reconocida crítica e historiadora de arte y promotora cultural mexicana, con motivo de la exposición de Max Jiménez en el Museo Rufino Tamayo, escribió un artículo en la revista Proceso (del 23 de enero de 2000), donde menciona las diferentes facetas de la obra del artista. Expresa, entre otras cosas: “… hizo del cuerpo femenino una constante alegoría de vitalidad esencial, terrena y cósmica, fecunda en sensualidad, descomunal en voluptuosidades, rescatada en acentrados sentimientos, que por su identidad mestiza americana lo aleja de Picasso que reunía por los tempranos veinte grupos de mujeres de formas generosas e inspiración helenorromana, en juegos graciosos o cónclaves de confesión, a la vez que lo hermana con su coterráneo Francisco Zúñiga y la brasileña Tarsila do Amaral.”
Los autores tienen conocimiento, pero no detalles, de otra importante exposición que tuvo lugar en el Museo de Bellas Artes de Cuba en 2002, donde se exhibieron 25 pinturas, 42 dibujos y 48 grabados.
Como la producción de obras plásticas de Max Jiménez es relativamente pequeña, al analizar sus exposiciones, incluso las más recientes, comentarios generales realizados por intelectuales sobre su obra en el documento mencionado de 1944 siguen siendo válidos.
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Por ejemplo, David Alfaro Siqueiros, famoso artista y gran exponente del muralismo mexicano, expresó: “Pero el hecho concreto es que en su obra el elemento dramático aparece de manera muy esencial. Y no me refiero al elemento dramático solamente subjetivo (que es como lo entienden los surrealistas: el elemento dramático plástico-metafísico, en el que yo creo también firmemente), sino al elemento dramático objetivo y subjetivo simultáneamente, esto es: el elemento dramático total, el elemento dramático verdadero, que de manera básica me interesa a mí y a todos los pintores de la Escuela inicial Nuevo-realista y Nuevo-humanista de que yo formo parte. El elemento dramático, en suma, de todas las grandes escuelas del pasado.”
A su vez, José Gómez Sicre, fundador y exdirector del Museo de Arte de las Américas y reconocido promotor del arte latinoamericano, indicó: “Aunque en su obra se consigue a veces lo inmediato, lo palpable, lo objetivo casi directo, sus temas siempre lo constituyen seres irreales, preadámicos, iniciadores de toda vida, envueltos en gasas o metales imposibles, emergiendo con el nacimiento de un planeta que bien pudiera ser la tierra. Pintor de cosas fantasmales debía ser un calificativo para la imaginación de Max Jiménez, que usa colores inexistentes y dota a sus criaturas de carnes gigantescas que surgen donde su idea plástica le llama y se infla y se reduce en un capricho constante por crear lo desconocido.”
Si bien los seres de las obras de Max Jiménez son físicamente de dimensiones desproporcionadas, sus rostros muestran ser seres pensativos o meditabundos, mostrando estados, entre otros, de reflexión, melancolía e incertidumbre.
Max Jiménez introdujo en sus obras pictóricas seres con formas voluminosas (gigantescas) y masivas, cargadas de atracción telúrica, de atracción gravitatoria, que le dan, en su aparente cotidianidad, un carácter cósmico o universal, profundamente humano, que aflora desde lo más íntimo de su ser.
*Los autores son Walter Fernández-Rojas, presidente de la Academia Nacional de Ciencias y profesor emérito de la UCR, y Ana Grace Jiménez-Castro, artista plástica, especialista en conservación-restauración de arte, bienes culturales muebles y manejo de colecciones e investigadora de ConArte.