Corría el año 1961 y Altos de Escalante era un sitio prácticamente deshabitado; allí llegó el joven arquitecto, pintor y futbolista Rafael Ángel García Picado para mostrarle a su esposa, María Eugenia Sáenz, el terreno que había comprado para construir su hogar. En lugar del lote plano que ella esperaba, él le mostró una ladera que se precipitaba hacia el plácido río Torres. Allí donde muchos veían problemas, él halló posibilidades y construyó la gran casa de siete niveles, repleta de gradas, luz, espacios para compartir, arte –cómo no– y movimiento, donde creció su familia (cinco hijos, 14 nietos, 7 bisnietos).
A sus 91 años, con la serenidad que dan los años y la chispa intacta en la mirada, el reconocido Felo García narra aquella anécdota mientras contempla orgulloso su obra. Y esa historia lo retrata de cuerpo entero: en la vida, la arquitectura y las artes visuales, él ha sido un hombre que nunca se ha quedado paralizado ante las oportunidades y que siempre estuvo dispuesto a participar en diferentes experiencias e ideas.
El Adelantado. Ese fue el mote que se ganó y quedó subrayado cuando se convirtió en el primer futbolista profesional tico en jugar en Inglaterra, fundó la Escuela de Arquitectura de la Universidad de Costa Rica, sacudió el arte costarricense con sus obras abstractas, como parte del Grupo 8, hasta consolidarse como un maestro, y creó la Dirección de Artes y Letras (germen del Ministerio de Cultura actual).
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Sonríe al escuchar aquel apodo y afirma: “Nunca me negué a participar en un montón de cosas, ni a dar de mi parte. En mí todo esto era una necesidad. Ponía de mi parte para tener éxito en una empresa. Aceptaba el compromiso al 100%”.
Al repasar una vida tan prolífica, que le dio el Premio Magón en el 2009 –el más importante que otorga el país a una vida dedicada a la cultura–, este provocador recalca también que con tal de aprovechar las oportunidades incluso se convirtió en piloto. Sí, así como lo leen.
Trabajaba en el Departamento de Arquitectura Escolar del Ministerio de Obras Públicas y Transportes –hizo, por ejemplo, las escuelas públicas de Paraíso de Cartago y de La Ribera, de Belén– y debía supervisar proyectos en diferentes partes del país; en una ocasión, el azar lo hizo regresar a San José en avioneta, preguntó si aprender aquello era muy difícil y, una vez que aterrizó en La Sabana, se metió en una escuela de aviación. “Después alquilaba una avioneta y así lograba cumplir con mis obligaciones en el MOPT y en la UCR”, recuerda.
Deporte, arquitectura, arte…
Luego de superar algunos reveses en su salud, Felo García tiene un caballete con sus respectivos materiales listo para pintar o dibujar de vez en cuando. Aún ahora hace obras pequeñitas, recalca. No ha parado de “garabatear”: dibuja desde que tiene memoria cuando las paredes de su casa familiar fueron testigos de su precoz vocación.
En su luminoso estudio, además de sus libros y sus trabajos rigurosamente ordenados por sus nietos, se observan algunas de sus pasiones y obsesiones: en un rincón, una obra que nos recuerda a sus trabajos en arte matérico de los años 50 y 60 y, en primer plano, están sus tugurios, esas pinturas y dibujos en que él recupera la creatividad y posibilidades de las viviendas más pobres. En estas piezas, el arquitecto guía la mirada del pintor hacia esa arquitectura espontánea –como él la ha llamado– para recrearla y homenajearla. La “estética del tugurio”, como lo llaman los historiadores del arte, ha dejado una profunda huella en las últimas décadas al mostrarnos otro tipo de paisaje, el urbano, y desde otra perspectiva.
“Llegué a los tugurios en gran parte por la arquitectura. Me llamaron la atención como una experiencia múltiple porque desde joven me interesé en el problema de la vivienda… El tema me sirvió para retratar el aspecto humano; la vivienda es una necesidad del ser humano”, explica este artista que ha hecho casi 40 exposiciones individuales y ha participado en 85 muestras colectivas.
¿Y por qué no se ve a gente? “Sí, no hay gente. Uno tiene que inclinarse a pensar en los seres que viven allí en condiciones tan extremas, con tantas limitaciones, y que necesitan soluciones de vivienda. Vemos el poder creativo de ellos para resolver dónde vivir”, responde mientras su mirada se pierde en las sábanas blancas tendidas al sol de uno de sus cuadros. .
En otros espacios de su casa, pinturas, dibujos, grabados y esculturas evidencian diferentes épocas y series dentro de la carrera del artista: los tugurios, los tendederos de ropa al sol en esas viviendas, las exploraciones marinas, las composiciones abstractas, las mujeres…
No están todas las obras de su colección porque muchas viajaron al Museo de Arte Costarricense, en La Sabana, donde se expone una pequeña y reveladora exposición sobre su obra que se titula Composición.
