Las generaciones poéticas, entendidas como grupos de poetas que se reconocen similitudes éticas y estéticas, con inquietudes comunes, han marcado la evolución de algunas tradiciones. Son grupos con “participación en actos colectivos propios” (Julius Peterson), que construyen una identidad colectiva dentro de un panorama. La Generación del 27 en España renovó el lenguaje, y la Generación Beat en Estados Unidos marcó un fenómeno cultural y social al rechazar los valores clásicos, enrumbando hacia la contracultura y el movimiento hippie.
En Costa Rica desde los años setenta no surge una generación articulada, tanto así que la Universidad de Costa Rica en 1984 tuvo que titular un libro Antología de una generación dispersa.
Pero en la tercera década del milenio surge una Generación Crisálida, expresada en colectivos como Turrialba Literaria, Taller Joaquín Gutiérrez, Colectiva Jícaras, Taller Comelibros, Otro Taller Literario (UCR), Jóvenes sin voz (Zona norte), Ceniza Huetar (San Ramón), y Los hijos de Caín (Cartago), entre otros.
Hablo de jóvenes como Josselyn López, Melissa Valverde, Bianka Monge Llubere, Dante Calienno, Carolina Campos, Katherine Quirós, Joset André, Byron Ramírez, José Ignacio Aru, Bryan Sánchez, Pablo Romero, Valeria Villalobos, Daniel Araya, Ale Prada, Carolina Quintero y Carolina Montalvo. Danthe Thenad, Sean Salas, Alejandra Vega, Alison Castillo, Eduardo Fonseca y Daniela Herrera, entre otros. El Colectivo Jícaras lo integran Susana Alvarado, Ana María Badilla, Silvia Elena, Melissa Mendiola, Pamela Monge y Valeria Morales. Además hay jóvenes talentosos en talleres literarios más tradicionales, como la Sociedad de poetas cartagineses, Hojas sin tiempo, Taller Literario Alajuelense, Taller de Poesía anti-taller, el Grupo Faro Cultural de Puntarenas y la Asociación de Escritores y Editores de Pérez Zeledón.
Las mujeres son mayoría, lo que da vitalidad, energía y una búsqueda de igualdad y respeto a sus derechos e identidades.
No han venido a entretener, ni son la mermelada del pan. Su rebeldía es constructiva, renovadora, creativa. Como no tienen techo, no les molesta el brillo de las “estrellas”.
Son una buena noticia para la poesía costarricense. Producen actividades virtuales como “Por el poema muere el pez” (Jícaras), festivales, lecturas y encuentros. Publican en revistas online, blogs y redes. Tienen el descaro de la juventud con talento. No piden reconocimiento ni orientación, porque no están desorientados. No piden que nadie los adopte ni los legitime, se auto legitiman con su propia inteligencia y trabajo. Usan la tecnología, internet y redes sociales como herramientas y escenarios de expresión. Están conscientes del papel que la Poesía juega en sus vidas, no solo literaria, sino también vivencialmente.
Es una Generación Crisálida porque se está transformando, está evolucionando, no está estancada, sus integrantes tal vez no quieran mutar en mariposas, tal vez quieren transformarse en dragones y brujas, tienen esa libertad. Tienen el movimiento de no conformarse con su realidad actual y moldearla como arcilla hasta convertirla en ocarina, poema, relámpago o libro. La oruga quiere ser, la mariposa ya es, pero la crisálida se está transformando, avanza. Son conscientes de su transición, de su momento. Son jóvenes que gobiernan su metamorfosis.
No se mueven por trillos gastados, crean el camino con sus pasos. Han descubierto que sumar talentos fortalece, reconforta y anima. A la Poesía, que puede ser un oficio solitario, la han convertido en una celebración de afirmación y amistad. No son una estructura, son un happening, están sucediendo. No están atrapadas en un discurso, no buscan “caer bien” a cambio de una cortesía, ni “caer mal” para hacerse notar.
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Internet y redes sociales les ha permitido ser autores, editores, editoriales, antologadores y lectores. Son la generación online, globalizada, a la distancia de un click ya están leyendo poesía rusa, japonesa, nórdica o africana. Y a la distancia de un link ya los están escuchando en el mundo. No tienen nada que continuar, ni tienen nada que romper. No son la música de fondo de la literatura costarricense.
El paisaje poético costarricense está cambiando al ritmo en el que esta Generación Crisálida aletea. No están interesados en encasillarse como trascendentalistas, exterioristas, intimistas, conversacionales, simbólicos, abstractos; solo asumen la poesía como una experiencia diaria, real, directa. Para ellos la poesía es como el pan de cada día o el clima: está ahí y la viven, la sienten, la expresan. La poesía es su fuerza y su herramienta. No son contraculturales porque no tienen muro. Que sean “poetas costarricenses” es solo un detalle geográfico, porque en realidad su patio es el Universo. No sienten que están siguiendo “un destino” preestablecido, construyen día a día su destino poético y vivencial. Forman colectivos, no círculos, que es ya toda una declaración de acción. No les interesa la tradición, no tienen encima el peso de la “historia”, son jóvenes no solo porque lo marca su documento, lo son por entender su edad como la energía para crear y evolucionar.
La poesía costarricense a la que llegan es conformista, sigue instalada en un emotivismo que la Generación Crisálida intenta romper. Se publican muchos libros pero sin resonancia, sin repercusión. De los libros editados en San José no hay noticia en Guanacaste o Limón. Hay talento en Costa Rica, pero se dedica a los cien metros cortos, sin entrenar para distancias mayores. La poesía costarricense está “ensimismada”, como dice Carlos Manuel Villalobos (Apuntes sobre la poesía actual de Costa Rica, Nueva York Poetry review). Los poetas costarricenses están alejados de esta propuesta de Gabriel Celaya: “Hablemos de lo que cada día nos ocupa. Nada de lo humano debe quedar fuera de nuestra obra. En el poema debe haber barro, con perdón de los poetas poetísimos. La Poesía no es un fin en sí. La Poesía es un instrumento, entre otros, para transformar el mundo”. Palabras hermanas de las de Jorge Debravo: “No creo que haya temas vedados para la poesía. La poesía es un arma. No creo en la poesía por la poesía, creo en la poesía por el hombre. Detesto la poesía sin mensaje y sin contenidos humanos. La leo y no me nutre.”
La Generación Crisálida suena sus campanas, confío en que renovarán la poética costarricense, dándole fuerza, baile y estallido. No han venido para quedarse, sino a suceder. Esta generación ya no es de orugas, están evolucionando, están en constante metamorfosis, se convertirán en mariposas o dragones, en lo que quieran.
El autor es escritor.