En 1989, Luis García Berlanga se convirtió en el primer cineasta en ser incorporado a la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando, Madrid. En su discurso el director enfatizó: “Toda obra de arte lo es por cuanto viene a ser el exponente de una época histórica o de un sentimiento humano”.
Ese es un buen punto para analizar la importancia del cine de Berlanga: no solo para el contexto español, sino para la historia del cine. En el mismo discurso, él hizo referencia a que el cine nació como un entretenimiento banal, sin muchas pretensiones, pero, poco a poco, las grandes productoras y gobiernos se fueron dando cuenta del poder que tenía ese nuevo medio como difusor de contenidos.
Con el auge de gobiernos nacionalistas en la primera mitad del siglo pasado, surgió un cine que estaba al servicio de la ideología de los Estados: Sergei Eisenstein en la Unión Soviética, Leni Riefenstahl en la Alemania nazi o Mitsuyo Seo en Japón, por citar algunos casos. Hollywood tampoco estaba ajeno a esta dinámica, dos ejemplos fueron Mrs. Miniver (William Wyler, 1942) o This above all (Anatole Litvak, 1942).
En España, tras la Guerra Civil que duró de 1936 a 1939, el dictador Francisco Franco asumió el poder y en sus últimos años lo fue delegando hasta su muerte en 1975. El franquismo usó el cine como método de propaganda, un ejemplo es Raza (José Luis Sáenz de Heredia, 1942).
Ante las películas de corte nacionalista, surgieron otras voces que, usando el cine, presentaban un discurso opuesto. Este es el caso de José Luis Berlanga, cuyos filmes beben de la tradición humorística y contestaria que, varios siglos antes, empleara el escritor Miguel de Cervantes.
Bienvenido Sr. Berlanga
Con el título Bienvenido, Mister Marshall, el filme ironiza con el llamado Plan Marshall, conocido oficialmente como el Programa de recuperación europea, iniciativa estadounidense que fue propuesta por el secretario de Estado George Marshall, bajo la administración de Harry Truman. El plan consistía en dar ayuda económica a los estados europeos para la reconstrucción de las zonas afectadas por la guerra, con ello, Estados Unidos buscaba fortalecer lazos comerciales con estos países y evitar el avance del comunismo.
En ese escenario, Berlanga realiza una mordaz crítica contra una España estancada, pendiente de una esperanza que la salvara de las penurias económicas y a una sociedad temerosa de opinar contra del franquismo.
En el filme, un pueblo del interior del país, sin nada particular, recibe la noticia de que los “gringos” van a llegar, esto motiva a que la mayoría adopten un ambiente de fiesta y recibimientos para los estadounidenses, bajo pretexto de que van a recibir dinero y un deseado ferrocarril. Solo hay una persona que se opone a realizar tal festejo, un personaje que el narrador llama, con cierta ironía, El Hidalgo.
El guion escrito entre Berlanga y Juan Antonio Bardem utiliza el humor para burlar la censura: la historia pasa de ser un recuento de cotidianeidades costumbristas a plasmar situaciones punzantes, a ridiculizar a los políticos, en la figura del alcalde sordo y en su hilarante discurso en el que recuerda que le debe al pueblo una explicación, pero nunca la da.
Las improvisadas fachadas que levantan en las calles y los disfraces andaluces que usan los pobladores de Villar del Río, nombre que constantemente es olvidado por el emisario del gobierno, se mofan del cambio de actitud del Estado español y de la falta de convicciones de la gente, que en, pos del dinero, cambia sus tradiciones y costumbres.
En otra escena, la bofetada va contra las instituciones educativas: el pueblo quiere la ayuda de los estadounidenses, pero sabe tan poco de ellos, que los adultos, alcalde y cura tienen que ir a clases, en las que la maestra da información acerca del poderío económico de ese país; la broma consiste en que un niño le está soplando los datos a la maestra.
El tono cómico neorrealista cambia en las secuencias oníricas, en el que se muestra a diferentes personajes soñando, acá el estilo es de clara influencia expresionista y devela la doble moral reinante. Cabe mencionar que el sueño de la maestra fue censurado por el régimen franquista, por el contenido erótico y político. El director realizaría un corto en el 2002 para mostrar esa secuencia.
Sin ningún Sr. Marshall a quien darle la bienvenida, endeudados y devueltos a la realidad, Villar del Río, como el resto de España sigue igual, de nada sirvió cambiar de fachada o el discurso. Cada quien regresa a sus oficios, el sueño acabó.
¿Quién es el verdugo?
Ya en la década de los sesenta, con varias películas en su haber y una clara postura de izquierda, Berlanga filmó una de sus películas más icónicas: El verdugo (1963). La historia trata de un sepulturero que deja embarazada a la hija de un verdugo y, para obtener un apartamento, acepta convertirse en el nuevo ejecutor de la justicia, sustituyendo a su suegro.
Las situaciones absurdas pueden desviar la atención de la amarga realidad que se vivía en España con el régimen de Franco, en el que había ejecuciones por motivos políticos o criminales.
En la película se contrasta dos generaciones, ambas atadas a la tradición, aunque “la juventud lo que quiere es libertad”, dice el viejo verdugo, no importa el deseo del protagonista de irse a Alemania, las condiciones se van dando para que termine en el único empleo disponible, sin importar el desprecio de los demás.
Casi toda la película transcurre de día y en exteriores, la luz abunda, bajo el sol los personajes pasan de una escena absurda a otra, pero, detrás de todo ese mundo luminoso, está la tragedia, subrepticiamente Berlanga disecciona la sociedad y evidencia el mórbido sistema franquista.
En El verdugo, por más que el protagonista intenta no hacer su tarea, al final cumple su destino. Se trata de una broma cruel, una que no precisamente hace reír, una broma con disfraz de película que Berlanga estalló en el corazón del franquismo y que mostraba cuán aprisionados estaban los españoles.
El humor plantea equivocaciones y farsas, desde el matrimonio apresurado hasta el muerto que llega al aeropuerto y ni la viuda lo reconoce. Recuerda otra gran comedia que retrata el contexto en el que se desarrolla: La muerte de un burócrata (Tomás G. Alea, 1966).
Al final de su discurso en la Real Academia de las Artes, Berlanga dejó claro que más allá de un cine propagandístico, el cine es un arte que permite conectarse con el pueblo y que “la carcajada nos servirá siempre para la constatación, aunque sea de forma cruel, de nuestra miserabilización cotidiana, de las limitaciones que nos corresponden como simples mortales cargados de defectos y abonados al error”.
Durante enero y febrero, Preámbulo, en conjunto con el Centro Cultural de España, presentarán filmes de la posguerra española, en el Centro de Cine (ubicado en barrio Otoya, detrás del Instituto Nacional de Seguros); la entrada es gratuita. Vea detalle con la programación.
Programación: Lo que viene en Preámbulo
- Bienvenido, Mister Marshall (J. L. Berlanga, 1953): domingo 14 de enero, 4 p. m., y sábado 17 de febrero, 4 p. m.
- El verdugo (J. L. Berlanga, 1963): domingo 14 de enero, 7 p. m. y sábado 24 de febrero, 7 p. m.
- El espíritu de la colmena (Víctor Erice, 1973): viernes 19 de enero, 7 p. m. y domingo 18 de febrero, 7 p. m.
- Viridiana (Luis Buñuel, 1961): sábado 27 de enero, 7 p. m. y jueves 8 de febrero, 7 p. m.
- Cría cuervos (Carlos Saura, 1976): sábado 3 de febrero, 7 p. m. y miércoles 21 de febrero, 7 p. m.