Desde hace ya varias décadas constituye un fértil campo de investigación en el que historiadores de la política, el arte y la cultura han ofrecido en torno a novedosas y sugerentes interpretaciones sobre personajes políticos de preeminencia. La “pedagogía del hombre ilustre”, como lo sostiene el historiador francés Maurice Agulhon, fue fundamental en el proceso de fabricación de los Estados nacionales modernos.
Una suerte de “santos laicos”, cuyas reliquias había que venerar en imponentes ceremonias públicas y al calor de himnos, marchas, despliegue de banderas, discursos encomiásticos y colocación de ofrendas florales al pie de monumentos y estatuas. En ese contexto, fue importante el rescate oficial de algunas figuras republicanas, en detrimento de otras; básicamente por razones eminentemente político-ideológicas.
A fines del siglo XIX e inicios del XX, el retrato fue el testimonio estético de la importancia alcanzada por los políticos. Se trata de un dispositivo visual al que se le adjudicó una función pedagógica harto significativa, al ser representación de un sujeto poseedor de las cualidades políticas y morales, que permitía caracterizarle como modelo de ciudadanía y de virtudes públicas y privadas incuestionables.
La composición del retrato, la formalidad de la pose, el gesto y la misma fisonomía son objeto de proposición e interpretación de mensajes. De tal modo, los retratos de los “grandes hombres” debían ser inconfundibles e idealizados a la vez. Decididamente, hay una relación recíproca entre arte y política.
En el caso de la figura de don Jesús María Ciriaco Jiménez Zamora (1823-1897), esta se plasmó en las artes visuales y en diversos formatos. Al cumplirse 200 años del bicentenario del nacimiento de Jiménez Zamora, el próximo 18 de junio, creemos necesario analizar algunas de sus representaciones plásticas fabricadas a lo largo del siglo XIX costarricense. Posiblemente, a don Jesús Jiménez no le gustara retratarse mucho; pero lo hizo.
No puede obviarse un precedente iconográfico bastante temprano en el proceso de “fabricación estética” de Jesús Jiménez Zamora, quien fue presidente de Costa Rica de 1863 a 1866, y de 1868 a 1870. Específicamente, se trata de un retrato al óleo del médico y político cartaginés —de paradero desconocido— pintado por el artista y afamado militar francés residente en Costa Rica, Achille-Clément Bigot, conocido como Aquiles Bigot (1809-1884). En efecto, el 17 de agosto de 1865, el Gobernador de la ciudad de Cartago, don José María Oreamuno y Oreamuno, informaba al Concejo Municipal que: “…está en su poder el retrato del Señor Presidente de la República, Licenciado Don Jesús Jiménez, que el vecindario de Cartago mandó hacer al artista Don Aquiles Bigot, con el fin de obsequiarlo á la Ilustrísima Representación Popular, para que lo conserve en el salón de sus sesiones como una de las glorias de la República y de esta ciudad en particular que se honra de ser su cuna.” (La Gaceta Oficial, 26/8/1865, p. 3).
¿Qué se debía hacer con ese retrato?
La Corporación Municipal dispuso al efecto que: “…se rindiesen las más expresivas gracias á los vecinos, á excitación de los cuales se hizo el enunciado retrato, y se coloque éste en el salón consistorial, para perpetuar la memoria del patriota, Licenciado Don Jesús Jiménez.”
Como se ve en la cita anterior, el retrato pintado —ligado a la exhibición del poder— se debía entronizar como exempla virtutis. En tal sentido, había una imagen de un personaje histórico emblemático y un proyecto sobre qué debía hacerse con esa imagen.
El poder se impone en una sociedad no solamente mediante los aparatos de coerción; comúnmente también recurre al despliegue de imágenes y representaciones, así como a la construcción de rituales, que le permiten ser aceptado, reproducido y legitimado por los individuos/ciudadanos. Así, en uno de los salones del Colegio de San Luis Gonzaga, en la lluviosa noche del 15 de agosto de 1865, se celebró un espléndido y concurrido baile en honor a don José María Castro Madriz, último Jefe de Estado y primer Presidente de la República entre 1847 y 1849.
Llama la atención que, en ese baile, al que asistieron los diferentes miembros de las élites de San José y Cartago, el doctor Castro Madriz pronunciara un brindis con el retrato pictórico —allí colgado— del presidente Jesús Jiménez Zamora de fondo, a quien se refirió, con expresiones de “debida justicia” (La Gaceta Oficial, 19/8/1865, p. 3).
