Los libros a veces suelen ser vistos como espejos. En el caso de los poemarios, es rico nutrirse de dos libros que tienen un nacimiento en simultáneo y un ambiente común.
La pandemia (y la pospandemia) ha dado algunos ejercicios al respecto que resultan más que interesantes. Por ejemplo, con el caso de los libros Vanitas y Vigilia, del veterano autor Adriano Corrales Arias, hay muchos puntos en común: reflexiones sobre el fin del mundo, sobre la fragilidad y frugalidad de las cosas, la añoranza de tiempos donde el mundo no estaba en un hilo y, sobre todo, el arte como hechizo curativo.
Cobijado bajo el sello de la editorial Arlekín, Corrales publica estos dos libros concebidos en sentimientos y circunstancias afines. El autor de obras como Los ojos del Antifaz (1999) y Balalaika en clave de son (2006) conversó sobre sus nuevos títulos con La Nación.
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—Vigilia y Vanitas se sienten como libros mellizos. ¿Por qué tomó la decisión de publicarlos juntos?
—De algún modo lo son. Vanitas nació en los primeros días de la pandemia, cuando estábamos absolutamente enclaustrados. La angustia, el miedo, la incertidumbre, más esa ambigua sensación que se convierte en certeza al saber que “no somos nada”, fue lo primero que me asaltó. La fragilidad de la condición humana y la prepotencia de creernos superiores a la naturaleza y, en mucho, a los otros, me condujeron a auscultarme. Y de la observación del entorno y de lo que percibía en mis semejantes fueron naciendo los poemas.
”Son una larga reflexión sobre la paradójica condición humana con su resiliencia y su exposición a los avatares naturales y de la misma ciencia, o de eso conocido como civilización o progreso, los cuales, de repente, podrían acabar con la especie y con el planeta. Es una suerte de ajuste de cuentas con nuestro ego.
Por su parte, Vigilia se fue materializando en paralelo, pero con diferentes temáticas, incluso amorosas. Hay poemas escritos años atrás que no había considerado para libro alguno. Los agrupé y fueron apareciendo otros mientras escribía Vanitas. Debido a ese proceso, finalmente tomé la decisión de publicarlos juntos”.
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—Es complejo hablar sobre la literatura nacida en la pandemia. ¿Qué criterio tiene usted sobre Vigilia y Vanitas? ¿Se siente cómodo con que se etiqueten como libros pandémicos o pospandémicos?
—Es complicado, tal como usted lo dice. Lo cierto es que fueron haciéndose durante la pandemia, o por lo menos durante el primer año. En ese sentido tienen relación con ella, pero no en exclusiva. La pandemia fue el disparador, la eclosión, el contexto o el tiempo-espacio de redacción. No sé si podrían etiquetarse de alguna manera, o encasillarse como “libros pos o pandémicos”. Tal vez sean hijos “putativos” de la pandemia, o algo así.
—Usted es un autor muy prolífico. Tras tantos años de escribir y publicar, ¿cuán distinta fue esta experiencia, puesto que ocurrió durante la crisis sanitaria?
—Ha sido una experiencia muy dolorosa y cargada de temor, pero muy aleccionadora también. Al principio nos enfrentamos a la incertidumbre y al pánico, tanto individual como colectivo; fue una verdadera pesadilla. Eso nos llevó al encierro, literalmente, ya no solo en nuestras viviendas, sino en nosotros mismos. Afloraron temores atávicos pero, a su vez, la necesidad de revisar la historia, los momentos dramáticos de la humanidad, y de enfrentar la dura realidad con resolución.
”Lo distinto en el proceso de escritura, entonces, es que se hizo bajo presión, casi como si se tratara de un testamento o de una crónica final. Lo positivo ha sido el proceso de introspección y, por tanto, el aprendizaje en cuanto a nuestra vulnerabilidad, pero, ante todo, el aprecio y comprensión por lo más humano que poseemos: la sencillez, la humildad, la solidaridad, la benevolencia con nosotros mismos y con los demás”.
