El destacado escritor costarricense Rafael Ángel Herra en su reciente libro Verde bestiario. Microrrelatos vegetales (2023), retoma el interés ficcional sobre la vida de las plantas, manifestando un profundo compromiso ético con el naciente giro crítico no humano de las humanidades y las ciencias sociales.
Esta producción literaria ha sido publicada en Granada, España, bajo el sello editorial de Esdrújula Ediciones.
El texto está compuesto de 101 páginas, incluyendo la presentación y el colofón, titulado “El adiós de los narradores” y se vertebra en dos capítulos. El primero se titula “Cuando la vida se cuenta de una manera” y el segundo “Cuando las vidas se cuentan de varias maneras”, en los cuales se tejen los 69 microrrelatos que permiten al público lector identificarse con las “desventuras” por las que pasan los personajes vegetales, tan irrisorias como humanas.
Herra ofrece en este texto 350 referencias explícitas alusivas al mundo vegetal, todas ellas de procedencias disímiles, aspecto que evidencia la rigurosa labor investigativa que realiza el autor.
No se trata de un simple bestiario que clasifica a las bestias fantásticas, tampoco un diccionario o manual taxonómico, pues se proyecta todo un “compendio monstruoso y ternura”.
En este sentido, este nuevo libro debemos leerlo en línea con lo indicado: estamos ante varias historias que construyen una ficción inverosímil, atravesada por elementos de lo maravilloso, por ello se aleja de “ilusiones realistas”, tal cual lo afirma la reconocida crítica argentina Rosalba Campra en la contraportada del texto.
Los personajes vegetales o “verdes bestias” de los microrrelatos no figuran como monstrificaciones botánicas hórridas, a pesar de proyectar rasgos e intenciones ontológicas supuestamente constitutivas de lo animal humano a motivos vegetales, pues no despiertan o crean un efecto estético que abrume, inquiete o perturbe tanto a nivel intratextual (personajes, narradores) como extratextual (lectores), en tanto el público lector acepta con naturalidad los hechos sobrenaturales.
Hay, pues, una irrupción de lo sobrenatural que funciona como un recurso para cuestionar las fronteras que separan lo no humano en lo animal humano, tabuizadas a lo largo de la historia de la metafísica occidental.
El elemento problematizador de lo real se materializa en la agencia y comunicación de las plantas en un sentido figurado, proponiendo lo que hay “antes, más allá y después de lo humano: lo inhumano, inhumanas e incontenibles de lo humano”, que incluye “las fuerzas animales, vegetales y materiales que rodean y superan a lo humano” (Grosz, 2011, p. 11; la traducción es propia).
Así las cosas, estamos ante una colección de narrativa brevísima que nos lleva al registro no mimético, dentro de géneros aledaños a la estética de lo fantástico, –en especial, dentro de variantes cercanas de lo maravilloso–.
En las páginas de Verde bestiario. Microrrelatos vegetales, el lector se enfrentará a plantas, cuyo protagonismo es exponencial, desde donde muy sutilmente Herra les otorga un estatuto ontológico (hablan y poseen inteligencia racional), pese a sus diferencias biológicas, con el propósito de que reconozcamos lo vegetal constitutivo en lo humano.
Los personajes vegetales que habitan en el libro rompen con la pasividad y otros prejuicios metafísicos reproducidos en el acontecer científico y humanista e imaginario cultural y, por lo tanto, del espacio de alteridad y marginalidad al que han sido inducidas mediante formas ficcionales inverosímiles o fantásticas.
De modo que, la propuesta ética y estética del libro de Rafael Ángel Herra coincide con el proyecto de estudios críticos sobre el “pensamiento vegetal” que, de manera precursora, pensadores y científicos como Maurice Maeterlinck, y posteriormente explorado bajo una estela de trabajos como los de Michael Marder, Stefano Mancuso y Alessandra Viola, Jens Anderman, Emanuele Coccia, Frances Hallé, Anthony Trewavas, Matthew Hall, Eduardo Kohn, quienen han reconocido desde una postura postmetafísica la cercanía ontológica de lo vegetal en lo animal humano desde diferentes posiciones críticas.
A continuación, se muestran dos ejemplos textuales notables:
La sandía si más
“Dicen que soy rastrera, que no puedo vivir de otra forma; pero callen mis detractores y sépanlo bien: no me arrastro por pusilánime, ni por humillarme ante las plantas erguidas. Mi fruto apetecible obliga a los demás a arrodillarse ante mí cuando lo buscan” (p. 23).
Mala yerba
“Nos disgusta la mala yerba. Se mete en la huerta sin que nadie la invite y luego no quiere irse, es invasiva, malvada. La mala yerba se indigna por el mal trato y protesta, hasta que la arrancan de cuajo” (p.61).
Este libro constituye un importante aporte al corpus de la literatura costarricense/centroamericana y por extensión latinoamericana desde varias perspectivas. La primera tiene que ver por desplazamiento que supone hacia formas no-antropocéntricas de textualización en torno a la vida de las plantas, subvirtiendo los modos literarios en que la representación figurativa y semiótica de la naturaleza vegetal se instrumentaliza para el servicio y placer de lo humano. Al hacerlo, la obra ofrece un buen ejemplo de lo que Evando Nascimento (2019), llama “literatura pensante”, un tipo de escritura que trae a colación aquello que no ha sido pensado en la humanidad.
En efecto, el autor costarricense logra articular el pensamiento vegetal con un nuevo matiz, pues, según consideraciones propias, se trata del primer texto dentro del corpus de literatura latinoamericana que sistemáticamente se dedica al mundo vegetal desde un bestiario y lo que es más original a través de un bestiario.
Pues, como antecedente se encuentra Manual de flora fantástica (1997) del escritor mexicano Eduardo Lizalde, sin embargo, el tratamiento de lo vegetal es totalmente diferente, pese a tener ciertas correspondencias.
Herra con su nuevo texto consigue unirse de forma original y renovadora a una extensa tradición botánica iniciada poco menos de un siglo con escritores y escritoras como Leopoldo Lugones, Carlos Salazar Herrera, Jorge Luis Borges, Clarice Lispector, María Luisa Bombal, Eduardo Lizalde, Carlos Fuentes, Amparo Dávila, Silvina Ocampo, Eduardo Lizalde, por citar a unos cuantos que reexaminaron el valor y sentido de la existencia de las plantas desde distintas perspectivas estético-literarias.
Les invito a leer, adquirir, disfrutar este libro y dejarse guiar por el universo vegetal que se teje en uno de los textos ficcionales más explícitos y maravillosos en lo concerniente al pensamiento vegetal y las formas de literatura no‑antropocéntrica dentro la tradición literaria latinoamericana.