Este 2023 se cumplen 200 años de la primera guerra civil costarricense, cuya pólvora fratricida cobró vidas nacionales en la Batalla de Ochomogo, el día 5 de abril de 1823, donde Gregorio José Ramírez resultó comandante vencedor. A partir de esa violenta confrontación interna –también azuzada por intereses políticos y económicos desde el exterior por México, Guatemala y Nicaragua-, nuestro país aun en sus momentos más críticos de la vida institucional, se reafirmó republicana, constitucional y democrática.
Ese mismo año el Congreso Provincial, máxima autoridad política, trasladó la capital de Cartago a San José. Vuelto el orden institucional se consolidó el carácter jurídico, histórico y cívico, que reafirmaron a Costa Rica como una comunidad de seres humanos libre, independiente y soberana, dueña de su destino, para decidir lo que más conviniera a sus ideales y aspiraciones de felicidad propia, proceso que involucró grandes errores políticos que la vieron naufragar en reyertas, golpes de estado y un cúmulo de injusticias sociales.
Por supuesto que para la época eran comunes las discrepancias a lo interno, disconformidades, conflictos y contradicciones, como parte de negociaciones desde los diferentes ámbitos del reacomodo de fuerzas en el orden político incipiente. La sociedad costarricense, con una dinámica de constante movimiento, trataba de buscar puntos de equilibrio para construir su estado.
En este lapso de asentamientos, conveniencias, intransigencias y cuotas de poder, se hacían notar personas y prebendas de grupos de presión, poder político, económico, social y religioso, que dejaron ver sus posiciones con los fuertes intereses que mostraban, y que no estaban dispuestos a renunciar para posicionarse en cargos y puntos estratégicos de mayor riqueza.
Golpe de Estado, el 29 de marzo de 1823
Muchos factores, enajenados en un sistema de causas, fue articulándose para que en dicha fecha un grupo de cartagineses, anexionistas al imperio mejicano de Iturbide, con apoyo de Heredia, dieran el primer golpe de estado de la historia de Costa Rica, desconocieron al gobierno legítimo constitucional en ejercicio y procuraron que se jurara la anexión incondicional de Costa Rica al imperio mejicano de Iturbide, comenzando por ellos.
Gregorio José Ramírez, el hombre y su circunstancia
La baraja tendió el arco de juego y saltó la carta que seleccionaron Alajuela y San José para someter a los facciosos, en un choque mucho más profundo que dos ideologías antagónicas en abierta confrontación, pues representaban distintos actores sociales de la misma clase dominante durante el periodo de la colonia española.
Gregorio José Ramírez asumió el desafío; se consideró su carácter y conocimiento para esta empresa militar de la que tenía formación básica, unida a su experiencia como capitán de buque mercante, comerciante, ciudadano respetado y político serio, en franco ascenso. Alajuela y San José lo acuerparon y fue nombrado comandante general de las armas republicanas, con el mandato preciso, restituir el orden constitucional, la unión y la paz del país.
Ramírez, muy querido y popular en Alajuela y aclamado en San José, supo aglutinar semejante fervor, se entregó de inmediato, con energía arrolladora, a organizar y preparar una milicia que tuviera la convicción de la causa republicana y la determinación de lo que significaba tomar las armas en aquellos momentos aciagos, donde el común, el pueblo, se puso a su lado sin condiciones, mostrando su valentía en el campo de batalla.
Ricardo Fernández Guardia, historiador, en su libro de 1944 La independencia lo resumió así:
“Desde que fue investido con el carácter de comandante general, no hubo en San José más voluntad que la de Ramírez. Mandó a levantar el en centro de la plaza una horca, declarando que de ella haría colgar por el cuello a todo el que no le obedeciese ciegamente sus órdenes, y con actividad febril emprendió la tarea de organizar, armar y pertrechar a sus tropas, acuartelándolas en el vasto edificio de la Factoría de tabacos”. (Fernández, G. EUNED: 2007, Pg.98).
Era pequeño de estatura, de salud endeble –probablemente asma–, carácter íntegro y acostumbrado a mandar, pero con una lucidez y vitalidad extraordinaria cuando era puesto a prueba. Acostumbrado a las vicisitudes de la dura vida y trasiegos por mar, su formación política republicana la tenía como guía de acción, servir a su país.
Entre otras actividades significativas, votó y firmó el Acta del 29 de octubre que nos dio la independencia absoluta de Costa Rica de España, participó en la redacción de la primera constitución política de Costa Rica conocida como Pacto de Concordia, colaboró con las autoridades legítimas trayendo catecismos políticos libertarios de sus viajes al sur del continente; nunca permitió que su nombre se pusiera en entredicho y siempre dio la cara.
En esta soledad y dimensión de la magna empresa encomendada, Gregorio José Ramírez era el hombre del destino, no estaba predeterminado por dioses o suerte a los dados, sino una decisión asumida conscientemente: no permitir que el naciente estado se fragmentara y quedara a la deriva, en el peor de los casos, de otros extranjeros en contubernio con nacionales; tenía que devolver la institucionalidad rota, restablecer el orden y la ley.
Como comandante vencedor, durante diez días impuso con mano férrea su voluntad, pero en vez de crear una dictadura con él al frente, lo cual lo hubiera convertido en el primer dictador de la América hispana, devolvió el poder a las autoridades civiles. Y como sello de su honor al deber cumplido, nombró un Congreso constituyente del cual se apartó, por sí mismo, por considerarlo incompatible con su cargo de comandante general de las armas de Costa Rica, así nombrado por las autoridades en ejercicio legítimo. Cargo desde el que sirvió al país, a pesar de sus problemas económicos personales por estar anclado, tierra adentro, sin comercio en el mar y con la salud muy deteriorada, hasta su muerte, unido al hecho de que nunca reclamó ni cobró los honorarios que le asignaron las autoridades, tal era su vocación de entrega a la patria.
