Áncora

¿Recuerda la Biblioteca Carmen Lyra en el Parque Central? Allí también hubo bailes, música y mucho más

El semisótano del quiosco del Parque Central protagonizó la vida josefina durante toda la segunda mitad del siglo XX

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La tarde del sábado 4 de abril de 1992, en el gimnasio del Liceo de Costa Rica se llevó a cabo un plebiscito o cabildo abierto a la ciudadanía costarricense. Su fin era definir el futuro del quiosco del Parque Central, en el sentido de mantenerlo tal cual, reformarlo parcialmente o demolerlo por completo y sustituirlo por uno más pequeño.

La primera opción contó con 372 votos, mientras que la segunda se hizo con 292; ganando así la tercera –es decir, la de demolerlo– que obtuvo 487 sufragios. Así, a pesar de lo escaso de la votación y de que su resultado no era vinculante para el consejo municipal que decidiría al respecto, la suerte del histórico adefesio estaba echada: debía desaparecer.

Escándalo en el semisótano. El quiosco se había inaugurado el 15 de setiembre de 1945; pero al menos desde mayo de aquel año se hablaba de la concesión para explotar su semisótano.

Se especulaba si se destinaría a un bar o a un club, se citaban nombres de personajes de la política entre los interesados en el negocio, y se decía que la municipalidad se encargaría del asunto. No obstante, fue el ministerio de Fomento el que un mes después publicó la respectiva licitación.

Pasados cuatro meses, en noviembre de 1945, se inauguró allí el Jardín Gambrinus; propiedad de la cervecería del mismo nombre, ganadora de la puja. Sería un bar y restaurante abierto “día y noche” y que ofrecería almuerzos y cenas a precios populares; todo acompañado, claro está, de una abundante cerveza que podría consumirse en el local desde las diez de la mañana.

En la entraña del adefesio
El quiosco del Parque Central a mediados de la década de 1950, cuando funcionaba en el semisótano “El Palacio de los Libros” de Carlos Valerín. (Fotografía de autor no determinado. A. Fdez. para LN./Fotografía de autor no determinado. A. Fdez. para LN.)

Muy pronto se sumaron a la oferta, e igualmente a cómodos precios, la cerveza acompañada de bocas surtidas o de emparedados; así como el “desayuno obrero” que se servía todos los días a las cinco de la mañana… y se podía acompañar de un caldo caliente para “entonar el estómago”.

Ante aquello, las protestas no se hicieron esperar. A mediados de febrero de 1946, un josefino se quejaba del “olor a cerveza” en el parque:

“Cuando deberíamos estar cerrando cantinas DEFINITIVAMENTE (…) abrimos a licitación para que se meta debajo del quiosco el que pague más, y es de ese modo como no paramos mientes en que un parque nacional dé albergue bien retribuido a un negocio que pudo haber sido de otra naturaleza, (…) dedicándolo (…) a exposiciones artísticas, a invernadero, o al menos a puesto de libros y revistas” (“Un quiosco”. Diario de Costa Rica, 15 de febrero de 1946).

El Jardín Gambrinus, empero, siguió adelante; más su rentabilidad no debe haber sido mucha, porque a poco menos de un año de abierto la cervecería lo sacó a subarriendo. La nueva administración, por su parte, hizo del local la sede de un alegre y popular chispero, más siempre con mucha cerveza.

Las protestas se agudizaron: ahora se trataba de un “escandaloso bailongo arrabalero”, “un sitio para jolgorio con propensiones a centro abierto de prostitución”, “en las propias barbas de la Iglesia Metropolitana” (“¿Y la policía?”. Diario de Costa Rica, 11 de marzo de 1947). Así, ante una queja del Consejo Nacional de Menores, el Poder Ejecutivo rescindió el contrato de alquiler sin responsabilidad para el Estado.

En la entraña del adefesio
Anuncio del “Casino Central”. La Prensa Libre, 3 de febrero de 1951. A. Fdez. para LN. (Fotografía de autor no determinado. A. Fdez. para LN./Fotografía de autor no determinado. A. Fdez. para LN.)

Lo ocurrido, se dijo después, había tenido que ver con que su propietario era uno de los paniaguados del “régimen de los ocho años” (1940-1948). Quizá por esa razón, pasada la guerra civil e incautados sus bienes por el Tribunal de Probidad, se trató de borrar la huella de lo sucedido.

Para ello, en octubre de 1948, el doctor Antonio Peña Chavarría propuso crear en el semisótano un museo de la higiene que ayudara en la lucha contra el alcoholismo; pero la peregrina iniciativa no tuvo mayor repercusión.

Bailes bajo el quiosco. Dos años después se anunció que la Municipalidad alquilaría el espacio para establecer un bar, restaurante y centro de diversiones. Así que a fines de noviembre de 1950 se inauguró allí el Casino Central, propiedad de los señores Pérez Rey, Hernández Asch y el conocido artista Enrique Rodri-Mur.

