Para la segunda mitad de la década de 1850, a pesar de haberse ligado ya al mercado mundial mediante la exportación de café, Costa Rica carecía de bancos. Por esa razón, de esa época datan los primeros intentos de establecer aquí un ente financiero.
No obstante, fue hasta 1863 que los ingleses Allan Wallis y Eduard W. Allpress junto al costarricense Mariano Montealegre Fernández, fundaron el que, por esa razón, se llamó Banco Anglo Costarricense. Unos días después de su fundación, este abrió sus puertas al público en un modesto local alquilado, ubicado en la actual avenida 6.
En 1865, el banco compró una vieja casa señorial de tradición colonial ubicada en la Avenida Central, entre calles 1 y 3. Dicha vivienda fue utilizada como su sede durante cuarenta y siete años.
En 1865, el banco compró una vieja casa señorial de tradición colonial ubicada en la Avenida Central, entre calles 1 y 3. Dicha vivienda fue utilizada como su sede durante cuarenta y siete años.
Edificación e incendio
En una gacetilla titulada “El nuevo edificio del Banco Anglo Costarricense”, el 11 de febrero de 1912 anotaba el diario La República: “Es un hecho la construcción de un hermoso edificio para oficinas de esa respetable institución financiera.
“En el mismo terreno que aquellos ocupan hoy se levantará la nueva casa, con todas las comodidades apetecibles en su ramo. Tendrá un espléndido vestíbulo, seguido por un amplio zaguán, a cuyos lados han de quedar las habitaciones para el señor Administrador y su familia.
“Dicho zaguán desembocará en un espacioso hall para las oficinas de contabilidad, circulado por una artística rotonda, a cuyo final quedarán las bóvedas, con un espesor de dos metros y medio en el fondo, de hierro armado y concreto. Dentro de estas se colocarán dos hermosas cajas de seguridad. Dentro de poco publicaremos el plano de la proyectada construcción, que será gala y orgullo de la capital”.
De acuerdo con la historiadora Sonia Gómez Vargas, quien realizó una exhaustiva investigación sobre el histórico inmueble que nos ocupa, por esa fecha la junta directiva del banco había acordado construir un nuevo edificio para su sede. Para levantarlo, se utilizaron maderas preciosas del país, pero una catástrofe arrasó con el bancario deseo antes de estar acabado.
Tal y como reportó La República el 24 de enero de 1913: “Un incendio espantoso, horrible, estalló anoche causando pánico en la capital. Nunca se había contemplado un siniestro de esta clase”.
“Este establecimiento tenía en construcción un nuevo y bello edificio, cuyo costo se elevaba a más de 100.000 colones. El incendio se propagó en pocos minutos, consumiéndolo con rapidez asombrosa (…). El fuego devoró por completo el Banco, del que apenas pudieron sacarse algunos de los libros principales”.
— Crónica de La República en 1913
Y sobre el banco, agregaba más adelante: “Este establecimiento tenía en construcción un nuevo y bello edificio, cuyo costo se elevaba a más de 100.000 colones. El incendio se propagó en pocos minutos, consumiéndolo con rapidez asombrosa (…). El fuego devoró por completo el Banco, del que apenas pudieron sacarse algunos de los libros principales”.
Aquel incendio destruyó casi por completo la manzana comprendida entre las avenidas Central y 2 y las calles 1 y 3, por lo que, además del banco, se vieron afectados comercios tales como la tienda Londres y París, los almacenes de Juan Khnör e hijos y Koberg y Echandi, entre otros inmuebles de oficinas y habitación.
Contrato y reedificación
Pasada la tragedia, en febrero de 1913, una vez más decidió la junta directiva construir, en el mismo céntrico sitio, su edificio. Para ello, contrató a la empresa Carranza y Boletti, integrada por los arquitectos Jaime Carranza Aguilar (1871-1930) y Adolfo Boletti Fait (1876-1922), el primero de los cuales había estado a cargo de la fallida construcción anterior.
Carranza, una vez más, se hizo cargo del diseño del edificio y, a partir de marzo de aquel año empezó las nuevas obras constructivas, que también supervisó. Dos años después, en febrero de 1915, el inmueble estaba concluido; sin embargo, para entonces, su sociedad con Boletti Fait ya estaba disuelta.
Según Gómez Vargas: “En su construcción se requirió de materiales nacionales como las maderas preciosas empleadas en pisos, puertas, marcos de ventana, balaustradas, vigas, viguetas y alfajías donde el cedro, el roble, la caoba y el pochote fueron las maderas más utilizadas. Sus paredes son de concreto armado y ladrillo (…).
