Recientemente, por medio de la Ley No. 10367, la Asamblea Legislativa declaró a la Imprenta Nacional como institución Benemérita de la Patria, honor y reconocimiento que solo lo reciben aquellas organizaciones que han contribuido con la Patria de una forma excepcional. A continuación, se ofrece una pequeña pincelada de algunos hechos que fueron tomados en consideración para el otorgamiento de ese benemeritazgo (aunque no todos fueron descritos en la exposición de motivos).
Para poner en contexto a nuestros lectores, es necesario recordar que la Imprenta Nacional es una institución cuyos orígenes se remontan a 1835. De acuerdo con el historiador Carlos Meléndez Ch., debido a que no existe un estatuto fundacional que sustente la existencia de esa institución, sugiere que se tenga el 19 de noviembre de ese año -día de San Ponciano y San Crispín-, como fecha del inicio de sus actividades. Porque fue ese día, mediante el mecanismo del embargo de bienes, que el Gobierno entró en posesión de una máquina impresora que era propiedad de Joaquín Bernardo Calvo, un influyente político de la época.
Hoy, a casi dos siglos de su fundación, la Imprenta Nacional todavía no cuenta con su propio estatuto fundacional que regule sus actividades. No obstante, lo anterior, es preciso señalar que diversos documentos oficiales definen a esa institución como un órgano adscrito al Ministerio de Gobernación y Policía y funcionalmente; como un servicio público de carácter comercial, una empresa pública organizada como órgano público.
Adicionalmente, de acuerdo con la misión que se registran la Ley de Presupuesto Nacional, esa institución ejecuta el mandato constitucional de publicar las leyes y documentos en los Diarios Oficiales, brinda servicios en producción gráfica a las instituciones públicas e impulsa la educación y la cultura en la sociedad costarricense.
De lo antes expuesto se puede concluir que la Imprenta Nacional se institucionalizó como una organización para la prestación de servicios de impresión para el Estado, la publicación de los periódicos oficiales y la venta de leyes; lo anterior porque esas tres actividades han sido prácticamente inmutables durante los 189 años de existencia de la institución.
No obstante, esa inmutabilidad, la Imprenta Nacional es una organización que registra en sus anales una plétora de hechos que, por la época en que ocurrieron, solo pueden calificarse de innovadores. Esto, porque fueron acontecimientos que, con algunos ajustes, muchos años después de que ocurrieron, marcaron el punto de partida para que otras organizaciones -tanto estatales como privadas-, también siguieran los mismos pasos de esa casa impresora. Dada la amplitud de la lista de hechos que la hicieron merecedora del benemetitazgo, a continuación, se presenta un resumen de algunos ellos.
El diario más antiguo en circulación
Mediante el Acuerdo No. XVIII, del 23 de febrero de 1878, La Gaceta, que es propiedad de la Imprenta Nacional, fue convertida en un medio de circulación diaria. Antes de esa fecha se publicaba dos veces por semana, aunque también fue un hebdomadario. Si bien no fue el primero en convertirse en un diario, en 2024 sigue siendo el periódico más antiguo que circula en el país.
El mérito de transformarse en un diario estriba en la capacidad que ha tenido la Imprenta Nacional para mantener, de manera ininterrumpida, esa modalidad de circulación por más de 146 años.
A este acontecimiento histórico hay que sumarle otro hecho originado en la Imprenta Nacional. En 1878, pese a lo difícil que era mantener una publicación diaria, la cual había arrancado cinco meses atrás, la institución nos sorprende con una edición bimensual para el exterior de La Gaceta. Esto no puede más que calificarse como un acontecimiento sin precedentes en la historia de los medios de comunicación costarricenses, especialmente por la época en la que sucedió. Nótese que no era la edición ordinaria la que se exportaba, sino, que se editaba una especial.
La decisión de crear dicha edición bimensual, según consta en el Acuerdo No. LXXXVII, del 27 de julio de 1878, fue que muchos de los documentos que se publicaban en el diario eran de interés puramente local, lo cual justificaba la necesidad de elaborar una expresamente para el extranjero. Esto, para dar “…cabida en ella a todo lo que fuera de la República, pueda ser de algún interés…”.
Desafortunadamente en el Acuerdo No. CX, de 26 de agosto de 1882, se suprime la edición para el exterior, sin embargo, al extranjero se siguió enviando la edición común.