Sin apoyo del bastón, se levanta de la silla para mostrar algunos de sus últimas serigrafías. Tiene problemas en las rodillas herencia de las lesiones que le dejó jugar fútbol. Entonces, viajamos con él a los tiempos en que jugaba en Inglaterra, Venezuela, Colombia y Cuba o en el país con La Libertad. Saprissa y Heredia. “Era delantero, centro. O sea era una posición en la que uno absorbía muchos faules, juego fuerte y riesgoso. Me golpearon mucho muy joven”, dice este fanático del fútbol inglés.
No fue su único deporte, también jugó baloncesto –con el Colegio Seminario–, boliche, ciclismo y tenis. “Tengo una gran valija de actividades”, añade entre risas.
Aún ahora le agradece al fútbol abrirle un mundo muy grande y lleno de cultura al frente cuando joven. “No podría haber hecho tanta cosa sin la proyección del fútbol”.
Y aunque hizo tanto, no oculta que le faltaron montones de proyectos en todos los campos; sin embargo, no lo perturba, está satisfecho con lo logrado y lo vivido. “He tenido una vida muy plena, he participado en lo que podido con amplitud, he disfrutado siempre y más allá. No tengo queja”.
No debe estar mucho tiempo sentado ni tampoco mucho tiempo de pie. De nuevo se levanta, otra vez olvidando el bastón, y vuelve su atención hacia su casa: la posibilidad de caminarla, de subir y bajar gradas, de moverse, de cambiar de ambiente y de vista. “Donde me siento, yo necesito ver verde”. Un lujo que se da cada día desde su arriesgada convicción en los años 60. “Parte de la alegría de vivir es ser uno dueño de su propio espacio”.
Tres caminos para conocer mejor a Felo García
Composición es una muestra de 25 obras del reconocido artista costarricense. Es un homenaje que permite acercarse a obras no figurativas, trabajos matéricos y creaciones dedicadas al paisaje urbano
El Museo de Arte Costarricense (MAC), ubicado en el parque metropolitano La Sabana, homenajea a Felo García con una cuidada exposición que reúne más de 25 obras del destacado maestro costarricense, entre pinturas, ensamblajes, esculturas y grabados.
Composición es una muestra que exhibe obras representativas del artista y trabajos menos conocidos de este creador, considerado como uno de los grandes exponentes del arte abstracto (no figurativo) y quien ha hecho una obra que reivindica la arquitectura urbana más popular. Muchas de estas piezas son resguardadas por la colección del artista o están en poder de sus hijos, así que es una oportunidad única para observarlas reunidas.
“Este es un reencuentro con muchas obras de diferentes épocas. Hay obra desde los años 50 hasta la actualidad”, cuenta García, quien trabajó con María José Chavarría, curadora del MAC, durante meses.
La exposición recorre tres caminos para llegar al artista: la obra no figurativa, los trabajos matéricos –mezclan materiales y texturas– y la producción relacionada con la vivienda.
Resultan muy sorpresivos los ensambles que el artista hizo en los años 50 y 60, en que se destacan, por ejemplo, su Paisaje metálico y Metálico con ruedas mini.
“Felo García es un artista que se arriesgó, que experimentaba y exploraba. Buscaba nuevas opciones para componer sus obras… Se atrevió a mezclar materiales: metal, arena en el óleo y trabajaba sobre terciopelo”, explica Chavarría, quien descubrió la humildad y generosidad de este maestro. A su juicio, aún hace falta estudiar más a Felo García como antecedente del arte matérico en Costa Rica.
Paisaje metálico II, piezas de metal que revelan una visión muy arquitectónica y abstracta del paisaje, tuvo que ser rescatada de uno de los rincones de la casa del artista y ser reensamblada por su autor para Composición.
Esas piezas son unas joyitas, así como los cuadernos de bocetos que se exhiben en una urna.
Infaltables son, por supuesto, las pinturas abstractas con que sacudió el arte costarricense en los años 50 y 60. Por ejemplo, se observa Estructura urbana (1957) y Nocturno urbano (1960). “Es un muy experimental y muy coherente”, destaca la curadora.
La preponderancia que le da el artista al tema de la vivienda tiene eco en Composición donde se encuentra desde el óleo La colmena (1976), las monotipias Bajo el puente (1985) y El largo día (1999), así como unas esculturas en que talló sus propias barriadas.
“En la estética del tugurio y de la pobreza hay una recuperación de lo popular. Él se alejó de la visión de la casa de adobe para acercarse a estas viviendas”, comentó Chavarría.
Con gran contundencia, la muestra pone de manifiesto la forma en que el arquitecto entiende la tridimensionalidad dentro de lo bidimensional.
Historia, técnica y poder de la imagen se concentran en Composición, exposición que estará abierta hasta febrero del 2020 de martes a domingo, de 9 a. m. a 4 p. m.