No es una osadía escribir que Ocean Vuong se convertirá en un clásico. Este joven autor es una pluma súper dotada que, a través de la novela pero principalmente de la poesía, ha hecho un camino redondo que se delata con logros como la beca MacArthur, el premio T. S. Eliot y su titularidad como profesor en la Universidad de Massachussets.
Su reconocimiento, eso sí, proviene del dolor de sus letras. Vuong es una suerte de híbrido entre el Arthur Rimbaud más cáustico y el André Acimán más nostálgico; un batido de traumas que se suman con el paso de los años y que tratan de encontrar en la literatura un recipiente mágico en el que sus historias se depositen y se sanen como un exorcismo.
El pasado 5 de abril, Vuong volvió a la carga para satisfacer tanto a la crítica como a los miles de lectores que han convertido sus anteriores libros en best sellers. Se trata de Time is a Mother, un poemario que dialoga con sus anteriores trabajos con la distinción que, debajo de cada verso, hay un grito de Vuong por finalmente superar todas las lesiones emocionales que no alcanzan en una sesión de terapia.
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Una pluma privilegiada
En tiempos de exacerbada mercadotecnia y en que sellos editoriales deciden promocionar a sus autores por ser parte de comunidades vulneradas, Vuong demuestra que es mucho más que un muchacho con una vida difícil. Sí, es un migrante refugiado queer, pero su pluma vale más que cualquier etiqueta.
Vuong es fruto de la Guerra de Vietnam. Su abuela conoció a su abuelo durante el conflicto, ya que él era un soldado estadounidense de la Marina originario de Michigan. Ambos tuvieron tres hijos, pero su abuelo debió volver a América. El problema es que, cuando Saigón cayó en manos de las tropas comunistas, no pudo regresar.
Su abuela, en procura de proteger a la familia, envió a la madre de Vuong a un orfanato. Finalmente lograron huir de Vietnam, con el nerviosismo que le provocó que un oficial de policía llegó a sospechar que su madre era de ascendencia mixta.
Vuong, con dos años, emigró a un campo de refugiados en Filipinas antes de obtener asilo y emigrar a los Estados Unidos, donde su padre los abandonó.
Con el paso de los años, el muchacho creció y logró reunirse con su abuelo. Fue el primero en aprender a leer de su familia y, tras conocer su historia de vida, decidió cambiar su nombre. Al rememorar cómo atravesó el océano para sobrevivir, decidió rebautizarse como símbolo de un reinicio espiritual: de allí surgió el nombre Ocean.
Los vericuetos de esta historia aparecen, por supuesto, mejor contados en sus primeras dos publicaciones. La primera fue un poemario del 2016 que lleva el hermoso título de Cielo nocturno con heridas de fuego. Allí Vuong se pregunta: ¿cómo lidiar con el recuerdo de una guerra que fue necesaria para que su existencia?
La escritora mexicana Brenda Navarro encuentra las palabras precisas para describir su debut: “Vuong escribe con la humildad y el orgullo de quien se sabe el primer alfabetizado en una familia en la que la poesía siempre fue oral y demuestra su amor por la lengua y el país que le sirvieron de refugio. El libro va sobre ese proceso de entender qué significa la racialización de tu cuerpo, la estigmatización de tu lengua materna y la no normalidad que te da ser de distintos lugares”.
Si bien es evidente que Vuong escribe desde la depresión, siempre hay un halo de luz que busca una hendija en sus versos. En una carta así mismo, titulada Algún día amaré a Ocean Vuong, el autor se escribe: “Levántate. La parte más hermosa de tu cuerpo es adonde se dirige. Y recuerda, incluso la soledad es tiempo que pasas con el mundo”.
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La consolidación de un autor
Tras la aclamación que generó su primera publicación, Vuong sorprendió en el 2019 diciendo que su próximo libro no sería de poesía, sino que incursionaría en la novela. Para quien escribe estas líneas, es allí donde Vuong se siente más a gusto: la narrativa lírica es un lenguaje que no cualquiera logra conjurar y su libro, titulado En la tierra somos fugazmente grandiosos, es una experiencia devastadora por todos los frentes. Es un título que transita hacia un llanto honesto, sin trampas.