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De lo anterior, se desprende que el dispositivo visual, la representación, adquiría una fuerte impronta ideológica; pues ante la ausencia pública del presidente Jiménez, su retrato ejecutado por un pintor tan significativo como Bigot, establecía relaciones de poder a través del uso político.
Otra imagen temprana del doctor Jesús Jiménez, aparece un dibujo a tinta y de línea sencilla, encontrada en el folio 31 f del Tomo II del Álbum de José María Figueroa Oreamuno (1820-1900).
Es interesante señalar que Figueroa privilegia una representación del presidente Jesús Jiménez en busto, posición tres cuartos y de frente. Lo representa como un hombre de rostro ovalado, frente amplia, aspecto austero, y, además, como lo indica en la imagen, que don Jesús Jiménez gobernó en dos ocasiones.
Al observar este dibujo se evidencia que José María no caricaturiza –en sentido estricto- al prohombre cartaginés, como lo hizo con otras figuras políticas, a las que satirizó gráfica y textualmente por animadversión (verbigracia, el Dr. José María Castro Madriz y el general Tomás Guardia Gutiérrez). Podría decirse que la representación hecha por José María Figueroa tiene como referente iconográfico a los retratos académicos del siglo XIX, como el de Jesús Jiménez realizado por Tomás Povedano y de Arcos.
Seguidamente, se analizarán algunas de las imágenes plásticas de Jesús Jiménez más preeminentes y que han tenido una mayor visibilidad. En particular, en este artículo, se dará énfasis en sus representaciones como caballero joven y referente de la dignidad republicana.
Un busto
El retrato de busto de Jesús Jiménez Zamora, de pintor desconocido, sobre un fondo neutro y un tratamiento de tonalidades pardas, es un óleo sobre tabla, cuyas medidas son de 68 x 54 cm, entronizado en un artístico marco de influencia neoclásica, diseñado por tallistas italianos. Esta efigie del médico y presidente cartaginés se encuentra en el Salón de Expresidentes y Jefes de Estado de la Asamblea Legislativa de Costa Rica. Se trata de una representación afable y serena del mandatario, quien mira al espectador con expresión inteligente. En esta línea, como lo destaca el investigador español Roman Gubern: “El rostro es a la vez el lugar más íntimo, por su expresión de las emociones, y más exterior de un sujeto, el que traduce más directamente y de modo más complejo la interioridad psicológica”.
En esta representación pictórica, don Jesús Jiménez aparece prolijamente vestido con su característico traje civil, de frac oscuro, camisa blanca y corbatín. De tal modo, prácticamente no tiene elementos de carácter simbólico que contrasten con la figura representada, verbigracia, la banda presidencial o el bastón de mando. Un cuadro realizado por encargo oficial, pues los retratos de los gobernantes sirvieron como símbolos del orden republicano —a la par de la bandera, el escudo y las alegorías— ocupando posiciones relevantes en los espacios públicos.
Finalmente, este tipo de retrato político sigue el ideal aristotélico de la historia del arte, el cual sugiere que un retrato bien ejecutado debe representar la esencia interior del sujeto y no solo la apariencia externa plasmada por el artista.
Otra obra
El retrato de Jesús Jiménez Zamora elaborado por el pintor español radicado en Costa Rica, Tomás Povedano y de Arcos (1847-1943), ilustra una de las páginas de la magnífica obra conmemorativa intitulada Revista de Costa Rica en el siglo XIX, publicada en 1902. Posiblemente, el referente de este dibujo sea el retrato al óleo de Jesús Jiménez que hoy se encuentra en la Pinacoteca de la Asamblea Legislativa de Costa Rica.
Povedano representa, con hábil pluma, al expresidente cartaginés como un hombre de mediana edad, en una imagen benévola y de gran penetración psicológica. Es un Jesús Jiménez en su juventud madura, contrario a otras representaciones plásticas y gráficas que lo muestran como un anciano benevolente. Esta imagen fue reproducida en libros de texto e importantes revistas culturales costarricenses como Pandemonium.
Indudablemente, para mediados del siglo XIX y los inicios del XX, el género de la “biografía ilustrada”, se instala con un poder y una capacidad para sintetizar “ideas fuerza”, que podían aparecer en forma escrita u oral. Así queda demostrado el incuestionable “poder de las imágenes”, como parte del complejo proceso de creación y legitimación del Estado-Nación costarricense, así como la exaltación de sus figuras históricas más emblemáticas.