En sus memorias de niñez, las relaciones con la madre y familiares y las referencias religiosas, el escritor, profesor y editor Gustavo Solórzano-Alfaro encontró un espacio fecundo para cosechar versos que se alejan de la solemnidad y revelan sus verdades para que otros encuentran las propias al leerlos. Así nació La culpa, poemario que publicó Nadar Ediciones en Chile el 2023 y ganó el Premio Nacional Aquileo J. Echeverría de Poesía.
Ahora, la editorial costarricense Perro Azul publica una nueva edición del libro, la cual será presentada este martes 27 de febrero, a las 7 p. m., en el Centro Cultural de España –diagonal a la rotonda del Farolito en barrio Escalante, en San José–.
El jurado le reconoció a La culpa ser “un canto nostálgico, construido con un lenguaje sencillo y claro, familiar y cotidiano”, el cuidado en los aspectos estéticos sin renunciar a la innovación y la interesante reflexión sobre el tema de la culpa desde diferentes perspectivas, entre los principales considerandos detallados en el fallo.
Conversamos con el poeta, quien dirige la EUNED, acerca de su noveno poemario publicado, sus motivaciones y herramientas, así como lo que queda al librarse de toda culpa.
El fallo del jurado del premio Aquileo J. Echeverría detalla que cada poema es un canto nostálgico. ¿A qué le “canta” La culpa? ¿De dónde proviene esa nostalgia?
Si hay algo a lo que este libro le canta es a mi madre, Yolanda Alfaro Quirós, una mujer venida al mundo en 1930, que inició una familia junto con mi padre justo el año en que se fundaba la Segunda República. Es un poemario dedicado a ella. Claro, la idea del canto en este caso en particular es complicada y ahí entra el tema de la nostalgia. La infancia es un tema recurrente en mi trabajo y esta no es la excepción. El paraíso perdido es un lugar común que siempre me ha movido fuertemente.
Si Nadie que esté feliz escribe, su anterior poemario, tenía como hilo conductor la relación entre la vida conyugal y la escritura. ¿Qué relación explora en esta ocasión?
Curiosamente, en este libro intenté en un principio repetir el juego de entrelazar el tema central (la madre, la familia) con la escritura; sin embargo, la idea no funcionó tal cual y el resultado es un poco distinto. Ahora, sí hay elementos que tienen que ver con el lenguaje, con la idea del idioma materno, por ejemplo, con los nombres propios, con las palabras. Igual, sí hay entre ambos libros una continuidad estilística. Considero que son textos hermanos por muchos motivos.
”En este libro, se explora la relación materno-filial y las relaciones intrafamiliares en general dentro del contexto de la sociedad en la que nos ha tocado vivir, y eso implica problematizar una cultura patriarcal, mirar esa cultura no necesariamente con rencor, sino buscando no repetir sus vicios y aspirar así a una especie de superación”.
En esta ocasión cambió de arma: pasó de la ironía a la melancolía. ¿Por qué decide explorar un ámbito tan íntimo como el familiar?
Creo que La culpa también tiene mucho de ironía, del mismo modo en que Nadie que esté feliz escribe tenía una alta dosis melancólica. Esto tiene que ver con una idea de la poesía, lejos de la solemnidad; una poesía que entiende la doble naturaleza del ser humano, que se debate entre la rutina de las cuestiones diarias y la aspiración o el deseo de una suerte de “vida elevada”.
“La culpa también tiene mucho de ironía, del mismo modo en que Nadie que esté feliz escribe tenía una alta dosis melancólica. Esto tiene que ver con una idea de la poesía, lejos de la solemnidad; una poesía que entiende la doble naturaleza del ser humano, que se debate entre la rutina de las cuestiones diarias y la aspiración o el deseo de una suerte de “vida elevada”.
”Era hora, además, de retomar una serie de asuntos problemáticos y explorarlos. Creo que todas las personas compartimos asuntos complicados. La vida no es fácil, evidentemente. Pero no se trata tanto de una decisión consciente, de algo programado. Los poemas van surgiendo y es hasta cierto momento en que uno mismo identifica algunos tics, algunas manías, unos giros particulares que te dicen “por aquí es”. Uno va encontrando el tema, el título llega y, a partir de ahí, es redondear la idea, el concepto del libro”.
