Una vista del Mercado Central que ha sido remozado en los últimos años. Foto: Jorge Castillo. (Jorge Castillo)
Con sus personajes, colores, plantas medicinales, helados de sorbetera, condimentos, comidas tradicionales y los más variados productos a la venta, el Mercado Central es un símbolo centenario de San José, uno que atrae cotidianamente a cientos de compradores, antojados y amantes de curiosear lo que ofrecen sus 240 tramos.
A este centro de abasto se le pusieron luces led en su fachada e interior, con una inversión del ¢31 millones, y se le instaló un sistema entubado para distribuir gas en 41 lugares y eliminar el uso de los cilindros de gas, el cual costó ¢41 millones; los arreglos los hizo la Municipalidad de San José para cuidar este hito de la ciudad y “promover el comercio y el turismo”, explicó el alcalde Johnny Araya.
Sonia Corredera Sanabria, de 72 años, reparte esperanza y color en su negocio: La Flor de América. Foto: Jorge Castillo. (Jorge Castillo)
El Mercado Central tiene 140 años de ser testigo de las transformaciones y cambios del país: fue fundado en 1880 y declarado como patrimonio arquitectónico e histórico de Costa Rica en 1995.
Presenta una parte de finales del siglo XIX, la cual muestra una influencia neoclásica, y una más actual, que data de los años 40 del siglo XX, con estilo modernista, detalla el decreto en que se le nombra patrimonio, firmado por el presidente de entonces, José María Figueres Olsen.
Álvaro Mora Jiménez, de 68 años, es dueño de la Sorbetera de Lolo Mora y tiene tres décadas de trabajar allí. El negocio cumple 119 años este año y en él han trabajado cinco generaciones de la familia. Como cualquier antojado sabrá, la especialidad son los helados de sorbetera (una fórmula especial, afirma don Álvaro), así como ensaladas de frutas, granizados y refrescos. Foto: Jorge Castillo. (Jorge Castillo)
Según un comunicado del Ministerio de Cultura, el terremoto de 1888 afectó el edificio original, de influencia neoclásica y construido con ladrillos, tanto que se le demolió el segundo nivel. La empresa de Adela Gargollo de Jiménez reconstruyó la sección noreste en concreto armado y dos niveles en la años 40.
Alberto Araya tiene 50 años de vender plantas medicinales en el Mercado Central. Foto: Jorge Castillo. (Jorge Castillo)
¿Dónde conseguir una nigüenta para la buena suerte, una oveja para el portal, una manzanilla fresquita, masa ya preparada en pelota para los tamales o unas sandalias de cuero? Pues en el Mercado Central.
Es más que un inmueble icónico de la ciudad, ya que en su interior bulle el patrimonio intangible: las hierbas que sirven para los remedio caseros, las comidas tradicionales que a veces cuesta encontrar en otro sitio (desde una sopa de mondongo hasta un tradicional helado de sorbetera), las artesanías típicas, la forma de hablar y hasta las memorias que guardan sus viejos protagonistas. Todas estas razones ligadas a la cultura popular lo vuelven un sitio único, fascinante para nacionales y extranjeros.
¿Un poquito de masa, un tamal de maicena o una tortillas? Ivette Muñoz se los vende; ella tiene décadas de vender productos de maíz. Foto: Jorge Castillo. (Jorge Castillo)
Rodrigo Araya, del tramo San Marcos, tiene 63 años y 53 años de trabajar allí. El negocio lo comenzaron sus papás y sus hijos continúan con la tradición. Foto: Jorge Castillo. (Jorge Castillo)