—¿Cómo definiría el término de vigilia creativa, el cual es tan importante para asumir estos libros?
—Es una buena pregunta y un buen término el que utiliza. La vigilia, en términos creativos, implica que el artista, el poeta, debe estar atento siempre, no solo en cuanto a lo que acontece en el exterior, sino, en especial, a lo que bulle en su mundo interior. El poeta es como un guerrero que precisa estar alerta, aunque quizás el concepto “guerrero” no sea el más adecuado, a no ser que lo asumamos como metáfora: el guerrero de la luz o por la luz.
”Me refiero a esa cualidad de estar despiertos ante las maravillas de la vida, pero también ante los desastres y las hecatombes y ante nuestros pensamientos, pulsiones y emociones, ya no para combatir, sino para resistir lúcidamente con la mayor creatividad posible. La vigilia creativa significa vivir en poesía, hacer de la poesía una forma de vida.
—En los poemarios hay varias reflexiones sobre los versos anónimos y los poemas que no se finalizan. ¿Dónde reside la belleza de los poemas que nunca ven la luz de una publicación?
—Pienso que hay poetas que nunca publicaron y nos los perdimos. Hay mucho poeta anónimo y mucha poesía que no alcanzó la escritura. A veces en una conversación uno percibe hálitos poéticos de mucha altura, pero se pierden en el viento. Hay personas con talento poético que no han podido acceder a una buena formación, o la educación que recibieron más bien los ha deformado. He conocido jóvenes campesinos, por ejemplo, con una gracia poética extraordinaria, pero no pudieron estudiar o formarse por variadas razones, generalmente socioeconómicas. Son talentos desperdiciados.
”En todo caso, la plaza pública, el pueblo llano, son el caldero anónimo de toda literatura, de toda poesía que se destila y alcanza niveles de calidad en manos de creadores atentos. Muchas grandes obras literarias son anónimas, muchas se salvaron gracias a un amanuense o a un escritor de talento que las compiló y las convirtió en clásicos, como el caso de Homero”.
—También hay muchas reflexiones sobre lo frugal en la vida. Con su veteranía, ¿qué consideraciones tiene sobre el paso del tiempo? ¿Sobre momentos como los que describe en el caso del poema sobre Lisboa?
—Quizás la madurez consista en eso, en alcanzar la serenidad de saber que la frugalidad es lo sustancial de la vida. Que la acumulación de elementos materiales o de eso que llaman riquezas, es fatuo. Que a todos nos alcanza la hora y debemos estar prestos para partir ligeros de equipaje, como dijo el gran poeta Antonio Machado.
”Vanitas tiene que ver con esas consideraciones del paso del tiempo en términos de decantarse hacia lo interior, lo espiritual, lo verdaderamente nutricio. Y alejarse de lo mundano, del bullicio masivo, del engreimiento humano, del consumo desmedido y de los detritus de la sociedad capitalista. Es la búsqueda de la paz interior y del acompañamiento sincero hacia mundos más armónicos”.
—Me fascinan también sus reflexiones sobre los “falsos” poetas, sobre quienes escriben para tener la luz de los reflectores y la fama. Usted aborda el tema con mucha elegancia. ¿Cómo se decidió a escribir al respecto?
—Es que hay muchos “poetas” sin poesía. Escribir poemas no te hace poeta necesariamente. La poesía está más allá, o más acá, de las palabras, de los discursos. La poesía es una actitud, un compromiso vital. La poesía es lo que amalgama eso que conocemos como arte, es su argamasa, lo esencial de la vida. Por eso es inútil, porque lo esencial es inútil, y esa es precisamente su riqueza. Claro, la poesía se construye y expresa a través de palabras, para ello hay que conocer las palabras, hay que estudiarlas, investigar, leer, escribir con disciplina...