Sobre el papel que ha desempeñado ese particular periódico en nuestra sociedad, Carlos Morales, autor del libro El Hombre que no quiso la guerra, afirma que: “…no hay duda de que La Gaceta sentó algunas de las bases del periodismo costarricense…”
Casa de enseñanza
Desde el primer reglamento de la Imprenta Nacional, emitido en el Decreto CI del 3 de octubre de 1846, la institución ya se perfilaba como un centro de enseñanza de lo que hoy se conoce como artes gráficas. En el artículo primero del decreto citado ut supra, se indica que “…serán admitidos al aprendizage los jóvenes que quieran seguir esta carrera…”.
Aunque no especifica a cuál carrera se hace referencia, lo que interesa es que se admitían aprendices en el taller de producción. La práctica de aceptar personas en la condición de principiante se mantuvo en la institución durante muchos años; de hecho, 57 años más tarde, en el artículo 41 del Acuerdo 3, del 2 de abril de 1903, se establece que “ningún aprendiz podrá comenzar á devengar sueldo antes de un año de aprendizaje...” Dicho sea de paso, el Capítulo XX de ese acuerdo estaba dedicado a regular la actividad de los aprendices.
Como puede verse, la institución sirvió como un aula en la que se formaban todas aquellas personas, especialmente las jóvenes, que querían aprender las artes de la imprenta. La actividad tipográfica era tan importante que, además de ofrecer oportunidades de capacitación en la Imprenta Nacional, el gobierno, por medio del acuerdo No. 153 del 27 de julio de 1906, fundó una escuela de Tipografía para mujeres, la cual estaba a cargo de la Secretaría de Instrucción Pública.
La Escuela era libre de todo derecho y para la admisión sólo se requería que la aspirante fuera de buenas costumbres y supiera leer y escribir con bastante corrección. Una vez graduadas, las alumnas recibían un diploma de Oficialas de Tipografía.
A pesar de que ese centro de enseñanza no dependía de la Imprenta Nacional, la institución debió desempeñar un papel preponderante, porque en el acuerdo No. 155 de 1906, se estipuló que la inspección superior de la Escuela residía en el director de la Tipografía Nacional.
Cuna de los derechos laborales
Desde sus inicios, la Imprenta Nacional se caracterizó por mantener una relación armoniosa con sus empleados, especialmente en el tema salarial, sin embargo, la vocación por motivar a los trabajadores por medio de recompensas y premios tuvo manifestaciones más trascendentales a finales del Siglo XIX y principios del XX. En 1896, por ejemplo, mediante el Acuerdo No. 3 del 26 de agosto, se aprobaron los estatutos de la Sociedad Anónima Fondo de Reserva de la Imprenta.
El objetivo de la organización era la de crear un fondo de economías entre los empleados para brindarles préstamos. Por su naturaleza y por los fines perseguidos, en la actualidad el citado fondo de reserva encuentra su par en las sociedades de socorro mutuo y en el solidarismo.
Antes de que la jubilación fuera reconocida como un derecho, en la Imprenta Nacional ya se había creado un fondo de pensiones. Lo anterior consta en el artículo 17 del Reglamento de la Imprenta Nacional, promulgado a través del Decreto No. 8 del 17 de setiembre de 1920. En esa norma “...se crea un fondo de pensiones dedicado a los operarios pertenecientes al ramo de las artes gráficas, sin vicios, de buena conducta, mayores de 55 años que se hayan inutilizado para el trabajo…”.
En el Decreto No. 12, del 3 de noviembre de 1920, se reglamenta el citado fondo, el cual, valga decir, no era exclusivo para los trabajadores de la Imprenta Nacional, porque este fue creado para quienes conformaran la Sociedad Gráfica Costarricense. El citado Fondo adquirió rango superior 1934, al aprobarse la Ley No. 23. Con ella se creó la Ley de Seguro de Vejez y Retiro de los Empleados y Obreros de la Imprenta Nacional. Por cierto, la primera ley de este tipo en la historia en el país.
Esa vocación por motivar a los trabajadores trascendió los muros del taller de la Imprenta, porque las decisiones que se tomaron se convirtieron en la semilla que años más tarde darían origen a organizaciones sociales como el solidarismo, las sociedades de socorro mutuo y el cooperativismo, que han convertido al país en un referente obligatorio respecto de los derechos de los trabajadores.