Según anunció la prensa, aquel sería “un centro social montado al estilo europeo” (…) “por la variedad y calidad de los shows que presentará para deleite de los socios”. Sus administradores se lucieron entonces con su Orquesta Casino, además de presentar otros conjuntos nacionales como los de Lubin Barahona y Gilberto Murillo; y estrellas internacionales como la actriz mexicana Celia Viveros y la cantante peruana María Jesús Vázquez.

Más, pese a su éxito comercial y a que sus propietarios trataron de prorrogar el contrato firmado por tres años, algunos regidores opinaron que debía abrirse una nueva licitación. Con ello, en diciembre de 1953, el semisótano quedo disponible; más el Casino Central siguió funcionando, aunque ignoramos dónde.

Después, en febrero de 1955 ocupó el local el Acuarium Club, con el mismo esquema de bar, restaurante y centro de diversiones bajo la gerencia de un señor de apellido Ferré. Allí, las “noches danzantes” fueron amenizadas por la Orquesta Marival y, muy pronto, por la Acuarium; al tiempo que su gran éxito internacional fue la presentación del trío mexicano Los Panchos.

Sin embargo, el Acuarium Club no alcanzó el año de vida, pues a mediados de noviembre de 1955 se inauguraba en el semisótano El Patio Andaluz; otro salón de baile y espectáculos con bar y restaurante. Ahí, los “Jueves de Moda” serían amenizados por la Orquesta Marival, pero los espectáculos internacionales no alcanzaron gran relevancia.

Anuncio del “Patio Andaluz”. Diario de Costa Rica, 17 de diciembre de 1955.
Anuncio del “Patio Andaluz”. Diario de Costa Rica, 17 de diciembre de 1955. ( A. Fdez. para LN./A. Fdez. para LN.)

Entonces, en marzo de 1958, cuando el contrato firmado originalmente por el Acuarium llegaba a los tres años, la Municipalidad argumentó que aquel alquiler le venía produciendo problemas; pues los inquilinos no pagaban puntualmente el arriendo y más bien suscitaban frecuentes molestias.

“Para terminar con todo esto se resolvió (…) desahuciar a los o el inquilino de tal quiosco y proceder a lo que haya para acondicionar una biblioteca municipal allí, proyecto que ha merecido la aprobación unánime de los señores regidores” (“No más explotaciones comerciales en el kiosco del Parque Central”. La Prensa Libre, 27 de marzo de 1958).

Al mes siguiente, el señor Julio Caballero, gobernador de San José, solicitaba la ayuda de librerías y empresas editoras para el establecimiento de la biblioteca aquella; más, a juzgar por la falta de continuidad de la noticia, se puede afirmar que la iniciativa no tuvo mayor eco.

La hora de los libros. Entonces, en 1959 el empresario Carlos Valerín Sáenz le solicitó a la Municipalidad el alquiler del espacio para instalar una librería de obras de autores nacionales. Valerín era conocido por la librería que desde el inicio de la década de 1950 llevaba su nombre –también conocida como El Palacio de las Revistas–, ubicada entonces en calle Central, entre avenidas Central y 2.

El empresario logró interesar al cabildo, y en noviembre de aquel año abrió sus puertas El Palacio del Libro: “Idea largamente acariciada de convertir aquel sótano gigantesco donde otrora funcionaran clubes nocturnos y restaurantes de poca duración, en un verdadero templo de cultura” –como anotó La Prensa Libre (20 de noviembre de 1959).

El negocio se mantuvo durante casi toda la siguiente década, pues el contrato, al parecer, era por diez años. Debe de haber sido al caducar ese acuerdo, que se instaló en el semisótano la Soda El Kiosquito; un negocio patrocinado por la empresa Dos Pinos y del que poco sabemos hoy.

En la entraña del adefesio
Interior de la Biblioteca Infantil Carmen Lyra, a mediados de la década de 1980. (A. Fdez. para LN./A. Fdez. para LN.)

En 1970, sin embargo, con la llegada de José Figueres a la presidencia de la República, los bajos del quiosco estaban en la mira de doña Karen Olsen; que como primera dama traía consigo un programa de espacios tales como parques y bibliotecas destinados a la niñez.

Fue en el quiosco del Parque Central, precisamente, que arrancó la “Campaña del Niño y el Libro” con una Exposición del Libro Infantil, en agosto de aquel año; una feria cuyos fondos se destinarían a financiar bibliotecas básicas para 600 escuelas. Se anunció, de paso, que se instalaría en el semisótano un Centro de Recreación Infantil.

Ese proyecto, coordinado con el Departamento de Extensión Cultural del Ministerio de Educación, evolucionó pronto a una biblioteca para la niñez que sería administrada por la Municipalidad de San José. Según se anunció, esta se inauguraría el 9 de setiembre de 1971.

En la entraña del adefesio
Anuncio del “Club Acuarium”. La Prensa Libre, 2 de setiembre de 1955. (A. Fdez. para LN./A. Fdez. para LN.)