“Pero no se trata solo de la técnica para escribir, o pintar, o tocar un instrumento, o bailar, porque, ya lo dije, la poesía es la base de toda expresión artística. Entonces hay poemas y publicaciones que no alcanzan ese nivel de actitud o de compromiso, ese hálito creativo. Hay poetas que escriben muy bien, son literariamente correctos, hasta ganan premios y se leen en escuelas y colegios, se estudian en universidades, pero son zafios, adolecen de poesía, de esa cualidad estética que hace la diferencia entre una sinfonía y un reguetón, por ejemplo”.
—Hay muchos autores nuevos, nacidos de talleres de poesía como el que usted institucionalizó que quieren hacer una voz. Al tener esa cercanía, ¿qué tanto interviene o permea la creación literaria el entorno digital en el que se crían nuevas generaciones?
—Creo que el medio no es lo importante, aunque está claro que el entorno permea la creación poética y artística. El problema radica en su utilización para no caer en el facilísimo puesto que ahora, supuestamente, es más fácil escribir y publicar. Cualquier persona se cree poeta o escritor al tener el medio de escritura y difusión a su alcance. Entonces se pervierte el acto creativo al convertirlo en algo mecanicista, tecnocrático, digamos. Y se abandona lo principal: el estudio, la lectura, la disciplina, la reflexión.
”Percibo a muchos jóvenes ansiosos por escribir y publicar, pero desdeñan la lectura y la formación creativa. Para escribir es necesario leer, estudiar, investigar, meditar, sin eso no se consigue pasar de las redes sociales o del mensajito con infernales faltas ortográficas y gramaticales. Por cierto, algunos talleres ayudan con ese tipo de formación”.
—El siglo XXI ha llevado a los híbridos, por ejemplo, entre cine y televisión, entre cine y videojuegos, entre otras disciplinas. Muchos hablan de que la poesía está siendo absorbida por la “prosa literaria” y se encamina hacia un fin como se le ha conocido tradicionalmente. ¿Qué criterio tiene al respecto usted?
—Ciertamente. Hay un enrarecimiento de las fronteras entre los géneros y disciplinas. La prosa se torna más poética y la poesía más prosaica. Son los signos de los tiempos marcados por los avances tecnológicos y por los formatos de lectura y entretenimiento, pero también por falencias educativas y humanísticas. El peligro es caer en la tontería, en el lugar común, lo masivo, lo liviano, en lo intoxicante. A mí me parece sano esa suerte de copulación entre géneros y corrientes, esa hibridación de disciplinas y de producciones artísticas.
”Ahora bien, tengo para mí que la poesía no tendrá fin, porque ya lo he señalado, va más allá de la técnica, del formato o del soporte. Podrán variar las formas o presentaciones del poema, pero la poesía es una actitud, una instancia estética, en ese sentido es lo que otorga significación, lo que amarra y solidifica cualquier expresión artística más allá de su estructura o género.
—¿Qué fue lo más satisfactorio del proceso de escritura y publicación de Vigilia y Vanitas?
—Lo más satisfactorio fue plasmar, de alguna manera, el desasosiego causado por la crisis sanitaria que representaba, o representa, la crisis civilizatoria de un sistema económico, sociopolítico y cultural. Y reforzar el mundo interior en un viaje de regreso a lo elemental para poder externar ese desasosiego con cierta experimentación formal sin caer en excesos.
“Mejor dicho, ha sido una apuesta por expresar algo complejo y dramático, incluso aterrador, de manera sosegada y sincera, sin pretensiones de trascendencia alguna ni de convencimiento de nada ni para nadie. Y salir agradecido y fortalecido de un período aciago para la humanidad y para nuestra convivencia, haciendo que lo que uno ama es, en definitiva, lo que nos sostiene y justifica, y dejar el testimonio”.
‘Vigilia’ y ‘Vanitas’ se pueden conseguir escribiendo al correo arlekin.editorial@gmail.com, llamando al teléfono 8405-4669 y en la librería Ask Books, en San José.