Fiel a su pasado, en 2024 la Imprenta Nacional da cabida a 4 organizaciones integradas por sus trabajadores: 2 seccionales sindicales, una cooperativa y una asociación solidarista.
Bastión para la educación y la cultura
Durante toda su existencia, a través de la impresión de libros y periódicos, la Imprenta Nacional ha estado contribuyendo al fomento de la educación y la cultura. En la actualidad imprime prácticamente toda la producción literaria de la Editorial Costa Rica. Y esto no es producto de la casualidad. Como se ha reiterado, eso tiene su origen en el compromiso histórico que la institución ha tenido con los temas culturales y educativos.
La persistencia del compromiso con los temas educativos y culturales también pueden rastrearse en el pasado. Es importante aclarar que muchos de los impresos se hicieron de forma gratuita. Lo anterior se desprende de la lectura varias normas legales. Por ejemplo, en el Acuerdo No. 43 (Publicado el 14 de agosto de 1902), se autoriza la impresión, por cuenta del estado en la Imprenta Nacional, el libro inédito de don Pío Víquez.
Otro caso de publicaciones gratuitas se encuentra en la Ley No.13 del 26 de mayo de 1939, la cual estableció que: “La Imprenta Nacional editará, por cuenta del Estado, dos libros cada año, de autores nacionales, escogidos por la Secretaría de Educación Pública entre los que se le presenten por sus autores con ese objeto. De las obras escogidas, una por lo menos deberá ser de orden científico. Los autores de las obras seleccionadas gozarán de un sesenta por ciento de la edición como compensación y estímulo a su labor y un cuarenta por ciento será distribuido por la Secretaría de Educación entre los distintos centros científicos y literarios del país y del exterior que juzgue conveniente”.
En el 2013, siguiendo la misma línea de apoyo al tema cultural y educativo, mediante el decreto 37719, se creó la Editorial Digital de la Imprenta Nacional. Dicha norma indica que el objetivo es “…brindar un servicio de divulgación gratuito [por medio de la página Web] de aquellas obras que contribuyan al mejoramiento de la educación, el arte, la literatura, la cultura y las ciencias de la población en general, objetivo que se cumplirá mediante la puesta a disposición pública de versiones en soporte digital.”
Y, aunque no fue de forma gratuita, antaño, a falta de casas impresoras, la Imprenta Nacional abrió sus puertas para que se imprimieron muchos libros y periódicos, con lo cual, también contribuyó al fortalecimiento de la educación y la cultura del país.
Del papel a la Internet: Otro salto importante en relación con la cobertura del Diario Oficial se dio en noviembre de 1998, cuando las secciones de leyes y decretos fueron puestas en la Internet de manera gratuita. Sin embargo, un hecho que marcó un hito en la historia de nuestro país fue que el 1º de Julio de 2013 se puso en circulación La Gaceta a través de la Internet de forma completa, gratuita y con firma digital certificada. Este hecho, además, hizo que el país fuera el primero en Latinoamérica en adoptar esta forma de publicar el Diario Oficial.
Conclusión
Desde hace casi dos siglos, la Imprenta Nacional fue puesta en operación para cumplir una función meramente utilitarista, pues debió satisfacer necesidades domésticas del gobierno, como lo era la impresión de todos sus papales, pero, pronto se encontró trabajando para mejorar la vida de los habitantes del Estado, especialmente en el ámbito de la comunicación, la educación y la cultura y por qué no en el laboral, pues ha dado empleo y formado a varias generaciones de tipógrafos.
Otro hecho indubitable es que la Imprenta Nacional ha fijado varios hitos en la historia patria, con lo cual ha marcado el camino a seguir en muchas actividades y, lo que mayor mérito tiene, es que lo hiciera en épocas en las que viabilidad para su ejecución era precaria. Si las actividades emprendidas fueron una copia de experiencias desarrolladas allende las fronteras, es algo que resulta irrelevante, pues lo importante es el que se hayan emprendido para mejorar los servicios públicos que en cada época se brindaron.
No debe quedar duda, entonces, de que la Imprenta Nacional es una organización de un enorme valor público para la sociedad costarricense, lo cual resella la Asamblea Legislativa al declararla Benemérita de la Patria.