Como consecuencia de los eventos varios y armados que perdieron los anexionistas, ¿quién trasladó la capital de Cartago a San José? Este es un hecho de gran relevancia para la historia del país.
Traemos este punto a colación para que no haya ninguna duda, ni siquiera razonable, de que no fue una decisión ni orden directa de Ramírez.
Restablecido el orden, el Congreso de Costa Rica (Asamblea Provincial) ya restituido, decretó:
“Sesión 8ª – Sala de Sesiones. – San José, mayo 2 de 1823.
1° – Se continuó la reforma del Estatuto de la Provincia (Constitución) y se tomó en consideración el artículo 15, que se suspendió su discusión por faltar parte de la representación de Cartago , y habiendo sido oficiados para que compareciesen el día de hoy – y no habiéndolo verificado – y estando la mayoría de aquellos representantes se reformó dicho artículo adicionándole: que el gobierno y las autoridades deben residir en esta ciudad de San José por ser de justicia y conveniencia pública, con plenitud de votos quede de capital de la provincia, lo primero porque esta ciudad arrostrando todos los peligros en unión de Alajuela y otros pueblos, por la libertad de toda ella, derramó su sangre por restablecer el orden y autoridad legítimamente constituidos, que la ciudad de Cartago había destruido con escándalo el 29 de marzo último forzando el cuartel y almacén de armas y pólvora con cuyo hecho rompieron lo sagrado del Pacto Social; (Constitución) y lo segundo por ser esta el punto céntrico de la provincia más oportuno para la pronta administración de justicia y que por consecuencia de esta declaración se anivela el tratamiento de aquella ciudad y Cabildo al común de los demás ayuntamientos de la provincia”. (ANCR)
Si bien su figura y obra fue quedando en el egoísmo del olvido, desde mediados del siglo diecinueve hubo atisbo en la historia nacional por traer a colación los sucesos de la primera guerra civil de 1823. No obstante, es Pedro Pérez Zeledón, historiador y abogado, quien en 1900 publica su libro “Gregorio José Ramírez y otros ensayos”, quien lo coloca en el sitial de restaurador de la libertad y por supuesto de la independencia de Costa Rica.
Ricardo Fernández Guardia le dedicó sentidas, amplias y objetivas notas que contribuyen a enaltecer la figura de Ramírez. La escritora Carmen Lyra le dedicó un homenaje, cuyo ensayo tituló “Don Gregorio José Ramírez, joven capitán que sacó a Costa Rica de una tempestad”. Determinante que fueron Carlos Meléndez Chaverri e Hilario Villalobos, historiadores, quienes elaboran y publican en 1971, al amparo del Ministerio de Cultura, su libro Gregorio José Ramírez, primera biografía completa de nuestro personaje. Quede anotado que hay otros estudios y referencias.
En un país como el nuestro, donde la cultura del olvido de nuestra memoria histórica es casi un culto nacional, su obra se consolida y poco a poco sale del letargo inmerecido.
Dionisio Cabal Antillón, quien, al referirse a Ramírez, en el 2016, escribió:
“A Alajuela debemos ser la cuna de uno de los más grandes héroes y estadistas de nuestra Patria: Gregorio José Ramírez, quien, en 1823, armas en mano dirigió la lucha de los Republicanos alajuelenses y josefinos contra los intentos de Cartago y Heredia de entregar a nuestro país al Imperio Mexicano de Iturbide. Don Gregorio José afirmó la independencia nacional y luego sin afanes de poder se retiró a su vida privada. Sin duda es, antes de la epopeya de don Juan Rafael Mora, el más valeroso prócer de nuestra independencia” (Prensa Digital-AM-PRENSA –El despertar de la información. 27 de marzo).
La visión y las acciones integrales de Ramírez le dan asiento como el primer estadista de Costa Rica, totalmente entregado a servir a su patria; no hizo negocios personales ni procuró ningún favorecimiento ilícito desde su posición de poder. Su inteligencia política vio la fortaleza del país en la paz y la unión interna, la educación y la libertad, el futuro del país, donde la juventud tenía que ocupar el lugar primordial.
Destino consciente de Ramírez, el héroe trágico inconsciente
En Gregorio todo es trabajo, dedicación, entrega, donde antepuso sus necesidades económicas y el abandono de su madre por un ideal mayor como era su patria.
Tuvo lucidez total cuando entró en el ruedo de la política, aun a sabiendas de su precaria salud; luego asumió el mando militar, veló y trabajó sin descanso para proteger la civilidad y a las autoridades legítimamente constituidas, inclusive cuando se vieron amenazadas por arribistas nacionales y extranjeros.
Sabía que su vida sería más corta; su realización trágica como protagonista héroe, que se constituye en víctima para cerrar el ciclo, de tal manera que se mantuvo firme hasta el final con tal de mantener al país en la senda republicana de las instituciones democráticas. Prócer y Padre de la Independencia de Costa Rica, nació en San José en 1796. Falleció el 4 de diciembre del año 1823, a los 27 años.
El lunes 4 de diciembre del 2023 se le hará un homenaje especial en el colegio que lleva su nombre, en Montecillos de Alajuela, donde se estrenará el “Himno a Gregorio José Ramírez, Padre de la Independencia de Costa Rica”, música del compositor y premio nacional, Marco Quesada Aguilar.
El autor es teatrólogo historiador y catedrático jubilado de la Universidad de Costa Rica.