Así, aquel Día del Niño, como uno de los actos en conmemoración del 150 aniversario de la Independencia abrió sus puertas la Biblioteca Infantil Municipal Carmen Lyra, primera de su tipo en el país. A partir de entonces, fueron miles y miles los niños que pasaron por aquel lugar diseñado exclusivamente para ellos, su disfrute y su imaginación; algo que lo ha hecho pervivir en el recuerdo de muchos adultos de hoy.

Más, con 1988, con miras a remodelar el Parque Central, un grupo de diputados encargó al arquitecto Antonio Quesada un anteproyecto en ese sentido; esbozo que implicaba la desaparición del quiosco. Entonces, tras aclarar que aquella no era una iniciativa de su cartera, el ministro de Cultura, Carlos Francisco Echeverría, se declaró: “partidario de devolver al Parque Central su identidad y su diseño original en lo posible”.

“En cuanto al quiosco –explicó a La República en agosto de aquel año– (…) tiene un problema muy serio. Probablemente fue diseñado para un parque más grande. Es tan grande, que cuando la banda toca, queda a más de tres metros por encima de la gente, y eso además de ser incómodo, aleja al público” (“Sobre quiosco. Ministro da explicaciones”).

Y vino el cierre. Como a algunos aquello les sonó a blasfemia, hubo quien se rasgó las vestiduras, mientras otro pidió mesura en tal decisión urbana; al tiempo que el Consejo Municipal se pronunció en firme contra la demolición del quiosco; que, afirmaba, era parte de un proyecto del Ministerio de Cultura.

Así, el pronunciamiento municipal puso fin a la polémica; aunque en junio de 1991, el Parque Central josefino y su quiosco fueron declarados Patrimonio Histórico Arquitectónico según decreto N°20452-C. Más, en abril 1992, puesta la municipalidad a restaurar ese espacio público, el tema volvió a la palestra.

En esa ocasión, amparada en el plebiscito del que se desprendía la desaparición del quiosco, la corporación tomó partido por su demolición con el fin de devolverle al parque su diseño original; mientras que el Ministerio de Cultura se pronunció en contra. Los papeles se habían invertido.

Como la municipalidad sostuviera el punto, a finales de abril de aquel año, representantes de un grupo de entidades (la Asociación de Paisajismo Costarricense, la Escuela de Geografía e Historia de la UCR, el ICOMOS, el grupo Foro Urbano y el Colegio de Arquitectos) presentaron, con carácter de urgencia, un recurso de amparo ante la Sala IV para revocar el acuerdo municipal.

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Anuncio del “Jardín Gambrinus”. La Tribuna, 1º de marzo de 1947. (A. Fdez. para LN./A. Fdez. para LN.)

De parte de la comuna capitalina, el primero en ceder fue el recién nombrado presidente municipal, Carlos Escobar; cuando declaró que su gobierno no intervendría en la remodelación del parque. De modo que un año después, cuando el ejecutivo municipal, Johnny Araya, anunció las obras que allí se realizarían, parecía haberse llegado a un acuerdo con el Ministerio de Cultura y su Centro de Patrimonio.

Así, al tiempo que se iniciaban las obras de reconstrucción de la Catedral Metropolitana, afectada por el ciclo sísmico de entonces; también arrancaron las del Parque Central. Los trabajos tendrían un valor de 50 millones de colones y mantendrían cerrada esa manzana durante 10 meses. Sobre el quiosco, dijo el diario La República:

“La pista central (…) se sustituirá por otra cuyo diseño será una rueda de carreta típica con tramos de colores rojo, negro, café y gris; se restaurarán los espejos de agua, gárgolas, accesos, columnas, frisos y cúpulas.

Además, se rescatarán algunos elementos que conformaban su diseño original, pero que nunca fueron integrados como lo son la Venus o símbolo de la música (sic) sobre la cúpula y los seis postes de alumbrado que originalmente formarían parte de la periferia de la pista del quiosco.

La Biblioteca Infantil Carmen Lyra, ubicada en el sótano del quiosco, será trasladada a otro lugar más seguro y de menos tránsito, y en su lugar se construirá una sala de encuentro cultural, con pequeño auditorio para charlas” (“Inició remodelación del Parque Central”).

Fue así como sobrevivió el descomunal mamotreto urbano… y desapareció uno de los espacios más entrañables que tuviera nunca San José: su biblioteca infantil. Nada, como se sabe, vino a sustituirla; y en cambio el semisótano, so pretexto de la inseguridad estructural que presentaba, se abandonó al punto de que durante mucho tiempo sirvió de bodega a los carretillos para recoger la basura del centro capitalino.

Atrás quedaron entonces, como flotando en la atmósfera del céntrico subnivel abandonado, el recuerdo de unos bailes de escándalo, la sombra de los autores nacionales que quiso un empresario y el sueño de una primera dama para los infantes. Nada importó que aquel espacio hubiera protagonizado buena parte de la vida josefina, durante casi toda la segunda mitad del siglo XX.

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