Vuong aprovecha la prosa para ser más directo al contar la historia de su familia. Lo que en el libro previo se infería (como aviones de guerra, peleas en la casa y muertes cercanas) queda ahora al desnudo.
El escritor no se guarda nada en este libro. Se trata de una larga carta que escribe a su madre analfabeta en la que confiesa todos sus errores y traumas. Por supuesto, su madre nunca leerá la carta (incluso ella falleció al momento de publicar el libro), pero Vuong trata de hechizar un exorcismo que le permita dar forma a su vida.
Aún siendo narrador Vuong es, sobre todas las cosas, un poeta y describe la historia de sí mismo bajo el nombre de Perro Pequeño, el apodo con el que lo conocía su abuela. Desde allí hace un viaje en tiempos y lugares para entender que, como bien dice el escritor José María Brindisi, la única forma de dejar las cosas verdaderamente atrás es recordando.
Es un libro de despertares, por supuesto, pero no por eso se trata de un coming of age a la usanza. Vuong descubre y acepta su homosexualidad y, en uno de los arcos más poderosos del libro, describe poéticamente su primer amor. Es una historia de no olvidar, tratada con texturas únicas en las que uno como lector se sorprende que alguien escriba así en su idioma no natal y siendo el primero de su familia en aprender a leer.
El relato, tan poderoso como para que ya existan rumores de que el libro se adaptará a la gran pantalla, sin dudas se enmarcará entre los mejores textos sobre migración y literatura LGBTIQ de nuestros tiempos. Una vez leído, nadie olvida cómo Vuong se identifica con las mariposas monarca, esos insectos que solo migran una vez porque su esperanza de vida no les da la posibilidad de hacer el camino de vuelta.
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El actual lanzamiento
La novela llevó a Vuong a escribir para las más relevantes revistas, como The New Yorker, The New York Times Book Review, LitHub, entre otras, lo que acabó de catapultar su fama. En ese marco, Vuong anunció en el 2021 que regresaría a la poesía, pues aún le quedaban espinas pendientes del espíritu que abarcó su primera publicación.
Time is a Mother, su lanzamiento del pasado abril, es un grito en forma de verso sobre la vida de Ocean después de la muerte de su madre. Si Vuong escribió su primer poemario esperando sanación, todo el camino recorrido se le hace pequeño al enfrentar su nuevo duelo, el más abrasador que ha vivido.
En el libro se retoman aquellos temas como los pecados sin perdón de su padre, las sonrisas faltantes de su primer amor y el laberíntico camino sin salida que le provoca la racialización.
En esa soledad que lo embarga, Ocean se imagina su vida en otra dimensión. En uno de los momentos climáticos del libro, una voz imaginada le habla: “Hey, tal vez estoy aquí. / Tu papá está justo aquí. Dejaré el resto de este espacio en blanco / y cuando llegues aquí, te contaré todo / Te mostraré este maravilloso hechizo que podemos hacerle a los espejos / pues solo basta con pararnos frente a ellos”.
Sus tragedias, que no conviene demasiado detallar en esta reseña para dejar la sorpresa a los nuevos lectores, parecen inconsolables pero, aún así, su literatura no se siente como una zambullida a la depresión. Hay algo en su pluma que recubre sus letras con un halo de empatía; lo que él ha sentido, nosotros como lectores también.
Y, una vez encontrado ese hilo que nos une, Vuong queda fijado como un joven maestro, uno cuya capacidad intelectual es inimaginable cuando llegue a la veteranía. Emociona pensar en esa época futura, aunque no hace falta soñar con ese momento: su obra escrita hasta el día de hoy es uno de los retratos más honestos y creativos sobre la memoria, el perdón y la entropía de cada vida.