“También fue necesario importar algunos otros materiales como piezas de hierro angular, hierro para techo, cemento y otros materiales de construcción adquiridos en empresas extranjeras (…), se importaron vidrios y el piso de mármol colocado en la sala central del primer piso” (Centenario del edificio antiguo del Banco Anglo Costarricense).
El edificio tuvo un costo de unos ¢150.000 y, una vez listo, se procedió a amueblarlo con todo lo necesario.
El inmueble resultante, de dos plantas, se atuvo al terreno disponible, que forma un cuadrado casi perfecto a partir del frente, mientras que, tras unas dos terceras partes de su fondo, se angosta otras dos terceras partes del frente hasta llegar al fondo, donde colindaba con las Arcadas Nacionales, a las que tenía salida.
En cuanto a su distribución, con excepción de dos entradas y dos dependencias frontales en el primer nivel, el resto de su planta es prácticamente libre, apenas interferida por las columnas que estructuran el segundo nivel; igualmente abierto. Una vez atravesado el vestíbulo, un amplio salón de doble altura e iluminado cenitalmente recibe al visitante; es alrededor suyo, que ambas plantas se distribuyen, se ventilan e iluminan.
Interior y exterior
El interior es de una modesta estética ecléctica, en la que, según Gómez Vargas: “destacan los acabados de finas maderas en marcos de ventana y puertas originales, entre las que predomina el cedro; los cielos con molduras de yesería, elaboradas artesanalmente y la ornamentación de los capiteles de columnas en estuco; pisos de mármol; vidrios biselados; herrajes y perillas en bronce”.
La fachada del edificio de 1915 es de una concepción muy particular, aún en el amplio espectro con se presentó en San José la arquitectura neoclásica; como lo evidencian los edificios vecinos a este. Se trata de un ejemplo único aquí, del denominado rundbogenstil o estilo de arco redondo.
Por su parte, la fachada es de una concepción muy particular, aún en el amplio espectro con se presentó en San José la arquitectura neoclásica; como lo evidencian los edificios vecinos a este. Se trata de un ejemplo único aquí, del denominado rundbogenstil o estilo de arco redondo.
Ese estilo era una creación deliberada de arquitectos germanos tales como Heinrich Hübsch (1795-1863), que buscaban crear así un estilo nacional alemán de arquitectura. Era, pues, una estética que deseaba particularizar a una Alemania que aún no existía como nación, frente al neogótico surgido a finales del siglo XVIII e inicios del XIX.
Para ello, los diseñadores se valían de una combinación del medieval románico con el renacentista florentino, por lo que empleaban con frecuencia tanto el arco de medio punto como la sillería de piedra expuesta. Carranza, que había estudiado arquitectura en el Instituto Tecnológico de Hamburgo –donde también se había formado Hübsch–, debía conocer bien dicha estética prusiana.
La fachada del banco es simétrica y se estructura verticalmente a partir de un frontis que apenas sobresale un pie de la línea de construcción; y que, al albergar la entrada principal, se separa y jerarquiza ante dos alas laterales por una estética corintia libremente aplicada. Una entrada secundaria se encuentra en la colindancia este.
Horizontalmente, se divide en tres secciones: un zócalo de piedra a modo de basamento, es seguido de un primer nivel caracterizado por la profusión de arcos de medio punto en las ventanas y entradas; ambos elementos flanqueados por dobles pilastras. Tanto arcos como pilastras, a su vez, simulan ser almohadillados en piedra.
En el segundo nivel, falsos balcones balaustrados dividen visualmente los dos niveles del edificio, al tiempo que acentúan su horizontalidad; mientras que las dos ventanas de las alas a izquierda y derecha del frontis, tienen frontones con relieves figurativos. Culmina el conjunto un alero mensulado, que hace las veces de cornisamento.
En 1963, después de ocupar su nueva y moderna sede, en la esquina suroeste de avenida 2 y calle 3, el Banco Anglo Costarricense abandonó su histórico y valioso edificio.
Pasadas las décadas, cuando la seudomodernización de San José se traducía en la demolición de edificios neoclásicos y eclécticos, para ser sustituidos por otros del moderno “estilo internacional”, este no sufrió la misma suerte.
Sin embargo, en 1963, después de ocupar su nueva y moderna sede, en la esquina suroeste de avenida 2 y calle 3, el Banco Anglo Costarricense abandonó su histórico y valioso edificio.