Muchos años antes de la conquista, en un hermoso, fértil y profundo valle bañado por el río Orosi o Río Grande, existía una tribu de indios Huetares que sumaban unos trescientos y que le daban al lugar el nombre de Urrací. Fue reconocido en 1561 por los españoles, y en 1569 Perafán de Rivera repartió sus tierras entre sus gentes. Es entonces cuando se levanta el primer censo y en él se le adjudica a Ujarrás, según el Memorial del Cabildo de Cartago, trescientos indios. Antes de esta fecha, al igual que todas las demás tribus, los indios de Ujarrás se rebelaron contra sus conquistadores, para terminar al fin, sin otro camino, sometiéndose a ellos.
Es sabido que al lado de los bizarros soldados españoles iban casi siempre los hermanos cristianos dispuestos a conquistar nuevas almas para su reino. Y así encontramos que entre 1561 y 1569 -según el ilustre escritor don Eladio Prado- se fundó la Parroquia de Ujarrás, levantándose iglesia y convento de paja. Su administración se dio a los Franciscanos que empezaron a reunir a los indios para catequizarlos. La iglesia de Ujarrás o, mejor dicho, la ermita, una vez concluida, se dedicó a la Santísima Virgen María con el título de su Purísima Concepción. Primera casa que se levantaba en honor de María, en nuestra incipiente provincia”.
Regresó de la madre patria a mediados de 1565 Fray Lorenzo de Bienvenida, trayendo varios regios regalos de Felipe II y entre ellos la imagen de la Virgen que fue a lucir en el altar de la ermita de Ujarrás, imagen que se llenó luego de versiones y leyendas, para formar lo que llamaríamos la tradición de Ujarrás. En ella el pueblo depositó su gran fe.
Tanto la adoraban que a ella acudían siempre en sus momentos de infortunio, y la proclamaron Patrona de Costa Rica; imagen centenaria que luce hoy todavía en la villa de Paraíso, desde el día que fue trasladado allí el pueblo de Ujarrás en 1833.
Sobre ella escribió nuestro gran historiador Fernández Guardia: “La moderna devoción a la Virgen de los Ángeles ha hecho olvidar a la antigua y milagrosa Patrona de Costa Rica. La razón de este olvido no es difícil de adivinar: la imagen de Ujarrás es chapetona, blanca y de regio abolengo. La de los Ángeles, criolla, negrita y de origen humildísimo. La primera simboliza el pasado. La segunda el presente. Añádase a esto un poco de humana ingratitud y tendremos la explicación completa del caso. No obstante que me parece justo y lógico que demos preferencia a lo que somos, creo que no por esto debemos olvidar lo que fuimos; porque el presente es hijo del pasado, y el culto de los abuelos es grande y noble. Bien está que honremos a Nuestra Señora de los Ángeles, pero tengamos también un pensamiento para Nuestra Señora de la Concepción”.
Fue a fines del siglo XVII cuando el gobernador Miguel Gómez de Lara edificó el hermoso templo de cal y canto que perpetuaría los milagros de Nuestra Señora de Ujarrás y cuyas pintorescas ruinas todavía hoy podemos admirar. Ruinas curiosas y románticas que son recuerdo de una época de gloria en tiempo de la Colonia: ¡quiera Dios que alguien se interese por vosotras!
Con el deseo de conservar el patrimonio histórico y artístico que nos legaron los antepasados, fueron decretadas en 1920 Monumento Nacional. Y en el artículo 2º de dicho Decreto se dispuso la adquisición de una faja de terreno de 50 metros de ancho, por los cuatro costados. No sé si ello se llevó a cabo; lo cierto es que los cultivos llegan ahora hasta sus propias paredes, y un viejo higuerón abrazado a ellas amenaza con destruirlas.
Grande y constante es el desfile de gentes que visitan las ruinas y todas se duelen al constatar el lamentable estado de abandono en que se encuentran, y he podido darme cuenta que es sincero el sentimiento que manifiestan al pensar que quizá sea la última vez que puedan admirarlas todavía en pie.
En los principios que se van a presentar a conocimiento de la Asamblea Nacional Constituyente en lo que a “La Educación y La Cultura” se refiere, está el siguiente: “Entre los fines culturales de la República está el de conservar, desarrollar y nacionalizar la riqueza histórica y artística, apoyar la iniciativa privada que impulse el progreso científico y artístico”. Ojalá que la Constituyente apruebe, y hasta amplíe si lo cree necesario, un principio que debe consagrarse en nuestra Constitución, para que así tal vez pueda lograrse que nuestros gobiernos se sientan obligados a conservar en buenas condiciones el escasísimo patrimonio histórico y artístico que aún tenemos en Costa Rica.