El 24 de junio de 1855 se tocó por primera vez en el público el vals El Palacio, compuesto por Manuel María Gutiérrez justamente para la ocasión: se inauguraba el Palacio Nacional. Hoy no existen ni el vals ni el palacio, ni tenemos más que algunos pocos vestigios para imaginarlos.
La pérdida de ambos resume la más tica de nuestras actitudes: la voluntad de ser olvido. Pero, por aquí y por allá, algunos ladrillos que conforman nuestra identidad se resisten al abandono; es solo que hay que lanzar miradas frescas sobre ellos.
Eso intenta Stephanie Williams en su nueva exposición en el Museo de Arte y Diseño Contemporáneo (Centro Nacional de Cultura, en la antigua Fábrica Nacional de Licores), titulada Cuadra cero.
Esa sería la dirección del Palacio Nacional (hoy se alza allí el Banco Central), demolido tres años después de su centenario, sin mucha explicación, por orden de José Figueres Ferrer.
La Segunda República borraba así un símbolo de la primera, un edificio que reunía el corazón del gobierno liberal, y que representaba también una forma de entender nuestra sociedad.
Pero Williams no hace un repaso histórico ni mucho menos un ejercicio nostálgico. En Cuadra cero recorremos un ejercicio de ficción. Se exhiben videos, instalaciones y documentos que, falseando rastros del Palacio Nacional y quienes lo crearon –de Juan Rafael Mora Porras en adelante–, y se reconstruyen piezas que formaron parte del inmueble.
Curiosamente, para haber sido el centro político del país, existen relativamente pocos registros precisos: pocas fotos muestran detalles o la fachada; vemos solo de lado, en las sombras, vemos poco. Ya el Palacio había sido olvidado en vida.
La narración que leemos, escuchamos y sentimos es ficticia. Parte, como W. G. Sebald en sus novelas, de vestigios reales, pero para construir nuevos textos y perspectivas hacia un pasado difícil de asir y dejado de lado quizá por conveniencia.
“Más allá de hacer un abordaje nostálgico del patrimonio, me interesaban las acciones políticas alrededor de la figura del Palacio y su posición dentro de la ciudad, las dinámicas que se dan alrededor de esta figura central”, explica Williams, quien realiza esta exposición tras ganar el certamen Inquieta Imagen en el 2015.
Cuadra cero prolonga así una investigación artística que Williams ha realizado en espacios como Teorética y la X Bienal Centroamericana.
¿Por qué trabajar desde la ficción para abordar el pasado? “Porque creo que de por sí esa historia ya está filtrada por ese factor de ficción. Lo que entra en la historia y lo que se replica, a través de la educación y demás, ya está filtrado por ella”, asegura Williams. “Hago la relación con la ficción porque estas figuras (políticas) incluso dicen cómo se va a escribir la historia, cuáles episodios entran y salen y que además va a ser una historia común”.
En su obra, lo demolido no muere: se enfatiza la intencionalidad de la destrucción porque se relaciona con aquello que no se habla, que no se discute, pero cuyos escombros permanecen bajo la superficie de nuestras convenciones.
Forman parte de la historia que nos contamos y de las relaciones sociales que vivimos. Así es como su mirada se aleja de la nostalgia, que tiende a ser apolítica, y se vuelve crítica: cuestiona lo que hay por debajo de la plácida historia de bordes limpios.
El proyecto se aleja de una añoranza despolitizada, como en el performance cacofónico La patria su peso (del cual se muestra una versión en video), o en las páginas falsas de periódicos del siglo XIX que resumen actitudes culturales de larga data y sorprendente resistencia. Así, en el video Centrale Posere, que imita productos didácticos, se cuestiona solo la forma de contar la historia, sino que se incorpora la variable de género.
“Esa visión ‘apolítica’ (la superficialmente nostálgica) tiene que ver con un pensamiento ya interiorizado”, detalla Williams. “Las estructuras se vuelven casi corporales, en el sentido de una afinidad profunda. Aquella visión de la modernidad y la fundación de Estado tenía que ver con eso, con identificarnos y arraigarnos a algo que no necesariamente está interiorizado críticamente”.
No tienen importancia cualidades arquitectónicas del inmueble, sino cómo este representa una idea de centralización, de consolidación del Estado. Colocado entre otros “archivos” que hablan de opresión o exclusión, el ir y venir de un pasado que no cesa. El olvido que somos vuelve y nos habla.
También en el MADC
El Museo de Arte y Diseño Contemporáneo (MADC), ubicado en el Centro Nacional de Cultura, alberga la exposición Cuadra cero hasta el 19 de mayo. La exhibición de Stephanie Williams ocupa las salas 2, 3 y 4 del MADC.
Por otra parte, en la Sala 1.1 se exhibe Ahora no somos extrañas, Lori, un proyecto de Alejandra Ramírez que también juega con realidad, ficción, memoria y archivo.
En la sala 1, el artista Alejandro Villalobos expone dos docenas de obras en Simplemente paisaje, que recopila cuadros realizados con pinturas industriales, grabado, instalación y documentos de su experimentación.