En setiembre de 1914, se celebró en San José el centenario del nacimiento de Juan Rafael Mora Porras (1814-1860), héroe por excelencia de la Campaña Nacional. Entonces, los principales actos fueron la colocación de una placa de mármol en el sitio en donde nació Mora –en calle 2, entre avenidas central y 2– y la develación de un busto al frente de su tumba, en el Cementerio General.
No obstante, quizá el más importante acto de aquella merecida celebración, no se verificó. Según el diario La Información del 18 de julio de ese mismo año, el 15 de setiembre: “a las 12 mediodía, [se efectuará la] colocación de la primera piedra del Monumento de Mora, acto al que asistirá el elemento oficial”.
“Dicho monumento será colocado probablemente en la Plaza de la Merced, donde en otros tiempos estuvo el Mesón de Mora; (…) el monumento, que será soberbio, quedará erigido en el término de un año (…)”.
Se retoma el proyecto
En 1913, el diputado José María Peralta había propuesto al Congreso la erección de un busto de Mora en un parque capitalino; aunque la iniciativa contó con gran simpatía, la Comisión de Gobernación prefirió postergar el proyecto hasta tanto no se tratase de la colocación de un busto, sino de la inauguración de un monumento en forma.
Hoy se nos escapa la razón de no llevar adelante aquella iniciativa en 1914, pero puede especularse que el inicio de la Primera Guerra Mundial y la difícil coyuntura económica por la que atravesó el país influyó en la decisión. En cualquier caso, habría de transcurrir más de una década para su consumación.
Fue en junio de 1926 que el ciudadano Octavio Castro Saborío preparó un proyecto de ley para erigir un monumento a Mora, iniciativa acogida por el diputado Arístides Baltodano Briceño y que se publicó en La Gaceta del 10 de julio de ese año. Según el decreto, el monumento se erigiría en la capital, la estatua sería de bronce e iría colocada en la plazuela frente a Correos y Telégrafos, que pasaría a llamarse Plaza Juan Rafael Mora.
Aclaraba el texto también que la obra debía realizarse en Europa por artistas competentes, que en el pedestal de granito se debería grabar la frase: “A don Juan Rafael Mora, la Patria agradecida”, y que el monumento debería inaugurarse el 15 de setiembre de 1928 a más tardar. Finalizaba el texto consignando que, para la ejecución del decreto, se contaría hasta con $10.000.
El terreno para “la plazoleta del Correo” lo había adquirido el Estado en 1923 para brindarle perspectiva al edificio de Correos y Telégrafos. Tras la inauguración del Club Unión, en 1925, este ayudó a embellecerla, suministrando los planos para ello y arborizándola meses después. Así, el 31 de marzo de 1927, se colocó en el costado sureste del dicho edificio, la placa donde se lee: Plaza Juan Rafael Mora.
Seleccionando la obra
Para ese momento, ya se había nombrado el jurado que formuló las bases del concurso de bocetos para el monumento, que conocería las propuestas y fallaría sobre ellas. Estaba compuesto por el pintor Tomás Povedano, presidente; el arquitecto Teodorico Quirós, secretario, así como el ingeniero Raúl Castro Beeche, el escultor Angelo Mazzei, el arquitecto José Francisco Salazar y el pintor Enrique Echandi, como vocales.
El 16 de mayo de 1927, el diario La Nueva Prensa anotaba: “han llegado ya al departamento gubernativo correspondiente, algunos bocetos del monumento que se erigirá a Juan Rafael Mora, enviados por escultores extranjeros. Muy oportuno sería que se expusieran al público esos modelos a fin de que el pueblo se forme un juicio propio, porque esa obra pertenece esencialmente al pueblo de Costa Rica”.
No consta que la idea lanzada se llevara a cabo, pero el sábado 28 de mayo el jurado se reunió y vertió su opinión. El primer lugar fue para “V.B.B.S.”, equipo formado por el escultor Pietro Piraino y el arquitecto Carlo Polidoni; el segundo, fue para “Roma”, correspondiente a Ugo y Dario Luisi, de Pietra Santa; mientras que el tercer lugar fue para “El Erizo” correspondiente a Louis Mascré y George Verlaux, de Bruselas.
Como era de esperarse, hubo discrepancias sobre de la adjudicación del primer premio, pues Povedano se inclinó por la obra presentada bajo el seudónimo de “Erizo”, mientras Echandi lo hizo por la de un artista español; sin embargo, el criterio de la mayoría se impuso.
Giuseppe Pietro Piraino (Casteldaccia, 1878 – Roma, 1950) era un reconocido pintor y escultor natural de Palermo (Italia) y obras suyas se encuentran, además de su país –donde son numerosas–, en sitios de Australia, Chipre y Bolivia. El maestro Piraino realizó el trabajo en su taller de Roma y probablemente lo fundió en Nápoles; mientras, puede presumirse también, se realizaba el pedestal de la obra escultórica.
Conjunto e inauguración
Para finales de octubre de 1928, se supo en Costa Rica que el monumento en piezas había sido embarcado en Génova a bordo del vapor Taormina y que se encontraba ya en el puerto de Colón, Panamá. Venía en 51 cajas que pesaban poco más de 27.500 kilos.
A principios de noviembre de ese año, las cajas se encontraban en el patio de la estación del ferrocarril en Limón; luego, el 11 de ese mes, el Diario de Costa Rica informaba de que el Gobierno había encargado al arquitecto José Fabio Garnier hacerse cargo de su montaje en la plaza dicha. Anotaba, además, que el programa de la ceremonia de develación se encargaría a la Sociedad de Historia y Geografía y que sería en febrero del año siguiente.
Ya en los talleres de Obras Públicas las piezas del monumento, se discutió la fecha de la ceremonia pues, aunque el 8 de febrero se celebraba el natalicio del héroe, no era conveniente por estar las escuelas en vacaciones. Se habló entonces del 11 de abril debido a la gloriosa batalla de Rivas, pero la opinión general se terminó decantando por día de la rendición del filibustero.
En consecuencia, el 1.º de mayo de 1929 hubo una misa de campaña que fue oficiada en el Parque Nacional, un desfile escolar, que empezó en el Parque Morazán y culminó frente al monumento que, cubierto por una manta, esperaba su momento. Tras la parada militar de rigor, vinieron los discursos oficiales, se condecoró a nueve veteranos de la Campaña presentes en el acto y se develó el conjunto.
En la obra, el prócer se retrata con una estatua de bronce de 3 metros de altura, en pose serena y paternal. En el costado sur del pedestal, un altorrelieve representa al sencillo labriego costarricense que ara su tierra en paz, su gran aspiración; al costado norte, Mora guía a las tropas en un primer episodio de la guerra, cuando el pacífico labrantín se convirtió en fiero guerrero.
Al este, una mujer alegoriza la ciencia y, al oeste, un efebo, antorcha en mano, representa la libertad, libertad que la previsión de Mora conservó para nosotros, como se lo reconoció la Patria, aunque tarde, agradecida.