En su libro sobre geografía social y humana de Costa Rica, don Carlos Monge Alfaro lanza una sentencia contundente: el mar iguala, derrota vanidades y orgullos. En palabras de don Carlos “el mar atrae tanto al espíritu que los individuos se entregan por completo a sí mismos sin importarles nada de los que los rodea”. Añade que el campesino meseteño, a diferencia del habitante de las costas, vive rodeado de prejuicios, de supersticiones primitivas, de temores y, sobre todo, de venganzas.
El sabio suizo Henri Pittier, sin proponérselo, entendió mejor que nadie ese asunto de la venganza meseteña y su relación con el mar: habla de cómo las inmensas masas de escombros se desprenden del espinazo de las montañas del centro del país y cómo salen al mar por medio de los ríos.
Pittier dice, también, que esos escombros a menudo son devueltos por las corrientes marinas hacia las costas y, a propósito de la “costa atlántica” (sic), añade que el resultado de ese proceso es que “los arrecifes y corales cubiertos han desaparecido para dar lugar a una costa monótona y arenosa, que está continuamente golpeada por el movimiento del mar”.
Pittier, por cierto, escribió eso a fines del siglo XIX y quizás no imaginó (o quizás sí) que tiempo después nuestros ríos no solo arrojarían escombros de montañas derrotadas, sino también nocivos contaminantes.
LEA MÁS: Transitarte 2025: Horarios, sedes y todo sobre el concierto de Los Auténticos Decadentes

Negar el mar en nuestra cultura
Históricamente, nuestra relación con los océanos y los ecosistemas costero-marinos ha estado cruzada por las tensiones. Pese a que nuestros indígenas hayan habitado las costas desde tiempos inmemoriales, pese a que el propio Colón haya desembarcado en la actual provincia de Limón, pese a que los colonos europeos entraran por nuestros puertos, pese a que durante décadas tuviéramos una importante tradición de cabotaje y pese a que muchas de nuestras comunidades sigan íntimamente vinculadas al mundo de la playa, somos un país que se ha erigido de espaldas al mar.
Es cierto que existe una abundante y consensuada narrativa publicitaria que pondera las virtudes de nuestras costas como único destino turístico. Es cierto que nuestro imaginario reciente se parece a esas maravillosas pinturas de Joaquín Rodríguez del Paso donde aparecen gentes anodinas celebrando el verano en una playa. Pero la verdad es que somos un país cuya visión de mundo cerril entraña un profundo rencor respecto al mar.
Así, los ríos de los principales centros poblacionales del país fueron concebidos, primero como drenajes que expulsaron los excedentes de la gloria cafetalera, luego como los Cristos caídos del Mercado Común Centroamericano y después como la externalidad aséptica de la liberalización comercial. Es más, desde 1934 el mismo Clorito Picado así lo reconoció: “Las aguas de lavado, sin ninguna desinfección ni tratamiento previo, vuelven a caer a las corrientes de agua que a veces atraviesan nuestro poblado y aún nuestra misma capital”.
LEA MÁS: Artista costarricense Diego Esquivel ganó primer lugar en festival italiano de ‘videomapping’

Ciencia, arte y comunidades
El 28 de marzo, en el marco de Transitarte, el artista visual Diego Esquivel, con apoyo de Sphyrna Studio, proyectará un video mapping titulado Dualidad marina sobre la fachada del Museo Nacional. Esta obra aborda la problemática de los ecosistemas y las comunidades costero-marinas e integra criterios científicos y miradas desde las comunidades, recopilados y sistematizados por investigadores del Centro de Investigación en Ciencias del Mar y Limnología de la Universidad de Costa Rica (CIMAR).
Esta iniciativa fue impulsada por la Fundación Huellas del Cambio y cuenta con el apoyo del Fondo Metis para las Artes y el Desarrollo y la Agencia Francesa de Desarrollo. En palabras del artista, la pieza “explora y visualiza la riqueza y el potencial de nuestros océanos y zonas costeras, así como las problemáticas que los afectan”.
LEA MÁS: Costa Rica y Francia impulsan conservación oceánica en encuentro internacional
El audiovisual, según Esquivel, parte de una atmósfera introductoria basada en el ciclo de agua, para luego representar algunas problemáticas de las comunidades y los ecosistemas costero-marinos y sus factores detonantes. Culmina con un cierre esperanzador que se inspira en las acciones de las comunidades.
En palabras de Fabio Quesada, investigador del CIMAR encargado de aportar información científica durante el proceso creativo, la producción del video mapping fue “una experiencia interdisciplinaria en la que combinamos ciencia, arte y voces comunitarias para visibilizar las problemáticas que afectan a los ecosistemas marino-costeros de Costa Rica”.
Según dijo Quesada, la representación audiovisual está sustentada en datos y conocimientos técnicos. Además, se realizaron entrevistas con representantes de Cuajiniquil en Guanacaste, el Golfo de Nicoya en Puntarenas y el Caribe Sur.
LEA MÁS: La Costa Rica desconocida: científicos ticos hablan de lo que hallaron al explorar fondo marino

“Estas historias y conocimientos locales fueron fundamentales para nutrir el proyecto, permitiendo que el videomapping reflejara no solo la realidad ecológica, sino también las preocupaciones y luchas de quienes dependen del mar para su sustento y cultura”, añadió.
Implicados en una encrucijada de cerros, barrancos y bodoques de cemento, resulta muy difícil incorporar la idea del mar en nuestra configuración identitaria. Y quizás por eso, de vez en cuando es oportuno traernos acá un poquito de mar, aunque sea imaginariamente.
La obra ‘Dualidad marina’, una pieza de videomapping, se proyectará el viernes 28 de marzo a las 6:30 p. m. en la Plaza de la Democracia, como parte del festival Transitarte.