¿De dónde surge esa necesidad de desnudar de dónde viene? ¿De qué le sirve?
No sé si te referís a “de dónde vengo yo”. Tampoco sé si realmente me pueda servir de algo. En esto sí me pongo un poco metafísico, a falta de una mejor explicación. Como decía antes, los poemas van surgiendo y a partir de ahí voy decidiendo por dónde avanzar. Es hasta que tengo varios textos, un título y una idea que podría hablar de “necesidad”: de decir algo, de completar un volumen, de concretar esa idea, de producir una obra valiosa, que llame la atención.
Madre, estas palabras que te escribo / crecen. Son la enredadera que nunca / tuviste. Estos poemas son los frutos / de aquella vida que te fue negada (poema Uno breve, sobre la madre). El tema de la madre es fundamental en el libro. ¿Qué construyen los versos alrededor de esta figura?
Sí, como te comentaba, es un poemario dedicado a mi madre. Ella cumplirá 94 años el próximo noviembre. Me tuvo a los 45 años. Y mi papá tenía 50. Soy el menor de 13 hermanos. Entonces, imagínate, al final ellos fueron más bien como mis abuelos. Y si pensamos en un hogar tradicional, conservador, la relación fue muy distinta de lo que tal vez otras personas hayan podido experimentar. Una de mis hermanas mayores, Elizabeth, fue quien asumió de alguna manera el papel materno, el cuido. Estos temas de las figuras femeninas, de su papel dentro de las casas, es algo presente en estos poemas. Alrededor de la figura materna y de las figuras de las mujeres se construye una idea de “casa”, una idea de “familia” y una idea de “país”.
¿Qué culpas expía en La culpa?
Ninguna. O todas. Es un reconocimiento. Un abordaje del tema de la culpa que de alguna manera es parte sustancial de las identidades de las personas en la cultura judeocristiana. No necesariamente hablo de “mi culpa” o de la culpa de alguien. Hablo de la culpa como herencia, como parte del discurso que nos moldea. No dudo de que inconscientemente arrastro culpas. Pero, por otro lado, toda mi vida he venido liberándome de muchas de ellas.
Efectivamente, la culpa hace que su poesía transite por temas religiosos sin ser un poemario religioso. ¿De qué le sirve lo religioso al poeta de La culpa? ¿Cómo se acercó a los textos religiosos?
Lo religioso es materia fértil, para el arte, para la filosofía, para la literatura. No soy ni creyente ni practicante, pero la religión como tema es fascinante. Es un intertexto inagotable para abordar diversos problemas de la existencia. Y de esa manera el discurso religioso aparece en este libro a través del misticismo de Santa Teresa de Jesús, en una oración propia que me enseñó mi madre y que siempre me intrigó, y también en citas de la Biblia, por ejemplo. Las referencias están ahí, diseminadas. Busqué que fueran efectivas, que informaran, pero sin sobrecargar el material.
¿Qué queda al librarse de toda culpa? ¿Qué le quedó al finalizar el libro?
A lo largo de mi vida me he ido liberando de una serie de culpas. Pero no creo que uno termine de lograrlo. No hay un nirvana. La poesía te permite explorar ideas y te revela cosas. Yo aspiro a eso, a que mis libros logren decirle algo a la gente. Y no es que esto sea una aspiración muy original, claro está, pero la idea de la revelación me resulta fundamental en el arte. No se trata de un mensaje secreto, codificado, se trata de que el poema logra activar mecanismos que nos permiten ver cosas que antes no veíamos. Los poemas no hablan de la verdad. Los poemas contienen su verdad y las personas encuentran la suya.
“Este libro ha sido para mí una gran experiencia. (...) Hay una identificación con el texto y eso me lleva a pensar que en efecto ese mecanismo para revelar cosas me ha funcionado. He creado una máquina de sentidos que parece funcionar. Por ahora”.
”Este libro ha sido para mí una gran experiencia. Las satisfacciones que me ha deparado en este momento son muchas. Algunas obvias, quizá, y otras, los comentarios de quienes lo han leído y me han dicho que han encontrado en él elementos muy valiosos. Hay una identificación con el texto y eso me lleva a pensar que en efecto ese mecanismo para revelar cosas me ha funcionado. He creado una máquina de sentidos que parece funcionar. Por ahora”.